Mateo
Me desperté sobresaltado y miré aturdido los papeles que tenía delante, frotándome el cuello por haberme quedado dormido en el escritorio con la cabeza apoyada en los brazos.
Alguien volvió a llamar a mi puerta, y mi libro de historia se deslizó fuera del escritorio con un golpe cuando me levanté.
—Está abierto. —Afuera estaba oscuro; había dormido toda la maldita tarde.
Fruncí el ceño reflexivamente al ver que Cuauhtémoc abrió la puerta, miró dentro y luego la abrió más.
—¿Quién te dejó entrar? —Pensé que todos se habían ido. Me limpié la baba que pudiera tener en la cara mientras encendía la lámpara de trabajo.
—Julián —Cuauhtémoc me miró con extrañeza y dudó en la puerta. Miró por encima de su hombro antes de entrar por completo y cerrar la puerta tras él—. ¿Se supone que no debo estar aquí o algo así?
Me encogí de hombros.
—No te esperaba.
—Creo que hice estallar tu teléfono. No contestaste ninguno de mis mensajes ni mis llamadas.
—¿Ahora nos controlamos mutuamente? ¿Es así como va a ser? —Intenté burlarme, pero me salió irritado.
Agarré mi teléfono, desactivé el silencio y abrí mis mensajes. Cuauhtémoc seguía mirándome con la misma expresión.
—¿Cuál es tu maldito problema, Syma? —Syma. Al diablo con él y la forma en que lo dijo con los ojos muy abiertos—. Quería hablar contigo.
—¿Así que también viste a Car?
—Sí —Metió las manos en los bolsillos de sus pantalones cortos y se acercó un par de pasos—. De eso quería hablar.
—Muy bien, hablemos.
Volví a colocar la silla de mi escritorio en su sitio y recogí una camiseta del suelo. Mi habitación era una ruina. Mierda, supongo que coincidía con mi cabeza. Me acerqué a la ventana y la abrí de un empujón, repentinamente necesitada de aire que no oliera a él.
—Jesús, ¿estás en algo? ¿Qué te pasa?
El cauteloso escrutinio de su mirada me molestó.
—¿Siempre será así contigo? ¿Siempre va a ser eso lo que pienses de mí?
Un parpadeo de irritación atravesó la expresión de Cuauhtémoc, y la satisfacción ardió en mí incluso cuando me sentía culpable por lo que estaba haciendo. Atacar, estar a la defensiva. Era una armadura probada para el miedo silencioso que me invadía.
—Estás intentando empezar una pelea conmigo. Aunque esta vez no te lo voy a permitir.
Me desinflé sin más. Sólo porque sus ojos se ablandaron en las esquinas y me miró de forma comprensiva y tierna y un poco dolida a la vez.
—Car te dijo que le gustabas. —adiviné.
—Entre otras cosas. Me sentí como un idiota. Culpable y como un imbécil porque no pude decirle que olvidara el pasado y que estábamos bien. Parecía estar muy solo.
—Eso no es culpa tuya.
Cuauhtémoc se encaramó al borde de mi escritorio y jugueteó con el respaldo de la silla, empujándola hacia adelante y hacia atrás, hacia adelante y hacia atrás.
—Sí, lo sé lógicamente —Se encogió de hombros—. Sigo sintiéndome como un idiota.
—Es alguien con quien podrías estar, sabes —dije—. Si ambos quisieran.
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try me | matemo.
FanficDos rivales. Una pasantía de derecho. Un montón de actividad objetable. No siempre fue así entre nosotros. Fuimos mejores amigos, crecimos. ¿Competitivos? Sí. ¿Despiadados? Efectivamente. A ninguno de los dos nos gustaba perder. ¿Pero la química...