Capítulo treinta y uno.

76 24 15
                                    

Temo

Me desperté con la cama vacía, y mi estómago se revolvió como una hoguera moribunda porque, a la mierda si esto no me resultaba familiar. Mateo en mi ventana, en mi cama, y luego desaparecido.

Me liberé de las sábanas, pasé los brazos por detrás de la cabeza y esperé a que mi estómago se calmara. Porque la diferencia esta vez era todo lo que nos habíamos dicho anoche.

Supuse que tal vez Mateo había ido a buscar un vaso de agua o café. Cuando no regresó unos minutos más tarde, me deslicé de la cama y abrí la puerta del dormitorio, mirando por el pasillo. Escuché cómo se abrían los armarios de la cocina y, efectivamente, el silbido de la cafetera.

Encontré a Mateo mirando en la nevera, apartando un cartón de huevos antes de sacar leche. Me miró por encima del hombro, sorprendido al principio, y luego soltó una sonrisa que me golpeó como un doble disparo de expreso y euforia.

Lo rodeé con mis brazos por detrás. —Sé que no me estás preparando el desayuno.

—Definitivamente no. Vamos a trabajar hasta eso. Estoy haciendo café, sin embargo. La leche es dudosa.

—Lo recibimos la semana pasada.

—Huele por ti mismo.

Lo hice, y luego vertí el resto en el fregadero.

—Whoa... —Ambos giramos la cabeza para encontrar a Jesse mirándonos fijamente desde la puerta—. ¿Qué carajo? ¡¿Mateo?!

Mateo levantó una mano. —Hola.

Jesse se giró en mi dirección.

—Pero tú... yo pensaba... Caramba, que me vaya de rositas —balbuceó—. Es que... no entiendo por qué todos los buenorros siguen eligiendo a estos bebés bi —Dio un codazo a Mateo y abrió la nevera con un resoplido—. Tú, amigo mío, me friendzoneaste como, en dos segundos. ¿Verdad o mentira?

—Es verdad —respondió Mateo con una sonrisa—. Pero, eso fue sólo porque...

Jesse levantó una mano.

—Te juro que si una persona más dice que soy demasiado dulce o algo sobre el encanto de los niños, voy a perder mi mierda. Sí, tuve un novio en primer año. Sí, disfruté mucho tomándolo de la mano y... y abrazándolo en el patio y poniéndole ojos de corazón o lo que sea. Pero Jesús, un chico puede cambiar. Ya no estoy para esa vida. Sólo quiero la acción dura ahora, muchas gracias. Sin relaciones, sin ataduras. Sólo quiero un tipo con un gran pene, porque, sí, soy una reina del tamaño y...

—Tengo un gran pene. —Sam entró, insertándose sin esfuerzo en la conversación con una sonrisa impenitente.

Jesse lo rechazó. —Cualquiera que tenga un gran pene no va por ahí reclamándolo, sabes.

Sam se encogió de hombros, y su atención se centró en mí y en Mateo.

—Te conozco —Entrecerró los ojos hacia Mateo, observando su pecho desnudo, y luego hizo un gesto entre nosotros—. ¿No era el tipo que...?

—Sí. —respondí con resignación.

—¿Por qué está en nuestra cocina?

—Se quedó a dormir.

—Dormír... —Jesse levantó las manos—. ¿Alguien más quiere salir? Primero Elías. Ahora Temo. ¿Alguien está llevando a cabo algún jodido y efectivo experimento de operaciones psicológicas? ¿Sam?

Sam rodeó a Jesse, agarró un zumo de la nevera y le quitó la tapa.

—Estoy listo. Le chupé la verga a un tipo una vez por un reto. No he estado dispuesto a hacerlo de nuevo —Todos miramos a Sam mientras bebía su zumo y se limpiaba la parte posterior de la boca—. ¿Qué, la he cagado? ¿Rompí algún tipo de código?

try me | matemo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora