Temo
—¿De verdad? —pregunté, acercándome a Mateo. Estaba de pie en el centro de una de las canchas de baloncesto del campus. Me había enviado un mensaje de texto para que quedara con él después de ceder su turno en Fuego a un compañero de trabajo, y aunque seguíamos diciendo que las cosas serían casuales y discretas, pasábamos más y más de nuestro tiempo libre juntos.
Me resistí a sonreír mientras él regateaba el balón.
—¿Así que esta es la cita 2.0, o simplemente tienes ganas de que te destroce completamente?
Me resultaba difícil imaginar que Mateo hubiera seguido con el balón desde que se graduó, teniendo en cuenta lo mucho que trabajaba y que la mayoría de sus amigos parecían ser lo que yo llamaría amablemente menos orientados al deporte. Yo nunca había sido tan bueno como Mateo, pero había seguido jugando al menos una vez a la semana, así que no estaba precisamente oxidado.
Atrapé la pelota que Mateo envió a toda velocidad hacia mí en respuesta, y luego me desconcerté cuando se quitó la camiseta. Hice girar la pelota sobre mi dedo medio para distraerme de la visión de sus pectorales desnudos.
—¿Tengo que repasar lo que significan las diferentes líneas? ¿Recordarte cómo regatear?
Dio un paso más hacia mí. Las puntas de su pelo estaban húmedas y un ligero brillo de sudor cubría su pecho, lo que sugería que ya había calentado un poco antes de que yo llegara.
—¿Qué tal si cierras esa boca y me enseñas si puedes?
Un imbécil arrogante. Igual que en la secundaria. Dios, yo también era un imbécil.
—¿Te enseño si puedo cerrar la boca o te enseño si puedo regatear?
—Cualquiera de las dos cosas. Tengo mis dudas sobre ambos. Tengo que decir que últimamente aprecio que tengas la boca abierta más de lo que solía hacerlo.
Mateo me dedicó una sonrisa descarada y se dejó caer más abajo mientras yo regateaba hacia la línea de tres puntos.
—¿Hombre con hombre?
—Sigues hablando, carajo. Haciendo tiempo.
Estaba a punto de rodearle cuando se lanzó hacia delante, quitándome el balón de las manos y dejándome corriendo tras él por la pista. Mateo estaba en el aire y encestando su primera canasta antes de que yo pudiera siquiera maldecirle.
Al sacarlo de debajo de la red, agarré la pelota cuando la atravesaba y lo escuché reírse detrás de mí, demasiado cerca, mientras la lanzaba hacia el otro extremo de la pista. El bastardo aún tenía velocidad de sobra, y me rodeó de tal manera que acabé chocando con él justo cuando me levanté sobre las puntas de los pies para hacer un tiro. Sus ojos brillaban con el mismo destello salvaje que recordaba de la secundaria, las mejillas enrojecidas, una sonrisa torcida en la cara mientras agarraba el balón e intentaba arrancarlo.
Encesté otra canasta y Mateo capturó el balón y me lo devolvió cuando mi mirada se enganchó en algo y retrocedió para verlo más de cerca.
—¿Necesitas un pequeño ajuste ahí?
Probablemente fue un mal movimiento señalar la protuberancia en sus pantalones cortos, porque la sonrisa de come-mierda en la cara de Mateo no estaba avergonzada o apenada. Simplemente se amplió. Ya podía sentir mi propio pene respondiendo mientras metía una mano detrás de la cintura y se ajustaba.
—Tu culo estaba por todos lados. —Mateo se encogió de hombros, con una ceja desafiante.
—Tú estabas en mi espacio.
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try me | matemo.
FanficDos rivales. Una pasantía de derecho. Un montón de actividad objetable. No siempre fue así entre nosotros. Fuimos mejores amigos, crecimos. ¿Competitivos? Sí. ¿Despiadados? Efectivamente. A ninguno de los dos nos gustaba perder. ¿Pero la química...