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Marco la esperó por horas, sentando en el sofá de su búngalo, con la cabeza a punto de explotar. Las palabras de Marina estaban retumbando en su cabeza. Había intentado alejarse de Amanda, ignorarla, pensando que así desaparecería ese sentimiento que lo consumía, pero por más distancia que pusiera, era inútil. Es más, crecía cada día más, hasta envolverlo por completo. Ya no se sentía capaz de pensar en nada más que en ella. Solo en ella.

Por eso le dolió en el alma cuando Marina le contó que ella estaba viéndose con uno de sus guardaespaldas. Ella lo había mencionado de buena fe, advirtiéndolo sobre un posible escándalo, pero eso era lo que menos le importaba. Pensar a Amanda con alguien más bajo su propio techo, lo mataba.

Así que, llevado por un impulso, se encontró en su lugar, pero ella brillaba por su ausencia. Algo que después agradeció, porque le dio tiempo de calmarse un poco. En fin, él ni siquiera tenía derecho de reclamarle nada, pero en esos momentos no pensaba con claridad.

La escuchó antes de verla, por lo que se levantó. Recordó la última vez que estuvieron en una situación similar, como la había asustado. No quería hacerlo de nuevo, su ser entero se rebelaba ante la idea de hacerla sufrir.

Anabelle no podía esperar a tumbarse en su cama y dormir por dos días seguidos. Después de unos minutos en silencio, Cristian y ella llegaron a la misma conclusión. Salieron hasta la comisaria y ahí expusieron ante la gente involucrada en la investigación sus sospechas. Al ver que nadie los miraba como dos locos se tranquilizó, dándose cuenta de que eso no era tan descabellado como sonaba. Así que pasaron las siguientes horas revisando los casos llevándose por esa teoría. Cuando todos concluyeron que era algo muy probable, entraron en una discusión si hacer ese descubrimiento público o no. Muy a su pesar, todos se inclinaron hacia la negativa, diciendo que era su única ventaja y debían usarla de manera inteligente. Varias horas de ideas, estrategias y teorías más tarde, decidieron dejar las aguas calmarse por el día y descansar. Y aunque no le gustaba la idea de dejar una pista caliente, ella misma sentía que estaba a punto de derrumbarse.

Se detuvo en seco al ver que no estaba sola y negó con la cabeza.

—Lo que sea, puede esperar. —espetó hacia el príncipe y pasó de su lado para encerrarse en su habitación. No le importaba nada, necesitaba unas horas de sueño antes de ser capaz de enfrentarse al mundo de nuevo.

 No le importaba nada, necesitaba unas horas de sueño antes de ser capaz de enfrentarse al mundo de nuevo

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Cuando despertó, no se extrañó al ver que Marco ya no estaba. Echó una ojeada al reloj y se dio cuenta de que era pasada la media noche, había dormido por más de seis horas.

Vio que tenía un mensaje de Pablo, se lo había mandado apenas veinte minutos antes, así que supuso que no estaba tarde para ir a su encuentro. Se puso su conjunto de entrenamiento y salió sigilosamente hacia el gimnasio.

No se dio cuenta de que una de las luces de la casa principal estaba encendida, estaba más concentrada en su alrededor.

Clarisa se alejó un poco de la ventana, diciéndose que no necesitaba mirar. Sabía hacia donde iba Amanda, tan bien como sabía quién había entrado antes de ella. Maldijo su maldito insomnio por ser testigo de ese encuentro.

Secretos de la corte (Cortes perversas #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora