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Se encontró con Pablo en la entrada de la comisaria, pero al preguntarle si sabía a qué se debía la reunión, este solamente se encogió de hombros.

Entraron a la sala de conferencias y se dieron cuenta de que eran los últimos en llegar. Reconoció a José sentado en una silla, con la cabeza entre las piernas y un escalofrío lo recorrió. Anabelle ya estaba ahí, parada en medio de la sala, con una expresión dura en la cara, pero sin poder esconder el temblor en sus manos.

Al verlos llegar, apretó el botón y el video volvió a reproducirse.

La habitación estaba a oscuras y la única luz provenía del celular con el cual estaban grabando. La silueta de una mujer apareció en la esquina, por sus movimientos no les fue difícil deducir que se encontraba encadenada a la pared. Cuando el autor del video se acercó un poco, pudieron ver los golpes que cubrían su cuerpo, varios cortes por sus piernas y mucha sangre alrededor.

La cara, sorprendentemente, estaba intacta. Ni un solo golpe, ni una sola magulladura. Pero sus ojos, había tanto dolor en esos ojos que Cristian tuvo que sentarse. Nunca en su vida se imaginó ver a Amanda así. La mujer que amaba era llena de risas, de alegría. Parecía que todo eso había desaparecido de su cuerpo, dejando una cáscara vacía.

—¿Por qué tiene...? —Intentó hablar, pero las palabras murieron a mitad. La filmación se terminó segundos después.

Alex se levantó y sacó el USB de la computadora y tomó el celular de Anabelle, encerrándose en su burbuja informática. Los demás permanecieron en silencio, sin estar seguros que cosa decir.

—¿Por qué...? —Volvió a hablar, está vez captando la atención de todos.

—La convirtió en mí. —Era la única explicación lógica que le encontraba a esa locura.

—Quiso que viéramos lo que le hizo... —Empezó una de sus agentes, Cristian todavía no estaba seguro de cuáles eran sus nombres—. El lugar en el que se encuentra, como se encuentra. Los golpes, las heridas, la sangre. Pero dejó la cara para que la pudiéramos reconocer. Para que la reconozcas. —Puntualizó, hablándole a Anabelle—. Y el pelo... no la convirtió en ti. No sería suficiente para él. Simplemente quiso que tú lo pensaras, que supieras que esto es por ti.

Cristian entendió entonces que la mujer que hablaba era Andrea, la psicóloga del equipo.

—Entonces, ¿estamos de acuerdo que es él? —Todos asintieron a la pregunta de Pablo, menos José y el mismo Cristian que se encontraba perdido.

—Es lo único que tiene lógica para mí. —Continuó la mujer—. Si fuera una organización mafiosa cualquiera, no tendrían por qué mandarnos esto. Ellos se la llevarían lo más lejos posible de aquí, aprovechando que no tuviéramos pistas. Mandar un video directamente a Ana es una burla, pero también los pone a ellos en evidencia. Nos están dejando una puerta abierta para investigar. Y no se me ocurre otra razón para eso más que...

—Quiere que lo sepamos. Ya dejó de esconderse, ahora quiere jugar. —Terminó Anabelle, con la mandíbula apretada.

—¿Les importaría explicarnos? —preguntó José, visiblemente confundido. Anabelle suspiró, sentándose. Miró a Pablo, este permanecía en silencio, pero ella lo conocía como a nadie, estaba a punto de explotar.

Él se levantó, caminó hasta el centro de la sala y tomó el control remoto. Después de la desaparición de Anabelle en el pasado él había sido el agente a cargo, le correspondía a él informarles.

Narró los hechos sin detenerse mucho en los detalles. Mencionó brevemente lo sucedido con Anabelle, lamentándose por José que tenía que enterarse de ciertas cosas en esa manera tan horrible. Ignoró la parte del embarazo y el estado en el que la encontró, no era relevante para el caso en cuestión.

Secretos de la corte (Cortes perversas #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora