—Buenos días. —Saludó—. Me gustaría decirles que hoy estamos aquí por una razón alegre, pero me temo que no es así. —Esperó unos instantes para que las palabras calaran en los presentes, al ver el desconcierto en sus facciones, prosiguió—. Hoy estoy aquí, delante de ustedes, para intentar, al menos un poco, cerrar las heridas que desde hacía tiempo tiene nuestro reino y que, lamentablemente, no vimos a tiempo.
Anabelle lo observó mientras exponía los sucesos de los últimos meses, conectándolos con esa bendita tradición de las que todos fueron víctimas. Estaba embelesada, él hablaba sin siquiera echarle un vistazo al discurso que le habían preparado en el palacio, explicaba los sucesos y en ningún momento trató de minimizar sus culpas, más bien se presentaba como el culpable de todo, como el responsable.
Vio las emociones en los rostros de los presentes, tanto dolor e indignación en un solo lugar era deprimente, ella misma se había sentido así años y sabía que sería muy difícil superarlo, las consecuencias de la maldad de unos pocos iba a dejar una huella imborrable en esas personas.
—Quiero asegurarles que los responsables de esta... atrocidad, ya han sido identificados y apresados. No voy a decir sus nombres por respeto a sus familiares que no tuvieron conexión con sus negocios turbios, pero puedo decir que fue gente de las altas esferas de la corte, lo que resultará en una reorganización entera del gobierno. Con eso me refiero a los ministros, a los senadores, concejeros.
Gestos de asentimiento se vieron por la multitud, pero no se engañó, sabía que no había capeado el temporal.
Anabelle reprimió el impulso de ir y abrazarle cuando vio el dolor cruzar sus facciones ante la llegada del momento crucial de ese encuentro. Habían previsto que después responderían preguntas Cristian, Alina y ella misma, pero sabía que eso eran meros trámites, que lo verdaderamente importante era lo que estaba a punto de decir Marco.
Un suspiro a su lado hizo que volteara a ver a Clarisa, estaba pálida y temblaba, pero una sonrisa cruzaba su rostro. Pudo ver el anillo de su madre en su dedo, al lado del de Pablo.
—Creo que me voy a desmayar. —susurró, antes de que su prometido se acercara a ella por la espalda.
—Dímelo a mí. —murmuró este, viendo con pavor la multitud. Anabelle se quiso reír de su mueca de terror, pero se reprimió, volviendo su atención hacia Marco.
—En nombre de toda la familia real, quiero pedirles perdón por fallarles. Sé que volver a ganar su confianza y su respeto va a ser una batalla dura. Especialmente de las que más se vieron afectadas por esto. Por esa razón pienso que pedirles que vuelvan a confiar en un futuro rey que, por más que le pese, las haya defraudado, sería hipócrita. Les voy a pedir a que confíen en mí hermana, la princesa Clarisa de Auland, a la que hoy cedo el derecho a la corona.
Silencio sepulcral. Lo único que se escuchó en la plaza enorme fue el sonido de los tacones de Clarisa al acercarse a su hermano. Ella sonrió, aceptando su mano para subirse y lo vio bajar con tristeza en los ojos.
Volteó hacia el pueblo, fijó la mirada en un punto y tomó aire, nerviosa. Había pensado en que decir desde que Marco le comunicó sus planes, pero ahora las palabras se le escapaban, estaba en blanco.
—No puedo decirles mucho más de lo que hizo mi hermano. —Empezó, por más ridículo que sonara—. Esto ha sido inesperado para todos, pero les prometo que voy a hacer todo que esté en mi poder para enmendar los errores del pasado y devolver a nuestro país la felicidad y el brillo de antes. Sé que hay heridas que tardarán mucho en sanar, otras que, probablemente, nunca lo hagan. No puedo cambiar lo que pasó, pero puedo hacer que el futuro sea mejor. —Tomó aire y se permitió quitar la mirada de su punto seguro y ver las reacciones. Le sorprendió ver que la escuchaban atentos, con interés. Al parecer el plan de Marco estaba funcionando.
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Secretos de la corte (Cortes perversas #1)
RomanceLa vida en el palacio no fue lo que esperaba.