A pesar de su ferviente deseo, no pudieron hacer nada hasta el día siguiente. Hasta eso era demasiado apresurado. Habían reunido un equipo compuesto por sus agentes, los de Cristian y de los policías locales y pasaron la tarde haciendo su investigación y preparando la operación.
Habían tratado de sonsacar algo más de información de Mateo, pero él parecía metido en su propio mundo; donde Nathaniel era un dios todopoderoso y ellos simples hormigas que aplastar.
Era pasada la medianoche cuando se retiraron a dormir, aunque ella se sentía con energía suficiente para hacer lo que sea en ese momento, sabía que no podían ir tan exhaustos. Además, habían acordado que irían por la noche del día siguiente, así que tenían tiempo para perfeccionar varios detalles.
Se arrastró a su búngalo, mientras en su mente aún sopesaba las opciones y las estrategias para mañana. Se detuvo en seco al ver la mesa puesta y un príncipe esperándola en la sala de estar.
—¿Qué haces despierto? —preguntó, mientras se acercaba a la comida; recién al olerla se dio cuenta de lo hambrienta que estaba.
—Supuse que no habrás comido en todo el día, así que pedí que nos trajeran algo.
—Gracias. —Se sentó, con un calor extraño expandiéndose por su pecho. El gesto la sorprendió y ahora tenía ganas de llorar—. ¿No comes?
—Ya cené.
Ella comió en silencio, cuando terminó se dispuso a levantar la mesa. Marco la detuvo, arrastrándola a un abrazo.
—Alguien lo hará por la mañana. Debes descansar. —susurró contra su pelo, llevándola hacia la habitación. Anabelle se dejó llevar, sintiéndose liviana en sus brazos.
—Tengo sueño. Pero no sé si podré dormir. No me gusta esperar, saber que Amanda permanecerá ahí un día más. —confesó después de darse una ducha rápida y meterse en la cama junto a él. A veces se preguntaba si él no extrañaría su propia cama, su habitación, ya que pasaba la mayor parte del tiempo con ella, pero nunca se lo mencionó.
—Entonces haremos algo para mantenernos ocupados. —Sonrió, ella lo imitó, dejándose caer sobre su pecho. Sí, iban a hacer algo para mantenerse ocupados, pero no lo que él tenía en mente.
—Tuve diecinueve cuando salí de la academia. Aunque había tenido experiencia antes de eso, pase mucho tiempo en la estación de mi tío, él me permitía involucrarme en ciertos casos. Cuando obtuve mi placa, él me reclutó. No por enchufe, era la mejor de mi clase y me lo había ganado. Después de un año, tenía a mi división, yo misma los escogí a cada uno de ellos. Había murmuraciones sobre como obtuve la promoción siendo prácticamente una novata y tenía esas ganas inmensas de cerrarles la boca, Marco, ¿sabes? Era más importante que respirar.
»Varias divisiones estaban detrás de Nathaniel en ese periodo y luego murió su madama estrella, fue víctima en un fuego cruzado. Esto nos abrió una ventana para infiltrarnos y yo salté a la oportunidad. Era la manera de demostrarles a todos lo que valía, que había ganado mi placa y mi división por méritos propios.
»Fueron meses de trabajo duro, no es fácil meterse en el radar de un traficante del calibre de Nathan. Pero, cuando me notó, todo pareció ir sobre ruedas. Tuvimos varias redadas exitosas, estábamos llegando a alguna parte. Luego... me descubrió. Fue una estupidez, realmente. Un comentario mal intencionado de un adicto estúpido, pero llevó a que me descubriera.
»Pensé que me mataría de una, pero él no es tan benévolo. Prefirió torturarme... de todas las maneras posibles.
—¿Qué te hizo? —La pregunta salió por sí sola, aunque no estaba seguro de querer escuchar la respuesta. Se había dado cuenta de que había algo más durante el interrogatorio, la manera en la que Anabelle perdió el control en un punto, pero no esperaba que ella se lo contaría por sí misma.
ESTÁS LEYENDO
Secretos de la corte (Cortes perversas #1)
RomanceLa vida en el palacio no fue lo que esperaba.