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El olor hizo que se mareara, pero rápidamente controló su estómago. Olía a sangre, además de otras cosas que no quería identificar.

Sacó su linterna e iluminó poco a poco el lugar, hasta llegar a un bulto tirado en la esquina de la habitación.

Su corazón se apretó, las ganas de llorar la asaltaron mientras se acercaba a su hermana. Estaba golpeada, llena de sangre e inconsciente, pero estaba viva. Agradeció en silencio, mientras la sacudía un poco. Temía hacerle daño, pero necesitaba sacarla de ahí cuanto antes.

—¿Am? —La llamó suavemente, pero no obtuvo respuesta.

Pronto sintió la presencia de alguien más a su lado; la mano de Cristian temblaba mientras tomaba la de Amanda.

—¿Amor? —La muchacha seguía sin dar señales de escucharlos y ambos se miraron. En ese momento no había necesidad de palabras. Si Amanda no se despertó con todos esos disparos a su alrededor, estaba muy mal y ellos no lograrían despertarla así.

—Tengo a Amanda. —Dijo, esperando que su mensaje viajara hacia su padre—. Está viva. —Solo segundos después se escuchó una explosión sobre ellos y supo que habían usado las granadas ahora que sabían que ella no estaba ahí. Sonrió.

—Tenemos que sacarla de aquí. —dijo Cristian, pero parecía que estaba hablando consigo mismo. Su mirada seguía sobre Amanda, luego empezó a desatar las cuerdas que la mantenían prisionera.

—Acompáñalo. —Dijo al detective que había encontrado la puerta—. Alex, ¿puedes asegurarte que salgan sin problemas?

—Claro.

—Llévala al hospital; llama a mi mamá en el camino para que esté ahí cuando lleguen. Traten de que todo esto permanezca lejos de los medios el más tiempo que puedan, al menos hasta que nosotros terminemos aquí. —Se levantó junto a Cristian que ya llevaba a Amanda en brazos. Se acercó un poco, le quitó el pelo rubio de la cara y sonrió con tristeza—. Lo siento mucho, Am. Pero todo va a estar bien ahora, te lo prometo.

Se quedó parada unos minutos después de que ellos salieran. Los disparos volvieron a escucharse y ya no necesitaba el auricular para escuchar a su gente, estaba demasiado cerca. Pero, sin poder explicarlo, no pudo moverse de esa habitación hasta que escuchó que Cristian estaba fuera del recinto con su hermana.

Solo entonces, dejó salir la furia. Corrió escaleras arriba, gruñó al darse cuenta de que se había perdido toda la diversión. Había más cadáveres de lo que le gustaría, pero agradeció que no fuera nadie de los suyos. Vio a Tomás salir de una de las habitaciones, con el brazo ensangrentado, pero él simplemente sonrió.

—Viviré. —dijo, con calma.

—Ve a que alguien te mire eso. —Habían dejado un equipo médico a varios kilómetros de distancia, solo un vistazo a la mano de Tomás le hizo entender que podría llegar hasta ellos por su cuenta.

Él no discutió, la conocía tanto tiempo que sabía que hacerlo era una tontería.

—Los tenemos. —gritó mientras salía de ahí, haciéndola reír.

Los tenían, pensó ella también, viendo a los muertos, los heridos; varios estaban esposados mientras su gente los llevaba afuera. Las sirenas empezaron a escucharse en la distancia y se dio cuenta de que todo estaba terminando. Fue casi demasiado fácil, pero fue un éxito.

Encontró a su padre y a Pablo en un despacho, al final del pasillo.

—Alguien se nos adelantó. —murmuró el más joven al verla entrar. Luego, se movió un poco al costado, permitiéndole ver algo que definitivamente nadie había esperado.

Secretos de la corte (Cortes perversas #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora