Los próximos días fueron ajetreados para todos.
Mientras Marco afinaba los detalles del plan de Anabelle y llevaba una investigación discreta junto a Cristian, ella estaba absorta en la caza de Nathaniel.
Ahora que sabían dónde buscar, las pistas aparecían con más facilidad, pero ninguna de ellas los llevaba más cerca del paradero de Amanda. Su padre estaba al borde de la desesperación, con cada hora que pasaba sentía sus fuerzas menguar y su esperanza desaparecer. Se mantenía firme solo delante de Maite, el amor que sentía por ella seguía siendo tan fuerte que no se permitía hacerla sufrir.
El único consuelo de su madre era la inminente llegada de su nieto, además de la certeza que esta vez no importaba que sería, niño o niña. Pasaba los días al lado de Tamara que, quizá por los cambios hormonales, o tal vez solo estaba llegando a su límite, sufría cada día más la incomprensión de sus padres. Una vez, Anabelle llegó a pensar que tarde o temprano se rompería, dejando atrás a Antonio y su felicidad ante la presión social, pero al verla capear los temporales de su propia mente con tanta decisión, se dio cuenta de que estaba equivocada.
Ella trataba de no dejarse llevar por sus sentimientos y la rabia que sentía por el hombre que una vez la dejó por muerta en un barco, sabiendo que eso solo nublaría sus pensamientos, alejándola de la meta. No sentía pena al aceptar que en esos momentos, cuando estaba a punto de ceder, se refugiaba en Marco, en los sentimientos positivos que él le provocaba. No podían verse mucho durante los días, ambos luchando una guerra silenciosa, pero las noches eran para ellos dos. No hablaban de lo que pasaba entre ambos, simplemente se dejaban llevar. Bastaba solo una caricia suya para quitar el estrés de todo el día y Anabelle sabía que si no se andaba con cuidado, cuando todo eso terminara se encontraría en otra situación difícil. Lo sabía, pero no hacía nada para impedirlo.
A la que veía un poco más, era a Clarisa. La princesa había estado reticente los primeros días, herida por las mentiras y los engaños, pero con el paso del tiempo hizo paces consigo misma y con el mundo, saliendo de su burbuja protectora y tomando las riendas de su vida ella también. Marco no quiso que ella se involucrara demasiado, los ataques que había sufrido habían dejado huella en ella, pero se mantuvo firme y finalmente los convenció de que podía aportar mucho.
Por eso se pasaba los días en reuniones sociales, aprovechando para indagar un poco desde ese lado. No era una experta, pero nada se perdía por intentar. Lo único malo de eso era que su hermano había insistido en que la acompañara un guardaespaldas de confianza, por lo que de nuevo se encontraba pasando el tiempo con Pablo. Al principio se quejó, pero sería tonta si no se daba cuenta de que alguien del palacio, de su seguridad, muy probablemente podía estar confabulado con los mafiosos. Por eso Pablo, recién llegado y gozando de la confianza absoluta de Anabelle, era la mejor opción.
Fue difícil el primer día, pero rápidamente volvieron a caer en la misma rutina de antes, cuando no sabía que él era un agente infiltrado y que la buscaba solamente por información. Esa era una herida que aún sangraba y, pensó, sangraría por mucho más tiempo. Él no volvió a hablar sobre lo ocurrido, así mismo ella se tragó sus sentimientos, llevando su relación al plano estrictamente profesional. Él la aconsejaba antes de cada reunión, la sacaba de apuros cuándo, en su inexperiencia, se adentraba demasiado en la conversación, estaba siempre a su espalda, protegiéndola. A veces se preguntaba si era consciente que el mayor peligro para ella era él mismo, pero nunca se atrevió a darle voz a esos pensamientos.
Los reyes se habían alejado de la vida pública, perturbados por los acontecimientos. Aunque querían proteger a sus hijos también, supieron aceptar que Clarisa y Marco eran los indicados para arreglar los asuntos de su país, sobre todo el príncipe, ya que, cuándo todo eso llegara a los oídos del pueblo, el rey tendrá que abdicar a favor de su hijo. Era lo único correcto, había decepcionado a su gente, permitiendo que un acto atroz perdurara por tanto tiempo sin siquiera darse cuenta.
ESTÁS LEYENDO
Secretos de la corte (Cortes perversas #1)
RomanceLa vida en el palacio no fue lo que esperaba.