4. Soberbia

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Recorrer la estancia con la mirada me provocaba una sensación de vacío bastante extraña, ligada a un poco de ansiedad, desasosiego y también algo de aburrimiento

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Recorrer la estancia con la mirada me provocaba una sensación de vacío bastante extraña, ligada a un poco de ansiedad, desasosiego y también algo de aburrimiento.

Realmente estaba pasándola mal y necesitaba distraerme de alguna u otra forma, pues el encierro era atroz en los meses más fríos del año y ni hablar de las ganas de salir a guarrear a la calle, ganas que eran solapadas y casi anuladas por los temporales que azotaban la ciudad de vez en cuando, a su antojo.

No era siquiera el hecho de que hiciera frío o lloviera, era que detestaba andar en el metro con la ropa empapada, sin rumbo fijo y desde luego sin un plan maestro bajo la manga. Y tampoco molaba mucho andar en motocicleta con chubascos helados.

El afán de mis trabajos que, para no tener tenía dos de medio turno, me dejaba exhausto y más que física, era mentalmente que estaba cansado. 

El primero lo había conseguido gracias a un amigo que necesitaba a alguien que se hiciera cargo de hacer el paro en los eventos que organizaba el ayuntamiento de la ciudad; necesitaban de alguien que, de manera discreta y elegante, hiciera el "trabajo sucio", algunas fotos y escribir reseñas sobre cosas aburridas como galas benéficas o algún desfile de modas de un pseudo diseñador nuevo que había conseguido que una alternativa cómoda era vestir modelitos hechos de yute y cordones en rebaja de la ferretería.

El segundo me lo había facilitado mi experiencia en el sexo y, desde luego, una recomendación de boca por parte de ciertos amiguetes de folleteo que ahora eran estrellas emergentes en el porno de España.

Traducir las cintas y hacer las reseñas de las pelis porno que se hacían en estudios de Europa escandinava, Europa central, incluso en los Balcanes, era un papelón. Realmente detestaba doblar o ponerle subtítulos a esa obra de la ingeniería sexual porque era demasiado sobreactuado.

Trabajar para "Dark Rainbow Productions" era, tal vez, el sueño de todo amante de la producción y cine para adultos, pero a mí me dejaba hasta dolores en la espalda y ni hablar de la nula necesidad de sentir pena o asco cuando la producción era hecha en casa.

Trabajar en el primero era una distracción necesaria, pero el segundo era quizás alimentar el vicio y desde luego tener que aguantarme las ganas por hacer algo que comprometiera mi estadía.

La pasta del primero era para cosas como comida, el metro, pagar luz, el condominio, gas, combustible y agua. La pasta que me dejaba el segundo era mucho mejor y la utilizaba para ahorros que se iban a una cuenta de la cual no tenía el control, porque entonces era una cuenta de ahorros utópica; y desde luego en gustos banales. Ese curro era guarro, pero me molaba por la paga; y es que trabajar en la industria del porno era algo que no me lo hubiese imaginado ni en mis mejores momentos.

Tenía acción, solo faltaba visión en el género, pero hacer eso era hacer pelis clasificación D y nadie quería ver eso en el cine y tampoco pagarían una suscripción de nueve con noventa y cinco euros por ver a dos personas haciendo el paro de que follan.

Yo, Ibrahim Cooper Donde viven las historias. Descúbrelo ahora