21. El amor es un juego. 12:00 AM

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En el día de vis a vis solo podía venir mi abogado o mi esposa, y sí: aún seguíamos casados

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En el día de vis a vis solo podía venir mi abogado o mi esposa, y sí: aún seguíamos casados. Sofía había querido regresar de Alemania al enterarse de lo que había pasado, pero no podía hacerlo. Había conseguido curro en un hospital importante en Frankfurt y estaba comenzando a estudiar el idioma, aunque prefería hablar inglés para comunicarse. 

Observarla por medio de un cristal era completamente extraño y más sabiendo que para poder vernos íntimamente tenía que pasar un buen tiempo, aunque eso desde luego no iba a pasar, pero al menos necesitaba ese abrazo que seguramente ella no me negaría.

Al verme, la cara de Sofía cambió por completo. No esperaba ver a esta persona que estaba frente a ella. Tal vez ella necesitaba ver al mismo hombre con el que se había casado, pero en realidad lo que observó fue a un esqueleto con algo de piel. Tomó el teléfono del otro lado y suspiró.

—Martín, me da mucho dolor verte aquí encerrado. —Recorrió el sitio con los ojos. No había ventanas, no había tragaluces, no había ningún tipo de indicativo que dijera si era de día o de noche, solo un reloj en la pared que podía estar mintiendo. 

Posó una de sus manos en el cristal y yo hice lo mismo. Desde luego que era frío, pero al menos agradecía ese gesto. Notó que estaban un poco golpeadas y ya no estaban tan carnosas como antes. Estaban comenzando a ponerse esqueléticas por la mala alimentación que tenía en prisión. Cierto que no era la mejor comida, pero simplemente no me pasaba ni un puto grano de arroz. 

"¿Cómo fuiste tan gilipollas para declararte culpable por la muerte de ese chaval? Sé que no debería decirte esto y que seguramente está de más que lo sepas, pero tu madre está desesperada, destrozada y vacía. 

"Muchas personas han ido a su casa a insultarla. Yo no puedo siquiera contestar el móvil aquí porque me han dicho de cabrona, estúpida y pare de contar... Yo no quiero ponerte más mal de lo que ya estás, pero...—Tragó grueso. —Se supone que yo soy una mujer que fue entrenada para esto, que sabe qué hacer en estos casos, cómo lidiar con gente como tú... Pero es que ya yo... Yo no sé qué hacer contigo. —La última frase la soltó casi en un sollozo.

"He logrado hablar con otro abogado. Lejos de quererme patear el culo y decirme muchas cosas, ha logrado encontrar evidencia suficiente como para, de momento, pedir una reducción de condena y posible apelación.

—Sofía...—Era un momento muy crítico para ella, pero también lo era para mí— Hay algo que debo decirte... El abogado no pudo hacer nada, dudo que el que has buscado pueda hacer algo con esa evidencia circunstancial. Me darán la pena máxima. Posiblemente me quede aquí varios años. De momento puedes agilizar lo del divorcio y coger el dinero de la cuenta de ahorros para pagar lo que haga falta. No espero siquiera una reducción de condena, porque estoy realmente en la mierda.

La noticia ya yo la había recibido días antes, cuando en una reunión con mi abogado, se me desplomó aún más el mundo. No era que quería seguir con el intento de vida que tenía, pero yo por lo menos quería enmendar mi error hasta dejar de existir y esto me suponía dejar de hacerlo en un par de semanas. No estaba listo, no quería, me negaba, pero no podía hacer nada. Estaba en un estado donde la pena máxima era la muerte. Respiré hondo evitando no llorar.

Yo, Ibrahim Cooper Donde viven las historias. Descúbrelo ahora