Prefacio

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¿A quién cojones engaño? Le he jodido la vida a alguien. Eso no va a parar a mi expediente, desde luego, pero siento culpa y eso, aunado con muchas otras cosas, me caga la existencia. Como me caga el puto uniforme azul con un número que me he tenido que memorizar para no perderme entre tanta mierda y escoria humana.

Al cerrar los ojos por las noches entendía el por qué nos habían colocado un uniforme de un color chillón en vez de uno de rayas. Por más que intentaba, veía figuras danzando en todos lados, como las luces rojas y azules de una patrulla.

Cordones de seguridad e indiscutiblemente un olor a tristeza ligada con asfalto mojado era lo que había en mis fosas nasales.

Mi corazón se aceleró, como cuando tienes esos sueños donde sientes que el mundo se te viene encima y te vas cayendo, poco a poco. Las manos me sudaban, las piernas me temblaban, los ojos estaban a punto de estallar en sendas lágrimas. ¿Por qué me sentía tan responsable de esto? Bajé del coche y sentía que el piso se hundía. Sentí arcadas, frío en la boca del estómago, ganas de cagar y de mear.

Y en ese instante todo, absolutamente todo, se detuvo.

—Lo han matado.

¿A quién?

Estaba loco. Escuché gritos desde afuera, pero no es mi rollo.

¿Quién?

No sabía que vivía en este edificio. La verdad, ni soy español. Tengo papeles.

¿Qué pasaba?

Han entrado de seguro para robarle. El chaval era de familia acomodada. ¿Acaso no se ha enterado de que es hijo de Darío Smith Cooper?

¿Por qué?

—La culpa de todo la tienes tú.

Desperté de golpe. La respiración, agitada y el corazón a punto de salirse por la boca. 

Yo, Ibrahim Cooper Donde viven las historias. Descúbrelo ahora