Capítulo XVII

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El señor Weasley los despertó cuando llevaban sólo unas pocas horas durmiendo. Usó la magia para desmontar las tiendas, y dejaron el cámping tan rápidamente como pudieron. Al pasar por al lado del señor Roberts, que estaba a la puerta de su casita, vieron que tenía un aspecto extraño, como de aturdimiento. El muggle los despidió con un vago «Feliz Navidad».

-Se recuperará -aseguró el señor Weasley en voz baja, de camino hacia el páramo-. A veces, cuando se modifica la memoria de alguien, al principio se siente desorientado... y es mucho lo que han tenido que hacerle olvidar.

Al acercarse al punto donde se hallaban los trasladores oyeron voces insistentes. Cuando llegaron vieron a Basil, el que estaba a cargo de los trasladores, rodeado de magos y brujas que exigían abandonar el cámping lo antes posible. El señor Weasley discutió también brevemente con Basil, y terminaron poniéndose en la cola. Antes de que saliera el sol cogieron un neumático viejo que los llevó a la colina de Stoatshead. Con la luz del alba, regresaron por Ottery St. Catchpole hacia La Madriguera, hablando muy poco porque estaban cansados y no pensaban más que en el desayuno. Cuando doblaron el recodo del camino y La Madriguera apareció a la vista, les llegó por el húmedo camino el eco de unas personas que gritaban:

-¡Gracias a Dios, gracias a Dios!

-¡_____(Tn), hija!

La señora Weasley y la señora Scamander, que evidentemente los habían estado aguardando en el jardín delantero, corrieron hacia ellos, todavía calzadas con las zapatillas que se ponían para salir de la cama, sus caras pálidas y tensas y un ejemplar estrujado de El Profeta en la mano de la señora Weasley.

-¡Arthur, qué preocupada me habéis tenido, qué preocupada!

-¿Estas bien?-dijo la señora Scamander tomando el rostro de su hija para luego abrazarla-, me han asustado de muerte, cariño.

La señora le echó a su marido los brazos al cuello, y El Profeta se le cayó de la mano. Al mirarlo en el suelo, Harry distinguió el titular «Escenas de terror en los Mundiales de quidditch», acompañado de una centelleante fotografía en blanco y negro que mostraba la Marca Tenebrosa sobre las copas de los árboles.

-Estáis todos bien, están todos bien, Victoria -murmuraba la señora Weasley como ida, soltando al señor Weasley y mirándolos con los ojos enrojecidos-. Estáis vivos, niños...

Y, para sorpresa de todo el mundo, cogió a Fred y George y los abrazó con tanta fuerza que sus cabezas chocaron.

-¡Ay!, mamá... nos estás ahogando...

-¡Pensar que os reñí antes de que os fuerais! -dijo la señora Weasley, comenzando a sollozar-. ¡No he pensado en otra cosa! Que si os atrapaba Quien-vosotros-sabéis, lo último que yo os había dicho era que no habíais tenido bastantes TIMOS. Ay, Fred... George...

-Vamos, Molly, ya ves que estamos todos bien -le dijo el señor Weasley en tono tranquilizador, arrancándola de los gemelos y llevándola hacia la casa-. Bill -añadió en voz baja-, recoge el periódico. Quiero ver lo que dice.

Una vez que hubieron entrado todos, algo apretados, en la pequeña cocina y que Hermione hubo preparado una taza de té muy fuerte para la señora
Weasley y la madre de Scamander, en el que Artur insistió en echar unas gotas de «whisky envejecido de Ogden», Bill le entregó el periódico a su padre. Éste echó un vistazo a la primera página mientras Percy atisbaba por encima de su hombro.

-Me lo imaginaba -dijo resoplando el señor Weasley-. «Errores garrafales del Ministerio... los culpables en libertad... falta de seguridad...magos tenebrosos yendo por ahí libremente... desgracia nacional...» ¿Quién ha escrito esto? Ah, claro... Rita Skeeter.

La Chica Scamander y el Cáliz de Fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora