Capítulo XII

219 27 0
                                    

-¡Sensacional! -exclamó, girando el botón de retroceso que tenía a un lado-. Puedo hacer que aquel viejo se vuelva a meter el dedo en la nariz una vez... y otra... y otra...

Hermione, mientras tanto, leía con interés su programa forrado de
terciopelo y adornado con borlas.

-Antes de que empiece el partido habrá una exhibición de las mascotas de los equipos -leyó en voz alta.

-Eso siempre es digno de ver -dijo el señor Weasley-. Las selecciones nacionales traen criaturas de su tierra para que hagan una pequeña exhibición.

Durante la siguiente media hora se fue llenando lentamente la tribuna. El señor Weasley no paró de estrechar la mano a personas que obviamente eran magos importantes. Percy se levantaba de un salto tan a menudo que parecía que tuviera un erizo en el asiento. Cuando llegó Cornelius Fudge, el mismísimo ministro de Magia, la reverencia de Percy fue tan exagerada que se le cayeron las gafas y se le rompieron. Muy embarazado, las reparó con un golpe de la varita y a partir de ese momento se quedó en el asiento, echando miradas de envidia a Harry, a quien Cornelius Fudge saludó como si se tratara de un viejo amigo. Ya se conocían, y Fudge le estrechó la mano con ademán paternal, le preguntó cómo estaba y le presentó a los magos que lo acompañaban.

-Ya sabe, Harry Potter -le dijo muy alto al ministro de Bulgaria, que llevaba una espléndida túnica de terciopelo negro con adornos de oro y parecía que no entendía una palabra de inglés-. ¡Harry Potter...! Seguro que lo conoce: el niño que sobrevivió a Quien-usted-sabe... Tiene que saber quién es...

El búlgaro vio de pronto la cicatriz de Harry y, señalándola, se puso a decir
en voz alta y visiblemente emocionado cosas que nadie entendía.

-Sabía que al final lo conseguiríamos -le dijo Fudge a Harry cansinamente-. No soy muy bueno en idiomas; para estas cosas tengo que echar mano de Barty Crouch. Ah, ya veo que su elfina doméstica le está guardando el asiento. Ha hecho bien, porque estos búlgaros quieren quedarse los mejores sitios para ellos solos... ¡Ah, ahí está Lucius!

Harry, _____(Tn), Ron y Hermione se volvieron rápidamente. Los que se encaminaban hacia tres asientos aún vacíos de la segunda fila, justo detrás del padre de Ron, no eran otros que los antiguos amos de Dobby: Lucius Malfoy, su hijo Draco y una mujer que ____(Tn) supuso que sería la madre de Draco.

____(Tn) vio a Harry quien no le quitaba los ojos de encima a la familia Malfoy. Harry y Draco Malfoy habían sido enemigos desde su primer día en Hogwarts. De piel pálida, cara afilada y pelo rubio platino, Draco se parecía mucho a su padre. También su madre era rubia, alta y delgada, y habría parecido guapa si no hubiera sido por el gesto de asco de su cara, que daba la impresión de que, justo debajo de la nariz, tenía algo que olía a demonios.

-¡Ah, Fudge! -dijo el señor Malfoy, tendiendo la mano al llegar ante el
ministro de Magia-. ¿Cómo estás? Me parece que no conoces a mi mujer, Narcisa, ni a nuestro hijo, Draco.

-¿Cómo está usted?, ¿cómo estás? -saludó Fudge, sonriendo e inclinándose ante la señora Malfoy-. Permítanme presentarles al señor Oblansk... Obalonsk... al señor... Bueno, es el ministro búlgaro de Magia, y, como no entiende ni jota de lo que digo, da lo mismo. Veamos quién más...Supongo que conoces a Arthur Weasley.

Fue un momento muy tenso. El señor Weasley y el señor Malfoy se miraron el uno al otro, y Harry recordó claramente la última ocasión en que se habían visto: había sido en la librería Flourish y Blotts, y se habían peleado.
Los fríos ojos del señor Malfoy recorrieron al señor Weasley y luego la fila en que estaba sentado.

-Por Dios, Arthur -dijo con suavidad-, ¿qué has tenido que vender para comprar entradas en la tribuna principal? Me imagino que no te ha llegado sólo con la casa.

La Chica Scamander y el Cáliz de Fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora