Capítulo XXVIII

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Como al día siguiente era sábado, lo normal habría sido que la mayoría de los alumnos bajaran tarde a desayunar. Sin embargo, los amigos no fueron los únicos que se levantaron mucho antes de lo habitual en días de fiesta. Al bajar al vestíbulo vieron a unas veinte personas agrupadas allí, algunas comiendo tostadas, y todas contemplando el cáliz de fuego.

Lo habían colocado en el centro del vestíbulo, encima del taburete sobre el que se ponía el Sombrero Seleccionador. En el suelo, a su alrededor, una fina línea de color dorado formaba un círculo de tres metros de radio.

-¿Ya ha dejado alguien su nombre? -le preguntó Ron algo nervioso a una de tercero.

-Todos los de Durmstrang -contestó ella-. Pero de momento no he visto a ninguno de Hogwarts.

-Seguro que lo hicieron ayer después de que los demás nos acostamos -dijo Harry-. Yo lo habría hecho así si me fuera a presentar: preferiría que no
me viera nadie. ¿Y si el cáliz te manda a freír espárragos?

Alguien se reía detrás de Harry. Al volverse, vio a Fred, George y Lee Jordan que bajaban corriendo la escalera. Los tres parecían muy nerviosos.

-Ya está -les dijo Fred a Harry, Scamander, Ron, Hermione y Naum en tono triunfal-. Acabamos de tomárnosla.

-¿El qué? -preguntó Ron.

-La poción envejecedora, cerebro de mosquito -respondió Fred.

-Una gota cada uno -explicó George, frotándose las manos con júbilo-. Sólo necesitamos ser unos meses más viejos.

-Si uno de nosotros gana, repartiremos el premio entre los tres -añadió Lee, con una amplia sonrisa.

-No estoy muy convencida de que funcione, ¿sabéis? Seguro que Dumbledore ha pensado en eso -les advirtió Hermione.
Fred, George y Lee no le hicieron caso.

-No sirve de nada hablar, Herms. Mira-dijo _____(Tn)

-¿Listos? -les dijo Fred a los otros dos, temblando de emoción-. Entonces, vamos. Yo voy primero...

Observaron fascinados, cómo Fred se sacaba del bolsillo un pedazo de pergamino con las palabras: «Fred Weasley, Hogwarts.» Fred avanzó hasta el borde de la línea y se quedó allí, balanceándose sobre las puntas de los pies como un saltador de trampolín que se dispusiera a tirarse desde veinte metros de altura. Luego, observado por todos los que estaban en el vestíbulo, tomó aire y dio un paso para cruzar la línea.

Durante una fracción de segundo, creyeron que el truco había funcionado. George, desde luego, también lo creyó, porque profirió un grito de triunfo y avanzó tras Fred. Pero al momento siguiente se oyó un chisporroteo, y ambos hermanos se vieron expulsados del círculo dorado como si los hubiera echado un invisible lanzador de peso. Cayeron al suelo de fría piedra a tres metros de distancia, haciéndose bastante daño, y para colmo sonó un «¡plin!» y a los dos les salió de repente la misma barba larga y blanca.

En el vestíbulo, todos prorrumpieron en carcajadas. Incluso Fred y George se rieron al ponerse en pie y verse cada uno la barba del otro.

-Os lo advertí -dijo la voz profunda de alguien que parecía estar divirtiéndose, y todo el mundo se volvió para ver salir del Gran Comedor al profesor Dumbledore. Examinó a Fred y George con los ojos brillantes-. Os sugiero que vayáis los dos a ver a la señora Pomfrey. Está atendiendo ya a la señorita Fawcett, de Ravenclaw, y al señor Summers, de Hufflepuff, que también decidieron envejecerse un poquito. Aunque tengo que decir que me gusta más vuestra barba que la que les ha salido a ellos.

Fred y George salieron para la enfermería acompañados por Lee, que se partía de risa, y Harry, _____(Tn), Ron, Hermione y Naum que también se reían con ganas, entraron a desayunar.

La Chica Scamander y el Cáliz de Fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora