Capítulo XXX

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—¿Crees que este bien?—preguntó Hermione a Scamander.

—No lo sé—admitió viendo su plato, ya que habían bajado a desayunar—. Es una noticia bastante pesada, Herms.

Vio unas tostadas las tomo y envolvió en una servilleta. Ese sentimiento de querer pasar tiempo con Harry, se hacía casa vez más fuerte.

—Te veo después, Hermione—dijo levantándose —, iré con Harry, es el único que no ha venido.

—¿Enserio iras con el?—preguntó Naum sin verlo

—¿Tienes algún problema?

—No, para nada. _____(Tn), lamento lo de anoche—la vio—, entiendo que son tus amigos. Ve.

Camino de regreso al dormitorio con las tostadas envueltas en la servilleta. Había pensado por mucho tiempo que era lo que había pasado en cabeza, tener a Naum en Hogwarts era muy bueno, le agradaba mucho Naum pero su comportamiento distante se le complicaba el sentirse feliz al tenerlo aquí. Y Harry siempre la a ayudado desde que llego junto a Ron y Hermione, se hicieron amigos muy rápidamente y eso le agradaba mucho. Al llegar el retrato se abrió encontrándose con Harry.

—Hola —saludó ella, Harry vio las tostadas—. Te he traído esto... Amh...¿Quieres dar un paseo?

—Buena idea —le contestó Harry, agradecido.

Bajaron la escalera, cruzaron aprisa el vestíbulo sin desviar la mirada hacia el Gran Comedor y pronto recorrían a zancadas la explanada en dirección al lago, donde estaba anclado el barco de Durmstrang, que se reflejaba en la superficie como una mancha oscura. Era una mañana fresca, y no dejaron de moverse, masticando las tostadas, mientras Harry le contaba a Scamander qué era exactamente lo que había ocurrido después de abandonar la noche anterior la mesa de Gryffindor. Para alivio suyo, Scamander aceptó su versión sin un asomo de duda.

—Bueno, estaba segura de que tú no te habías propuesto —declaró cuando él terminó de relatar lo sucedido en la sala—. Si hubieras visto la cara
que pusiste cuando Dumbledore leyó tu nombre, debo admitir que fue gracioso. Pero la pregunta es: ¿quién lo hizo? Porque Moody tiene razón, Harry: no creo que ningún estudiante pudiera
hacerlo... Ninguno sería capaz de burlar el cáliz de fuego, ni de traspasar la raya de...

—¿Has visto a Ron? —la interrumpió Harry.

Scamander dudó.

—Eh... sí... está desayunando —dijo tratando de desviar su mirada.

—¿Sigue pensando que yo eché mi nombre en el cáliz?

—Bueno, no... no creo... no en realidad —contestó Scamander con nerviosismo.

—¿Qué quiere decir «no en realidad»?

—Ay, Harry, ¿es que no te das cuenta? —dijo Scamander —. Está celoso. Y no solo el, si no también Naum.

—¿Celosos? —repitió Harry sin dar crédito a sus oídos—. ¿Celosos de qué? ¿Es que les gustaría hacer el ridículo delante de todo el colegio?

—Mira —le explicó Scamander armándose de paciencia—, siempre eres tú el que acapara la atención, lo sabes bien. Sé que no es culpa tuya —se apresuró a añadir, viendo que Harry abría la boca para protestar y tomo su mano—, sé que no lo vas buscando... pero el caso es que Ron tiene en casa todos esos hermanos con los que competir, y tú eres su mejor amigo, y eres famoso. Cuando te ven a ti, nadie se fija en él, y él lo aguanta, nunca se queja. Pero supongo que esto ha sido la gota que colma el vaso...

—Genial —dijo Harry con amargura—, realmente genial. Dile de mi parte que me cambio con él cuando quiera. Dile de mi parte que por mi encantado... Verá lo que es que todo el mundo se quede mirando su cicatriz de la frente con la boca abierta a donde quiera que vaya...

La Chica Scamander y el Cáliz de Fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora