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Diciembre 15 Día del atentado.

En alguna parte de New York City.

Desconocido.

Algunas personas soñaban con ser alguien importante, tener dinero y fama, creían que eso resolvía todo, pobres ilusos no sabían que detrás de todo eso se vivía lo difícil o al menos en mi experiencia era así, el dinero lo tenía a manos llenas, la fama me perseguía a todos lados que pisaba y me gustaba, pero no me gustaba el costo que tenía todo aquello.

Y aquí estaba, entrando a la oficina de mi padre mi mayor verdugo y salvador al mismo tiempo, si necesitaba algo o quería algo solo con mandarle un mensaje pidiendo lo que necesitaba bastaba para que lo tuviera de inmediato, pero así como yo pedía el también exigía, tenía que cumplir con las cosas que me pedía, de niño no me molestaba con sus cosas pero recientemente me estuvo jodiendo con sus cosas, no me dejaba en paz. Mi padre y yo no teníamos la mejor relación ya que abandono a mi madre apenas supo que estaba embarazada de mi, claro no podía arriesgar su feliz matrimonio, el karma le llego rápido ya que su esposa murió después de dar a luz a su hija.

Creía que se acercaba a mi y me daba todo lo que quisiera para compensar el echo de haber faltado en mi mayor etapa de crecimiento la niñez, que equivocado estaba el solo me veía como un peón en su juego de ajedrez por el poder, todo el mundo lo veía como uno de los mejores empresarios y más importantes arquitectos, solo una persona le estorbaba en su camino Morgan Wiliams, el cual ya le dio una advertencia clara, que no lo quería en su camino. Como dije esa era su fachada yo conocía ambas partes, la de "empresario" y la verdadera el mafioso de mierda que me utilizaba para deshacerse de sus enemigos. Así es mi padre era Loui Mutolo el líder de la mafia Italiana y tenía una media hermana la cual no sabia si estaba viva o muerta ya que jamás reconoció y para todos la hizo pasar como muerta, solo los más allegados sabían la verdad, a mi me lo había confesado por que dijo que en algún momento nos íbamos a encontrar con ella.

Loui me esperaba recargado sobre su escritorio, es pose de intimidación y retadora que lo caracterizaba me dio la bienvenida cuando alce la vista del piso para verlo, hace mucho tiempo que no me mandaba a llamar aproximadamente unos tres meses, así que me sorprendió cuando me pidió que viniera aquí de carácter urgente.

— Padre. — salude apenas conecte mi vista con la de el, me quemaba la garganta hablarle con ese titulo, de padre no tenía nada.

— Hijo. — me asqueaba el termino, no quería ser hijo de un maldito mafioso.

— Me mandaste a traer, ¿qué necesitas? — no podía compartir el mismo oxigeno con el, lo detestaba.

— Eso me gusta de ti, siempre vas al grano. — me dedico una sonrisa de labios cerrados se dio la vuelta para dirigirse a su silla quedando detrás de su escritorio. — Necesito que te deshagas de una persona. — apreté la mandíbula al mismo que todos mis músculos se tensaron. — Te será fácil ya que esta persona es una niña ingenua.

La respiración me fallo, si el me había convertido en uno de sus sicarios hace años, pero siempre me mandaba a matar a hombres que se movía en su mismo circulo y con ayuda, el golpe final lo daba yo, pero siempre tenía más personas para que me ayudaran el trabajo sucio, pero jamás a mujeres, niños, o niñas.

— ¿Qué?

— Lo que escuchaste. — se agacho un poco para abrir un cajón, de el saco un folder negro, sabia que ahí estaba la información de la persona que tendría que matar. 

— No. — fue lo único que pude pronunciar, el detuvo lo que estaba haciendo para dirigir su vista hacia mi.

— ¿No? — enarco una ceja en mi dirección, soltó una risita que me erizo el bello de la nuca. — es que no te pregunte si querías o no, fue una orden. — hablo firme parándose frente a mi, me sobrepasaba en altura.

Un amor a la antiguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora