Reunión

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—Eres la única que lo sabe—

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—Eres la única que lo sabe—. Mi padre me explicó.

Él quería iniciar la guerra para finalmente acabar con Morgana, el Báculo había sido robado pero Gunmar aún no podría despertar a mi maestra si un humano no lo empuñaba y recitaba el encantamiento.

—Sé que los cazatroles estarán en contra de la guerra pero creo que es la única manera, igual pienso que convertir a Jim en Trol es una gran opción—. Mencioné tomando asiento frente a él.
No es que quisiera sangre y destrucción, solo quería que mi maestra tenga paz y que todos mis amigos sobrevivieran.

Mientras los cazatroles hacían unas labores mi padre decidió pasar el día en mi apartamento. Queríamos recuperar el tiempo perdido y estar juntos antes de la batalla final.

—¿Estás lista para matarla si es necesario?—.

—Si padre, si necesito acabarla por el bien de todos, lo haré—. Hablé decidida aunque aún me dolía lo que tendría que hacer.

—Estoy orgulloso de tí, haz madurado bastante. No debe de ser fácil para tí ver en lo que Morgana se convirtió—.

—La quiero y no quiero ni imaginarme cómo sería sellarla, pero debo ser racional—.

—Eres igual de decidida que ella—.

—Gracias, supongo—.

El silencio se hizo evidente en aquella habitación, papá miraba todo a su alrededor como si fuera un niño lleno de curiosidad por las cosas nuevas.

—Papá, háblame de mamá—. Le pedí, él suspiró y una leve sonrisa se dibujó en su rostro.

—¿Qué quieres saber?—. Me sorprendí al escuchar que quería responder a mis preguntas. Nunca quiso hablar de ella y solo sabía pequeñas cosas por lo que había escuchado del rey Arturo y Morgana.

—Todo—.

—Eres exactamente igual a Leonor, heredaste sus profundos ojos oscuros y sus facciones, igual su amabilidad y amor por los demás—.

—Me hubiera gustado ser pelirroja, como ella—. Sonreí imaginándome.

—Para tu mala suerte eres pelinegra como yo, aunque esos mechones rojos que te hiciste me recuerdan mucho a tu madre—. Papá parecía disfrutar de los recuerdos.

—Ya no eres pelinegro, anciano—.

—¡Señorita!—.

—Lo siento. Hisirdoux me contó que su madre tenía los ojos azules y que fue uno de sus últimos recuerdos de ella, quizás por eso su magia es de ese tono—. Le planteé la teoría que hace tiempo había discutido con Doux.

—Quizás. Tu magia podría ser de ese tono por tu madre, sería algo muy lindo que la tengas presente a pesar de que nunca la conociste—.

—Siempre la tengo presente. Sé que me quería y siempre me cuida—. Le dije a papá y su sonrisa disminuyó lentamente.

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