DRACO'S SECRETS ✧ draco malfoy [✓]

05.

Larissa estaba regresando derrotada a su sala común. Durante su camino solo pensaba en lo molesto que había sido el tener que caminar hasta la sala común de Slytherin, las mazmorras y tener que regresar a su propia sala común en Gryffindor, ni siquiera había regresado con una minima parte de su proyecto avanzado, no habían si quiera discutido la poción que iban a hacer. 

Ella recordó que Draco había señalado una página de su libro la misma clase de pociones... pero ¿Cuál página era? Quizá solo no era la correcta y Draco la señaló al azar. 

Su corazón se estrujó un poco al recordar como había sido lastimado y aun así, fue obligado a asistir a sus entrenamientos. Por malas lengua y secretos en Hogwarts, sabía que ese chico estaba amenazado para asistir a sus entrenamientos, si faltaba Montague lo expulsaría y tomaría su lugar. 

Pero Draco... él solo era un mortifago, en su cara no se veían intenciones de cambiar, seguía siendo grosero e intimidante con alumnos como ella. 

Cuando llegó a su sala común pudo ver a Seamus, el brillo del sudor en su cara y en su cuello. 

Oh, ella odiaba eso, había olvidado la práctica de Seamus, lo olvido por completo. Seamus la miró con el ceño fruncido. —¿A dónde has ido? Prometiste ir a mi práctica de quidditch. 

Ella mordió su labio con nerviosismo y asintió. —Lo sé, es que... yo iba a ir, pero tenía que ir al baño. — mintió, ella podía hacerlo mejor, pero mentir era difícil muchas veces. 

Seamus lo dudó un segundo, pero la abrazo. Su olor y su mojado uniforme se abrazaron a su cuerpo, mientras la presionaba en un fuerte abrazo, ella sentía el sudor de su cuello y sus mejillas en su cabello. El olor no era del todo agradable, pero lo podía soportar. —Les ganamos a esos imbéciles. — murmuró Seamus sobre su cabello.

Ella asintió.—¿Pero no era solo una práctica?

—Cualquier momento para ganar, debe ser aprovechado. 

Ginny gimió molesta. —Cállate, Seamus, empiezas a sonar como Oliver Wood. 

Larissa sonrió divertida al recordar al chico Gryffindor, era unos años mayor a ellas, pero tuvieron la oportunidad de escabullirse al baño de prefectos, viendo como el pobre chico estaba llorando mientras intentaba ahogarse en las duchas. 

Seamus se burló sin gracia y soltó a Larissa. —No es un juego para mí, Harry no esta y sé que vendrá al partido de quidditch contra Slytherin, solo y exclusivamente para ver como los arrastramos por el piso. — señaló. 

Ginny sonrió maliciosa. —Además vendrán mis hermanos. — inquirió con ingenio.

Ginny y Larissa se vieron sonrientes de forma maliciosa. Ambas sabían que el hermano mayor de Ginny —Ron Weasley— había tenido un pequeño enamoramiento durante tres años, eso hasta que comenzó a ser más unido con Hermione y se hicieron inseparables, en especial durante la guerra. 

Seamus entre cerro los ojos en los de Ginny y la apuntó con un dedo acusador. —Ni se te ocurra mencionarlos más. — le dijo a Ginny, quien sonrió a punto de soltar una carcajada. 

Ambas amaban hacer enojar a Seamus, por supuesto que él sabía que ellas solo bromeaban y Larissa no estaba enamorada de los hermanos de Ginny Weasley, aunque Seamus era una persona insegura, no sabía si ella se podría llegar a enamorar de alguna otra persona en Hogwarts, es por eso que tenían diversos roces entre ellos, incluso peleas gritando cuanto se odiaban —eso siempre por parte de Seamus— mientras Larissa solo lloraba mientras escuchaba sus hirientes palabras. 

Ella no era una persona que tomara tan personales los insultos, pero cuando venían de personas importantes en su vida, eso le dolía demasiado. Recordaba como Luna nunca la insultó, nunca fue hiriente con ella ni mucho menos la golpeó. 

Luna siempre fue buena.

Su Luna.

Ella no estaba más.

El estómago de Larissa se revolvió al sentir la sensación de tristeza sobre ella. Ella odiaba el sentimiento que le provocaba, pero a la vez era un sentimiento muy familiar en ella después de la guerra, luego de tanto caos, sintió como si estuviera sola. Tenía a Seamus, Ginny y a sus amigos de Gryffindor, incluyendo otras cosas, pero ella... ella se sentía la persona más solitaria del mundo. 

Sentía como si apenas pudiera respirar, su estómago estaba revuelto y las lágrimas picaban en sus ojos, amenazando con salir y dejarla en un estado vulnerable. Pero ella reprimió todo, reprimió las ganas de llorar, ella no iba a hacerlo; ella no iba a arruinar el momento de felicidad de su novio y su mejor amiga por haber ganado ese partido amistoso de quidditch. 

Ellos necesitaban un poco de felicidad en sus vidas después de tantas perdidas, ellos lo necesitaban.

¿Ella?

Ella iría después, aunque dudaba sentir lo mismo alguna otra vez. Dudaba ser feliz mientras caminaba por los pasillos sin recordar los gritos, dudaba poder ir al bosque prohibido alguna vez y ver por primera vez a los thestrals, sabiendo que el motivo por el que ahora los veía era la persona que más color daba a su vida.

Aquella rubia de rizos, con sonrisas cálidas y comentarios sin sentido. Ella la extrañaba tanto y cada noche lamentaba que la que haya caído en el campo haya sido Luna, realmente deseó que ella hubiera caído y no aquella persona tan especial. Porque ella necesitaba de Luna.

Nunca podría olvidar la forma en que la Ravenclaw le sonreía todas las mañanas durante el desayuno, mientras hablaban de sus clases o lo agotadas que estaban por haber corrido y corrido por todo el castillo, yendo con los thestral para alimentarlos un poco y buscar los zapatos perdidos de Luna. 

Le dolía mucho no tener a alguien para contarle las ideas más ingeniosas y sin sentido que le llegaban de repente mientras comía, dormía o cepillaba sus dientes. 

Se sentía sola.

Se sentía incomprendida.

Sola.

¿Acaso estaba destinada a seguir la vida sola? ¿Acaso ella hizo algo mal para tener que pasar por el dolor de la perdida de aquella Ravenclaw?

Lo dudaba seriamente, pero así eran las cosas. Ella tendría que soportar el dolor día y noche, los recuerdos que alguna vez fueron felices ahora le dolían y aquellos tristes la hacían tener pesadillas por las noches. 

Mientras la escala de dolor subía poco a poco. Sin saber, que eso la estaba llevando a su propia tumba.