IX.

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No puede ser.
Me relajé mucho al pensar que solo debía hacer lo mismo de la última vez e ignoré un detalle tan obvio como este.

Claro estos tipos son del Moebius ¡¿cómo no pude prever algo así?!...
Será que si los ignoro ¿seguirán llaman...

—¿Están seguros? —preguntó Ino en susurro.

—Si es él. Es Hanagaki-san —repitió Endo, mirándolo directamente.

Sí, lo harán.

Concluyó en sus pensamientos girándose en dirección a aquellos chicos y saludándolos en un gesto simple con su mano.

El rubio podía sentir la mirada de todo el mundo sobre él. Algunas curiosas y otras molestas como, por ejemplo, las de sus amigos a algunos metros de distancia y la del líder de la pandilla enemiga, quien se acercó a él, mirándolo con odio.

—¡¿Tú eres el idiota del punto blanco?! ¡¿el que hizo que mis mejores hombres se revelaran y me desobedecieran?! —escupió furioso mientras se acercaba—. ¿Qué malditos trucos usaste para manipularlos?

El menor ladeo la cabeza, reanalizando su pregunta.
Claro, llegó a la conclusión de que ni el mismo terminaba de entender ese tema.

¿Y yo que voy a saber? Solo les dije que parecían traumados y eso para ellos resultó ser un gesto digno de amistad pura y respeto.

—Pregúntales a ellos —respondió con tranquilidad e inmediatamente fue tomado con fuerza por el cuello del buzo negro que traía puesto.

—¿Te burlas de mi maldito? ¡¿Quién mierdas te crees para hablarme así a mí?! ¡Al inmenso Osanai, líder de Moebius! —dijo el mayor, apretando los dientes y Takemichi, por primera vez desde que se suicidó, sintió ganas de reír.

Inmenso tu mal aliento, inmenso mi tatuaje, inmenso el dolor que provoca un disparo en la cabeza, inmensa mi mala suerte, pero un títere... No es justo que trate de hacerme reír en un momento así —se quejó mentalmente manteniendo su expresión en blanco.

Mikey, Draken y los demás miraban la escena con extrañeza. Uno de ellos por un momento se sintió ofendido por el hecho de que Takemichi conociera a esos tipos, pero no estaba seguro de nada y le era difícil dudar el oji-azul.

—Ahora que lo pienso —respondió el bicolor, mirando a Osanai, y que estuviera tan calmado a pesar de la situación, sorprendía bastante a todos los presentes que ya comenzaban a murmurar—. Creo que Endo-kun y los demás dijeron algo sobre obedecerme... —apenas el chico dijo eso, los mencionados comenzaron a acercarse—. Dijeron que era porque, de algún modo, había ganado su respeto... Y es que hay dos formas de lograr que los demás te sigan. Una es por el miedo influido con violencia y la otra es por la lealtad ganada con grandes actos dignos respeto y admiración... ¿Quieres saber cuál es la que uso?

—¿Te crees filósofo idiota? —se burló el mayor levantando su puño y haciendo que Takemichi se preguntara mentalmente si el chico siquiera sabía el significado de filósofo—. ¿Qué tal si me lo dices cuando tengas totalmente rota la boca? —gritó lanzándole un fuerte puñetazo que no alcanzó a impactar la cara de Takemichi, y este tampoco se había inmutado para recibirlo.

Mirándolo directamente, Takemichi respondió. —Yo no uso ninguna en realidad —continuó el menor, suspirando y soltándose de su agarre—. Por alguna razón, sin darme cuenta cómo, termino haciendo buenos amigos —respondió bajando la mirada, mientras pensaba en aquel rubio bicolor que siempre había estado a su lado, en Hakkai, en su grupo y en todos los que lo apoyaban dando hasta su vida... como el de dragón en la sien a unos metros de distancia.

¿Y quién salvará a Takemichi? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora