XXXI

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Solamente aprendemos a perdonar, cuando a la vez hemos necesitado que nos perdonen muchas veces

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Solamente aprendemos a perdonar, cuando a la vez hemos necesitado que nos perdonen muchas veces.


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3 de Noviembre del 2005:

Un suspiro más salió de sus labios, antes de darle una nueva probada a la lata de café que traía en su diestra.

Quizás debió subir a casa de Chifuyu y tomar uno caliente, pues empezaba a hacer bastante frío por la época –sin mencionar la hora–, y lo que menos necesitaba era enfermarse en estos días. Aunque lo cierto es que realmente no lo hacía porque no tenía la energía ni las ganas, para subir tantas escaleras hasta el piso de su amigo.

Pasando su mirada entre el cielo y las ramas ya casi vacías de los árboles, mientras se acomodaba en la moto de Chifuyu, pensando en el porqué de su tardanza, escuchó como el mencionado llegó rápidamente hasta él con una bolsa en la mano.

—¿Por qué tardaste tanto? Hace frío —le reprochó rápidamente el castaño, levantándose…—Además, ¿no es muy temprano? ¿Por qué teníamos que encontrarnos a esta hora? Aun falta mucho para que empiece el horario de visitas en el hospital —…aunque parecía más cansado que molesto.

Chifuyu le miró entre agotado e indignado. —Sí, hola, buenos días, compañero. Yo estoy bien ¿y tú? No digas que bien, porque no lo parece con esas ojeras que traes. Además, no sé de qué te quejas si ni siquiera estabas durmiendo —le recordó el rubio, molesto por recordarlo, mientras se acercaba a su moto.

Takemichi solo suspiró de nuevo y retrocedió hasta el bote de basura, en donde tiro la lata vacía.

—Estaba leyendo y no tenía sueño.

—¿Cómo tendrías si siempre te veo con una lata de café en la mano? —afirmó el oji-verde mirándole—. ¿Y qué traes ahí? —preguntó con curiosidad, señalando la caja en sus manos—. No pensé que llevarías un regalo para Baji-san.

Takemichi se acercó a él cuando encendió la moto.

—Es algo para todos, solo le haré pensar que es por su cumpleaños. Algo así como una misión o un premio por no haberse matado de nuevo —respondió con una ligera sonrisa, subiéndose tras él.

Chifuyu negó sin entenderlo bien y suspiró resignado. —Antes de ir al hospital, quiero que me acompañes a un lugar.

—Tú eres el dueño de la moto, ve a donde quieras, no es como si pudiera negarme e ir al hospital caminando —respondió Takemichi, apoyando su frente en la espalda del menor.

¿Y quién salvará a Takemichi? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora