Ideas

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—No me agrada.

Después de una larga hora, por fin estaban en el cuarto del hotel.

—Se te notó en la cara —le viró los ojos el pelirrojo.

—Además, ¿por qué tenía que venirse con nosotros en el taxi? ¿No pudo tomar el suyo?

Chuuya suspiró. Dazai se puso bastante irritante desde que le presentó a Fyodor y... Sinceramente, no le sorprendía ni tampoco le culpaba, pero tampoco podía permitir que siguiera así.

—FitzGerald también le pagó la estadía a muchos otros modelos, obviamente nos mandó al mismo hotel a todos —obvió el pelirrojo, pero Dazai seguía sentado en la cama, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.

—¿Y? ¿Me explicarás por qué este Fyodor es tan importante?

Chuuya paró de desempacar, su mirada recayendo en Dazai, quien le veía igual de serio... Aunque no había mucho que contar, pero no significaba que no fuera importante decirle.

—Fyodor Dostoyevski, ruso, modelo como yo. La diferencia, es que tiene contactos en todos lados, más de uno me ha dicho que no es bueno ponerse de su lado malo —empezó a explicar, recordando la primera vez que lo vio cuando tuvo que trabajar con él —. Así que, aunque no te agrade, no lo trates mal, no queremos que mueva algo en la industria que nos afecte, ¿verdad?

Dazai entrecerró los ojos... ¿Qué tan influyente podía ser un sujeto como Fyodor?

—Entonces, ¿trabajaste antes con él y están en buenos términos?

—Algo así —tampoco es que hayan hablado mucho... —. No lo traté tanto en realidad, solo ponía esa sonrisa amable cada que se me acercaba, así que quiero pensar que estoy de su lado bueno —se alzó de hombros, restándole importancia. Lo único que tenían que hacer, era mantenerse alejados de Fyodor, sonreírle cada que lo vieran, y listo. 

—¡Ah! ¿Y si intenta algo contigo? ¿O te amenaza de dejarme? ¿O nos pone una trampa y-

—¡¿Puedes dejar de inventarte una novela en tu cabeza cada vez que tienes la oportunidad?!

Y ahí estaba el dúo del dramatismo y enojo. 

Dazai le sonrió divertido, estirándose para luego dejarse caer en la cama y cerrar sus ojos... Habían sido doce largas horas sentado, molestando a Chuuya y leyendo tonterías. Además, la diferencia de horario que había entre Japón y Francia no ayudaba. Apenas eran las tres de la tarde ahí, en Japón serían por ahí de las once de la noche, estaría trabajando en sus pinturas unas tres horas para luego irse a dormir... Dormir... no sonaba nada mal.

—¿De verdad vas a dormir?

Dazai abrió los ojos, encontrándose con la mirada de Chuuya, quien le observaba con una ceja alzada.

—¿Por qué? ¿No me lo vas a permitir? —le devolvió la pregunta, para luego agregar con una sonrisa—. Oh, aunque podemos estrenar la cama, si sabes a lo que me refi-

Una almohada terminó en su cara antes de que pudiera terminar su chiste. 

—¡Deja de hacerte idiota! —le gritó un Chuuya con el rostro rojo, a veces se preguntaba porqué seguía con el castaño pero... —. Además, no, no te dejaré dormir. Duermes más de doce horas en los apartamentos en los que nos quedamos, ¡estamos en Francia, no puedes hacer lo mismo aquí!

Y así fue como Chuuya terminó arrastrando a Dazai fuera de la habitación en busca de hacer algo para matar el tiempo que sobraba de ese día.

Primero fueron a cambiar el dinero. 

Colores CálidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora