¿Me dejarías dibujarte?

1K 187 111
                                    

...

...

...

Dazai no volvió a ver a Hirotsu hasta un semana después del primer encuentro. Además de que le explicaron que, cada viernes, tenían un pequeño examen del tema que habían visto en esa semana, justo como habían hecho con las fracciones. 

Descubrió también que Chuuya no era tonto, porque, luego de la última vez, lo veía estudiando más y cada que le preguntaba algo de la nada, el pelirrojo respondía correctamente. Le hacía un poco de gracia, porque dedujo que andaba leyendo y repasando para no volver a pedirle ayuda.

—Ya terminé —Dazai anunció a los quince minutos desde que les dieron la hoja del examen. 

Kunikida estaba feliz aunque no lo expresara. Siempre quiso a un niño prodigio que le entendiera rápido a los temas y no le hiciera tantas preguntas. Chuuya igual lo era, pero le costaba un poco más. 

—¿Puedes ir a sacudir los borradores?

Dazai asintió sin más, levantándose de su pupitre, yendo por los borradores para luego dar media vuelta, echarle una ojeada a Chuuya, quien andaba escribiendo algo con rapidez, asegurarse de que estaba bien, y salir del salón. 

En realidad, había querido volver al sótano, pero la mayoría del tiempo se la pasaba con el pelirrojo, así que no podía escaparse. 

Avanzó hasta el dichoso lugar en un paso moderado, saludando con la cabeza a las personas que se cruzaba en su camino, abrió la puerta y bajó las escaleras. 

Por supuesto, lo primero que hizo fue buscar con la mirada la cabellera grisácea del señor.

Y así fue. Ahí andaba, como la primera vez, sentado, con la espalda algo encorvada, el ceño fruncido, un lápiz en la mano y una hoja frente a él, la cual le servía para plasmar lo que tuviera en la cabeza. 

Sacudió los borradores con fuerza a propósito, llamando la atención del señor, quien dejó de dibujar para voltear a verlo.

—¿Tú otra vez? —preguntó Hirotsu al ver al castaño nuevamente.

Dazai tragó saliva. Era ahora o nunca. Dejó los borradores a un lado, volteando su cuerpo hacia el mayor, tomando aire antes de soltar un:

—¿Me enseñaría? Mire —y claro, vino preparado. 

Rebuscó entre los bolsillos de su short, agarrando la hoja arrugada que tenía en uno de estos. La desdobló y se la mostró a Hirotsu. 

Era un dibujo de Chuuya distraído mientras leía un libro. Estaba recostado en su cama, con la mirada completamente enfocada en las letras que tenía en frente, leyendo y comprendiendo cada parte. 

Hirostu alzó una ceja. Era un buen dibujo para un niño de... ¿Qué? ¿Diez años? Tal vez... 

—¿Cuántos años tienes? 

Y Dazai sintió sus ojos iluminarse, porque esa pregunta significaba esperanza. 

—Cumpliré diez el mes que viene. 

Hirostu asintió, agarrándose la barbilla mientras pensaba. De verdad era un talento innato para alguien tan joven como él.

—¿Y cómo aprendiste a dibujar así? 

—Cuando mamá-

Las palabras se le fueron de repente. Su boca se quedó entreabierta, con las palabras en la lengua. ¿Cómo había aprendido exactamente? ¿Fue la vez que su madre se tomó unas pastillas y estuvo inconsciente como dos días? ¿O la vez que salió en la mañana y no volvió hasta la noche del día siguiente?

Colores CálidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora