Resaca

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Atsushi siempre quiso agradecerle a Chuuya por haberse ido para beneficiarlos a ellos. 

Le costó un tiempo entenderlo... pero conforme veía cómo las porciones de comida aumentaban, cómo arreglaban partes del orfanato que desde hacía tiempo habían estado queriendo arreglar, cómo incluso les pagaron una escuela a niños mayores de doce para que estos empezaran a estudiar en escuelas de verdad... Bueno, supo que todo eso fue gracias a Chuuya. 

Y por eso quería verle de nuevo.

Su pequeño plan para encontrarlo inició el primer día de clases que tuvo en la escuela que quedaba cerca del orfanato. Ese día, conoció a Akutagawa Ryuunosuke, un niño que aclamaba conocer a Dazai. 

—¿Dazai Osamu? Sí, lo llegué a conocer... —le sorprendió mucho cuando el azabache se acercó en la hora del recreo tan de repente, preguntando por el castaño —. ¿Por qué?

—Haz que me enseñe. 

Atsushi creyó que el niño le estaba jugando una broma... pero la mirada seria le indicaba que no lo era. 

—¿Disculpa...?

—Haz que me enseñe a pintar como él. 

Se sintió mal... porque estaba seguro de que Akutagawa no sabía nada de Dazai desde la última vez que este vino a su escuela. Así que... trató de ponérselo en palabras bonitas. 

—D-Dazai se rompió la muñeca hace una semana, no podría enseñarte.

Akutagawa entrecerró los ojos... no le creía ni una palabra al albino.

—Mentira. 

Atsushi se removió incómodo, dándole una mordida a la manzana que tenía en mano, esperando ganar tiempo con eso... pero la mirada de Akutagawa le estaba perforando de sobremanera, no podía simplemente ignorarlo y tampoco podía volver a mentir, era demasiado malo a la hora de hacerlo. Suspiró. 

—Dazai fue adoptado hace ya varios meses, no sé dónde esté ahora. 

Ese día, Akutagawa entendió lo que de verdad es estar triste.

Como sea, pasaron los años, ellos dos se volvieron más cercanos hasta el punto de alquilar un apartamento en donde se dividían los gastos para que estos fueran menos pesados en sus vidas. Sobretodo para Atsushi, que sentía que estudiar más estar trabajando, le iba a terminar de matar la espalda.

Akutagawa, para su suerte, tenía a sus padres e incluso una hermana. No era muy cercano con ellos, razón principal por la que le dejaron irse a vivir a otro lado, pero al menos pagaban sus gastos. 

Un día, Atsushi volvía del restaurante donde trabajaba, solo para ser recibido con un eufórico Akutagawa esperándole en la sala de estar. 

—¡¿Lo has visto?! —ni siquiera le dejó saludarle, el azabache fue corriendo hasta él, poniéndole una revista en la cara. 

—Podría verlo si no me lo pegaras, ¿sabes? 

El azabache viró los ojos, dando dos pasos hacia atrás, dándole la revista en la mano esta vez.

Atsushi... tardó un poco en procesar lo que estaba leyendo y las imágenes que estaban ahí. ¿Tal vez estaba viendo mal? ¿Por fin necesitaba lentes? ¡Pero si es tan joven! ¡Tener lentes a los dieciocho no estaba entre sus planes! ¡Ni siquiera tenía dinero para-

—Te pregunté si sabías algo de esto. ¿Hola, tierra llamando a Atsushi? 

Ah, otra vez estaba soñando despierto. Whoops.

Colores CálidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora