Futuro sin colores.

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Fue como si toda la felicidad que había conseguido en ese día, la estuviera devolviendo justo ahora. 

¿Chuuya adoptado? ¿O algo por el estilo? ¿A qué se refería con eso? Entonces... ¿ya no podría seguir hablando con él? Joder, si ni siquiera sabía dónde estaba, con quiénes, si la estaría pasando bien, mal, si lo volvería a ver o...

¿Dazai? 

—Ah... ¿sabes quién le adoptó o algo? —su voz sonó más triste de lo que planeaba, pero no se culpaba, estaba decepcionado, era su cumpleaños y, lo que más deseaba, no pudo conseguirlo. 

Lo siento, nadie sabe nada en realidad, fue como contigo, desapareció prácticamente.

"Desapareció prácticamente". Eran dos palabras que no le gustaban juntas. Chuuya no podía desaparecer solo así, ¿verdad? Era alguien llamativo, que, con solo entrar a la habitación, su sola presencia llamaba la atención de todos. Así que, si seguía en Japón, estaba seguro que lo volvería a ver.

Y si no, haría lo que fuera para volverlo a encontrar. Estaba decidido. 

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Cinco años después. 

Dazai Osamu no supo nada de Nakahara Chuuya después de eso. Llamaba al orfanato cada que podía y Kunikida siempre le respondía lo mismo. 

—No puede darte información personal sin justificación Dazai, si tanto quieres saber de Chuuya, empieza a buscar en otros lados. 

Los primeros meses fueron... tristes. Pensaba en él cada que podía, trataba de retratarlo en sus pinturas, esperando que sus rasgos físicos no hayan cambiado tanto y siga teniendo esa cara de ángel, con las pecas, los labios sonrosados y los bellos ojos azules. Se preguntaba qué tanto había cambiado, si había logrado crecer lo suficiente para no sentirse enano, si el cabello rebelde seguía en su máximo esplendor, si aún tenía esa sonrisa tan contagiosa...

Poco a poco fue olvidándolo... pero no por completo, pues sabía que estaba ahí, en alguna parte pequeña de su corazón. Y no era de extrañar, fue su mejor amigo, su primera familia verdadera y, sobretodo, su primer amor. No quería ilusionarse con volver a encontrarse con él pronto, porque el solo hacer eso... sabía que solo le deprimiría más y le daba más oportunidades a la vida de seguir arruinándole la existencia. Así que en Chuuya, al menos diariamente, ya no pensaba. 

Y así pasaron los siguientes años. No fueron los mejores, pero tampoco hubo cosas tan malas después de que le dijeron que Chuuya había sido adoptado y no supo nada más de él. 

Su relación con Oda mejoró más de lo que esperaba, hasta el punto de poder decir que, tal vez no fueran hermanos de sangre, pero sí de corazón y eso, no era algo sencillo de hacer, mucho menos con alguien como él, a quien le cuesta confiar en las personas y expresar sus sentimientos. 

Incluso su relación con Elise mejoró un poco. Sí, se peleaba con ella las veces en las que ella se escabullía en su cuarto a robarle pinturas, o cuando se comía los postres que a veces dejaba en la nevera, pero también tenían sus momentos familiares en donde salían a comer un helado o a comprarle peluches, claro, todo con el dinero del castaño. 

En cuanto a Mori... bueno, ¿qué puedes esperar de alguien que casi nunca está en la casa? Sabía que lo hacía por el bien de ellos, el de Oda sobretodo, pero no podía evitar pensar de que al menos debería tener uno o dos días de descanso para estar en la casa. También sabía que el mayor estaba a nada de descubrir algo, porque sí, veía el cansancio en sus ojos, pero igual unas llamas, indicando que podría estar haciendo el descubrimiento de su vida. Así que no se metía mucho con él a menos que necesitase dinero. 

Colores CálidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora