Pintura rápida

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La mañana siguiente fue... en pocas palabras, un tanto extraña.

Ni uno de los dos dijo palabra alguna acerca de lo ocurrido la noche anterior, incluso parecían estar evitándose... Cosa que no le encantaba a Chuuya, mucho menos a Dazai; el castaño sabía que si rebasaba ese límite con el pelirrojo, las cosas podían terminar así, con ellos ignorándose por no saber qué decir o hacer, por vergüenza, o porque a Chuuya simplemente no le gustaba de vuelta y se dejó llevar por el momento... ¿Podría ser ese el caso? No, ¿verdad? Porque se dejó besar otras diez veces después del primero, lo cual debía significar que le gustaba, ¿cierto? 

Dios, Dazai podía ser muy inteligente con otras cosas, desde matemáticas hasta geografía, ¿pero amor? Ni siquiera recibió de su madre. ¿Cómo se supone lo entendiera ahora? Solo sabía que el pelirrojo era... todo lo que estaba bien en una persona y que fuera de él; su pareja... pero decírselo en palabras era jodidamente difícil, nunca fue bueno expresando sus sentimientos, ni hablándolos, ni con acciones. 

Por otro lado, Chuuya no podía mirarle a la cara por pura vergüenza. Ni si quiera se acuerda quién inició el beso, ni cómo terminaron de nuevo en sus camas respectivamente como si nada hubiera pasado. Sabía que tenían que hablar tarde o temprano, pero deseaba que fuera tarde. No podía pensar en nada más que eso. ¿Qué le diría? ¿Se confesarían como en los mangas shoujo que lee Haruno? ¿Y luego qué? ¿Actuarían como una pareja a pesar de que habían niños estúpidos como Shirase? Joder, de solo pensar en todo eso, se le hacía un nudo en el estómago. 

Así que, un muy buen día, no fue. 

Para la clase de canto, Dazai desapareció como siempre y fue al sótano donde sabía iba a estar Hirotsu.

—Sigo sin entender, ¿cómo no se han dado cuenta en todos estos años que te desapareces en la clase de canto? —así lo recibió Hirotsu, que se encontraba dibujando algo.

—Precisamente por eso. Se han acostumbrado tanto a no verme ahí, que ya hasta lo ven como algo normal —Dazai se encogió de hombros, sentándose frente al viejo que seguía sin levantar la vista de su dibujo —. ¿Qué dibujas? 

El lápiz de Hirostu paró de moverse, alzando los ojos para encontrarse con los color avellana del más joven y... lo notó diferente. ¿Estaba más alto? ¿O el cabello le creció más? El mayor no sabía qué era, pero estaba seguro que había algo que no notaba a simple vista. 

—¿Ocurrió algo? 

Y era esto lo que precisamente odiaba Dazai, parecía poder poner una máscara frente a todos, menos con Hirotsu que siempre veía detrás de ella. No pudo evitar que sus mejillas se coloraran un poco al recordar la noche anterior y desviar la mirada, mucho menos con la mirada tan penetrante con la que le veía el mayor.

Hirotsu alzó una ceja ante la reacción del otro, y no tardó en deducir más o menos de qué se podría tratar. 

—¿Y bien? 

—Si ya lo sabes no sé porqué preguntas... —le devolvió el castaño, bajando su mirada al dibujo que Hirotsu hacía segundos atrás —. ¿Lagartijas? ¿Desde cuándo dibujas animales? 

—No trates de cambiar el tema, niño. Conozco bien tus artimañas —le dijo divertido, observando cómo Dazai cada vez parecía estar más avergonzado con cada minuto que pasaba —. ¿Qué pasó con Chuuya?

—¡¿Ves?! ¡¿Cómo puedes saber todo?! 

Hirotsu se empezó a carcajear, porque no había hobbie más divertido que molestar a su pequeño alumno, más cuando se trataba de Chuuya. 

Colores CálidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora