Hermoso cumpleaños...

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Había pasado ya un mes desde que Dazai llegó al orfanato y había aprendido muchísimas más cosas, que los nueve años que vivió con su madre. O bueno, eso le gustaba pensar. 

Entre esas cosas estaban:

Uno. Las pastillas sí servían mejor en la noche. Podían serles de buena ayuda, y recordarle con exactitud las facciones de Chuuya, cada pequeña peca que adornaba su nariz y mejillas, la forma en la que las comisuras de su boca se alzaban cuando se reía de sus propios chistes, el brillo de sus ojos cada que lograba contrabandear o robar un chocolate y se lo enseñaba. Adoraba recordar cada detalle, porque así podía dibujarlo con la mente y dormirse pensando en el rostro de un ángel. 

Mas también estaban los malos recuerdos. Recordaba cuando su madre abrazada a la taza del retrete, vomitando por haber bebido de más. Alcohol que él sabía conseguía con el poco dinero que ganaba, lo cual lo dejaba a él con poca variedad de comida, ropa, juguetes, y todo lo que era esencial, al menos para él. Recordaba a quien parecía ser su padre peleando con ella hasta llegar a los gritos o hasta que ella lo sacara de la casa en la que vivían. O todas las veces que se quedaba sin comer. Podían ser horas o hasta incluso días.

Por eso siempre trataba de pensar en el pelirrojo antes de tomarlas, sin embargo, había veces que, aún haciendo eso, los recuerdos de cuando vivía con su madre volvían como sacados de la tumba. Y era molesto, porque él quería olvidarla por completo.

Dos. Había mejorado bastante desde que empezó a leer el libro que le dio Hirotsu. Lo cual le sorprende, porque solo llevaba una semana con el. ¿Lo mejor? Que podía quedarse viendo a Chuuya por horas, y este no se molestaría porque sabía que le estaba dibujando. 

Tenía ya más de diez dibujos de él. 

Que si en el salón, con Chuuya durmiendo sobre su pupitre, un poco de saliva saliéndole de la boca y una sonrisa estúpida que significaba que estaba soñando con motos o que volaba. Que si en el patio de adelante cuando les dejaban salir, con Chuuya colgado de un árbol, haciendo la señal de "amor y paz" mientras se balanceaba como si fuera el animal más libre del mundo. Que si Chuuya en su cama, con el ceño fruncido mientras leía algún libro, estudiando para el examen de esa semana.

Todos los dibujos le gustaban. Pero sentía que faltaba algo en cada uno. Si bien, iba mejorando conforme más hacía, también su incertidumbre de que el dibujo no estaba completamente listo aumentaba. Pero para eso estaba Hirotsu y por eso le preguntaría en estos momentos. 

—¿Y bien? —cuestionó el castaño una vez le entregó todos los dibujos al mayor, este, observándolo con cuidado. 

Hirotsu alzó la vista, topándose con los ojos oscuros del más pequeño.

—Has mejorado —dijo con simpleza, dejando los dibujos en la mesa y recostándose en su silla —. Pero puedo notar que algo te molesta, ¿qué es? 

Dazai agradecía que el señor fuera inteligente.

—Algo hace falta. No se ven como tu dibujo —expresó él, cruzándose de brazos mientras esperaba una respuesta por el mayor. 

—¿Qué crees que falta? 

Dazai se sintió de repente en un examen. Uno sorpresa, donde el maestro te empieza a preguntar cosas que supuestamente ya debes saber, pero que en realidad, no tienes idea alguna. 

—¿Mejorar el sombreado? ¿Cambiar de lápiz? ¿Colorearlo? —probó por decir varias opciones, y supo que todas estaban mal cuando vio sonreír a Hirotsu. 

Colores CálidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora