"No te puedo corresponder." Sus palabras me decían una cosa, y su mirada otra...
No se como le hice para enfocarme todo el día en mis pacientes, pero lo logré. Siempre con una sonrisa, una buena palabra alentadora para ellos a pesar del dolor que llevaba en mi pecho.
Regresé a mi casa en la tarde, pero el silencio fue demasiado. No quería pensar más en él, en su rechazo, en esas palabras que resonaban como un eco en mi mente.
"No te puedo corresponder.."
"Lo amo.. pero ya fue suficiente." Respiré profundo, levantándome del sofá me limpié las lágrimas, y me metí a bañar.
Decidida a divertirme, me vestí para matar. Un vestido rojo corto, pegado a mi cuerpo, tacones altos, y con mi pelo largo suelto.
Llegué al único bar que había en mi pueblito, directo a la barra, y me pedí un whiskey en las rocas. Comencé a beber, disfrutando la música, el ambiente alegre, bailando sola, pero ese hombre ni así salía de mi mente, ¡carajo!
No se cuantos whiskeys después, ya no me pude contener, y cuando fui al baño para poder escuchar mejor le marqué.
"¿Alo?" Preguntó al contestar , y mi pulso se aceleró escuchando su voz.
"Don Armando.. ¿por qué es tan necio?" Pregunté suspirando, sintiendo un nudo en mi garganta.
"¿Samanta? ¿Estas bien?"
"¡No! No estoy bien.. me partió el corazón, mendigo gruñón.. ash ¡ya déjese querer!"
"Estas tomando.. ¿dónde andas?"
"¡Pero no se deja!" Seguí, ignorando su pregunta. "Que hombre tan testarudo. Sabe.. creo que mejor le llamo a Octavis.."
"¡No! Ni se te ocurra Samanta. Seguramente estás en el bar, ahorita voy para allá, ¡te portas bien niña!"
"¡Que no me diga niña!" Grité y colgué el teléfono. Regresé a la barra, pero a los pocos minutos ya estaba Don Armando ahí, sentado a mi lado mirándome con ojos regañones.
"Don Armandoooou, yo lo quiero." Solté sintiendo mis ojos llorosos.
"Ya estás ebria Samanta. Vámonos, te llevo a tu casa." Se levantó intentando tomar mi brazo, pero no me dejé.
"No." Dije testaruda, haciendo puchero. "Yo no me voy de aquí, a menos que..." me mordí el labio, con una sonrisa de traviesa, "usted baile conmigo."
"¿Qué? Estás loca niña. Yo no bailo." Respondió escandalizado.
"Ahh bueno.. quizá aquel muchacho si quiera.. ¡oye!" Grité a ese joven al final de la barra. "¡Ven! Baila conmigo que Don Armandou no quiere."
"¡Una canción nadamas!" Me advirtió, y yo pegué un grito de emoción.
Lo tomé del brazo y lo llevé a la pista, rápido fui con el dj a pedirle una canción, y regresé a su lado.
Tenía una expresión de susto que me mataba de ternura. Pegué más mi cuerpo con el de él, y tomando sus manos las coloqué en mi cintura, y rodeé su cuello con mis brazos.
"Tranquilo." Susurré en su oído cuando comenzó la canción. "No muerdo.. a menos que usted quiera."
"¿Qué voy a hacer contigo Samanta?" Suspiró.
"Quererme, Don Armando, quererme.." sonreí, y negó con una pequeña sonrisa.
La música nos movía, me sentía tan feliz, hasta me daba vueltas y carcajadas se me escapaban. Para no bailar mi señor gruñón lo hacía tan bien ¡Estaba en el cielo!
"Y que me falte el aire para respirar
O que me falte mi alma si lo quiere dios
Que me falte un año para envejecer
Pero que no me faltes nunca tú mi amor
Que me falte el agua
Que me falte el viento
Que me falte todo lo que aun no tengo
Pero nunca tú no me faltes tú"No se que demonios tomaron posesión de mi, pero bajé mis manos por su espalda, y apreté levemente sus glúteos. Don Armando se paró en seco, con una expresión de shock, y ya no aguante, comencé a reírme como desquiciada, ¡era tan chistoso!
"Ya fue suficiente, ¡nos vamos señorita!" Me cargó en sus brazos y me sacó del bar, llevándome hasta donde tenía su camioneta, y yo no podía parar de reír.
"¿Qué le encuentras de gracioso a todo esto?"
"Su cara en primera.." contesté respirando profundo y secándome las lágrimas de la risa. "En segunda.. se que estoy ebria.. que usted me rechazó hoy, y eso me dolió, pero a pesar de todo.. es la mejor noche de mi vida..." cerré mis ojos recargando mi cabeza en su hombro. El aire fresco hizo que el mundo me diera vueltas y estaba aguantándome las ganas de vomitar.
Llegamos a mi casa, y Don Armando me ayudó a bajar, caminándome hasta la puerta. Saqué mis llaves pero simplemente no podía encajarlas a la cerradura. Sentí su mano sobre las mias, guiándome, y volteé a verlo. Su rostro estaba tan cercas de mi, que sentí su aliento, su perfume varonil invadiendo mis sentidos, y ya no pude más.
Temblando de la emoción lo tomé del pelo, nuestros rostros acercándose lentamente, hasta que sentí sus labios sobre los míos.
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𝓓𝓲𝓯𝓮𝓻𝓮𝓷𝓬𝓲𝓪𝓼
RomanceBien dicen que si conoces a la persona correcta en el momento equivocado la vida vuelve a juntarlos de alguna manera. Y así fue mi caso. El hombre de mis sueños, el hombre perfecto, lo conocí cuando yo apenas tenía 17 años, y él ya era un hombre...