"Siempre serás una niña para mi.."
No me podía sacar esas palabras de mi mente. Si mi amor por ese hombre antes no tenía esperanzas, ahora mucho menos. Me lo dejó tan claro con ese comentario. Esas palabras hiriéndome más de lo que imaginé.
Al salir de la hacienda detuve la camioneta al lado del camino, las lágrimas que no podía contener empañaban mi vista. Lloré por largos minutos hasta sentir la calma poco a poco regresar a mi cuerpo.
"Tonta... ¿para que lloras? Jamás tuviste oportunidad con él, eso no cambia por que ahora esté solo.." Respiré profundo secando mis lágrimas.
Giré la llave para encender la camioneta antigua de papá y seguir mi camino al pueblo pero... ¡simplemente no encendía!
"¡No me hagas esto por favor!" Dije golpeando el volante. La poca calma que había recuperado se esfumó en ese instante. La noche había llegado y yo le tenía pavor a la obscuridad, ¡más en medio del monte!
Entré en pánico y el aire me empezó a faltar, sabía que me estaba hiperventilando, pero no podía controlarlo. Recargué mi frente en el volante, cerrando los ojos fuertemente, toda mi concentración en esas dos funciones, inhalar, exhalar, calmada..
Alguien tocó la ventana de mi lado, y pegué un grito asustada, muriéndome de la pena al darme cuenta que no era mas ni menos que Don Armando, mordiéndose el labio tratando de no reírse, seguramente parecía una desquiciada.
"¿Qué estás haciendo aquí niña? ¿Qué no ves que hay coyotes merodeando?" Me preguntó serio.
"¡Que no me diga niña, con un demonio!" Grité histérica sin poder controlarme, pero eran tantas las emociones que simplemente todo me rebasó. "¿Cuáles coyotes?" Pregunté después, seguramente como esa niña asustada que en estos momentos si lo era.
"Calma, calma." Ahora si soltó una risa, la primer risa que veo en ese hermoso rostro desde mi regreso. "Fue una broma de mal gusto. No hay coyotes en esta región, ¿ya se le olvidó ese detalle, Dra. Madrigal?"
"¿Broma? ¿Quiere que me muera del susto? ¿Tanto le molestó que lo obligara a cuidarse de esa caída?"
"¡Tranquila Samanta! Dime que pasa muchacha, ¿que haces aún aquí?"
"Pasa que esta estúpida carcacha ya no quiere encender, y ya es de noche.." Bajé mi mirada, tratando de ocultar el temor que sentía, pero que era tan obvio.
"Vamos.. yo te llevo a tu casa. Mañana puedes mandar por tu camioneta."
Me asomé en el espejo retrovisor y atrás de mi estaba la suya. En medio del pánico no lo escuché acercarse.. tomé mis llaves y mi maletín, y lo seguí a su vehículo. Me abrió la puerta del lado pasajero como todo un caballero y me ayudó a subir.
Don Armando manejó en silencio por varios minutos hasta que decidí romperlo.
"Disculpe por la manera que le hablé.."
"¿Por gritarme más bien dicho?" Asentí sin mirarlo.
"¿Tanto miedo le tienes a la noche?" Preguntó mirándome de reojo, y voltee mi mirada hacia la ventana.
"No a la noche precisamente.. a lo que se esconde en la obscuridad, una vez me perdí de niña y.. bueno, no quiero aburrirlo con ese cuento."
"Hmm." Fue su respuesta.
"¿Puedo?" Pregunté señalando la radio y el asintió.
Al encenderla se encontraba en una estación de noticias, busqué hasta que esa melodía me detuvo. Era mi canción, esa que siempre me hacía pensar en él.
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𝓓𝓲𝓯𝓮𝓻𝓮𝓷𝓬𝓲𝓪𝓼
RomanceBien dicen que si conoces a la persona correcta en el momento equivocado la vida vuelve a juntarlos de alguna manera. Y así fue mi caso. El hombre de mis sueños, el hombre perfecto, lo conocí cuando yo apenas tenía 17 años, y él ya era un hombre...