La siguiente mañana Armando y yo nos despertamos poco a poco, aún seguíamos abrazados. Él al darse cuenta que me tenia entre sus brazos cerró sus ojos de nuevo, soltando un respiro de alivio. Bajó su rostro a mi pecho, abrazándome más fuerte.
Ambos nos necesitamos para sentirnos completos, y en este momento las palabras sobraban, solo queríamos sentirnos, amarnos, disfrutar cada segundo juntos.
Corrí mis dedos por su pelo, mi piel erizándose al sentir sus pequeños besos en mi escote, sus manos bajando a mi trasero apretándome más contra su cuerpo. Un jadeo escapó de mis labios al sentir su mano colarse bajo mi camisón de seda, acariciando mis piernas, apretando suave mis glúteos.. mordiendo mi labio bajé mis tirantes, dejando mis senos al aire libre, y con un gruñido que me estremeció por completo Armando se prendió de ellos con necesidad, succionando, pasando su lengua, dejando unas pequeñas mordidas que me hicieron retorcerme llena de placer.
Sin poder resistirme bajé mi mano colándola en su pantalón, un gemido escapando al encontrarlo ya endurecido, vibrando solo por mi. Lo acaricié de arriba a abajo, haciéndolo jadear, y ya no pudimos más, necesitábamos entregarnos, darle rienda suelta a la pasión.
Quitándome mi panty y su pijama, Armando se acomodó entre mis piernas y entró en mi de golpe, llenándome por completo. Apreté fuerte mis labios para no dejar salir ese grito de pasión, encajando mis uñas en su espalda y me aferré a él, escondiendo mi rostro en su cuello, rodeándolo con mis piernas.
Armando se movía rápido, intenso, desenfrenado, que pronto los dos estallamos de placer. Él cayó rendido a mi lado, abrazándome nuevamente mientras recuperábamos el aliento.
Después de una ducha donde nos volvimos a amar, nos encontrábamos los dos en la cama, Armando tomando mi mano y mirándome con una mezcla de tristeza y confusión.
Era mi culpa.. yo lo hice sufrir de nuevo, a este hombre con el que tanto soñé, al que tanto yo amaba. El sentimiento se apoderó de mi y mi llanto fue imposible de controlar.
Armando me abrazó fuerte, acariciando mi pelo, mi espalda, tratando de calmarme.
"Sam, amor.. dime que es lo que pasa. Sea lo que sea lo podemos resolver entre los dos. No te alejes por favor."
Respiré profundo separándome de él y sequé mis lagrimas. Mi mirada fija en nuestras manos entrelazadas por algunos minutos mientras pensaba cómo soltarle la noticia. Al fin alcé mi rostro y Armando me sonrió melancólico acariciando mi mejilla, con amor y adoración en su mirada. Mi corazón se aceleró, latiendo a mil por hora.
"Armando.. ¿recuerdas eso que te pregunté en la cabaña? ¿Lo que me dijiste que sería un gran error?" él asintió frunciendo el ceño, y lo sentí temblar, "pues.. no es solo una suposición.. es una realidad.. estoy embarazada Armando.. pero si aún piensas lo mismo lo entenderé, no te pido nada, yo sola puedo.."
En ese momento tocaron la puerta y antes de poder responder se abrió de golpe y entraron corriendo ese par de pequeños terremotos. Fernando y Javier, los niños de Octavio, a quienes les había prometido jugar pelota esta mañana ya que me había empezado a sentir mejor. Los dos brincaron en la cama abrazándome, hablando animadamente al mismo tiempo.
"Calma, calma, mis corazones." Reí nerviosamente ante la expresión atónita en la cara de Armando, seguramente producto de la noticia combinada con la repentina interrupción. Mi gruñón ya no estaba acostumbrado a ser rodeado por niños. "Lo prometido es deuda, vamos a jugar."
"Sammy..." susurró el pequeño y tímido Javier en mi oído "¿Quién es él?"
"Él es.. Don Armando, y nos acompaña a jugar, ¿cierto?"
"Si.. si, claro, vamos." Respondió Armando sacudiendo su cabeza y bajamos todos al jardín donde nos esperaba Susana, y me contó que desde temprano Octavio se había ido a trabajar.
Después de algunos minutos corriendo y jugando me comencé a sentir cansada, algo mareada, y me fui a sentar con Suzy mientras los niños seguían jugando con mi señor gruñón. Se veía tan divino.. corriendo con ellos, sus carcajadas, esa sonrisa risueña que iluminaba sus ojitos. Sentí un nudo en mi garganta imaginándomelo con nuestro bebé y respire profundo tratando de controlarme. Este embarazo me tenia mas sensible de lo normal.
"Ya se lo conté." Le dije a Suzy, mi mirada aun en él.
"¿Y como reacciono? ¿Qué te dijo?"
"¡No lo se! En ese momento llegaron los niños por mi para jugar." Me mordí el labio nerviosa.
"Ay, perdón.." soltó una pequeña risa "pero es que estaban tan emocionados que te sentías un poco mejor para jugar con ellos, fueron imposibles de controlar."
"No te preocupes.. son unos hermosos."
"Si que lo son.. los quiero tanto como si fueran mis propios hijos." Suspiró, y puse mis brazos sobre sus hombros.
"Suzy.. ¿y Octavio? ¿No sientes nada por él?"
"¿Qué? Estás loca niña. Octavio es mi jefe.. nada mas." Negó.
"Pero podría ser mas, mucho mas que tu jefe. Escucha tu corazoncito Suzy. No seas terca igual que ellos."
"Samanta... mira, creo que ya llevaré a los locos esos a desayunar.. para que puedan hablar ustedes."
"¡Claro! Huye cobarde."
Suzy soltó una carcajada y después de llamar a los pequeños se los llevó a la casa. Armando caminó lentamente hacia mi, hasta sentarse a mi lado en la banca. Me miraba con una expresión que no podía descifrar y traté de esquivar su mirada pero me tomó suave del mentón.
"Sam.. soy un idiota.. por decir esas cosas sin pensar. Jamás me imagine.. jamás pensé que fuera posible ser padre nuevamente a esta edad. Pero jugando con esos pequeños.. imaginándome esa vida a tu lado, un pedacito tuyo y mío.. Samanta, me haces el hombre más feliz del mundo. ¡Vamos a tener un hijo!"
Armando me abrazó fuertemente, lágrimas de felicidad corriendo por sus mejillas, y me cubrió el rostro de besos.
"¡Un bebé nuestro, mi vida!"
Armando pego un grito, tomándome en sus brazos y girando conmigo. La felicidad no cabía en mi pecho. Al bajarme lentamente nos fundimos en otro abrazo, en un beso tan tierno, tan perfecto, un beso lleno de amor.
ESTÁS LEYENDO
𝓓𝓲𝓯𝓮𝓻𝓮𝓷𝓬𝓲𝓪𝓼
Lãng mạnBien dicen que si conoces a la persona correcta en el momento equivocado la vida vuelve a juntarlos de alguna manera. Y así fue mi caso. El hombre de mis sueños, el hombre perfecto, lo conocí cuando yo apenas tenía 17 años, y él ya era un hombre...