𝙲𝟷𝟺 𝙰𝚖𝚊𝚍𝚊 𝙼𝚒𝚊

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Don Armando llenaba mi cuerpo de dulces besos, mis hombros, mi cuello, bajando cada vez más... sus caricias erizaban mi piel, y suspiros escapaban mis labios.

Cuanto soñé con este momento, y por fin se hizo realidad, mi hombre perfecto me amaba, tanto como yo lo amo a él.  Y esas miradas llenas de adoración eran solo para mi.

"Don Armando..." Suspiré corriendo mis dedos  por su pelo al sentirlo apretar suave mis senos con sus fuertes manos, pasando su pulgar sobre mis pezones endureciéndolos. Sentí su aliento sobre ellos, su bigote rozando mi piel, y mi cuerpo tembló con anticipación.

"Ya no me digas 'Don', me haces sentir más viejo.Susurró alzando su mirada.

"Está bien, si usted ya no me dice 'niña'." Sonreí pícara.

"Pero me encanta decirte niña, mi niña loca.."

Mis protestas murieron en mis labios.. Don Armando pasó su lengua lentamente sobre mi pezón, prendiéndose de el después. Succionaba sutilmente, sin dejar de apretar el otro seno, y yo no pude contener mis gemidos de placer. Este hombre me llevaba hasta el cielo, y yo lo adoraba con todo mi ser.

Mi otro seno recibió las mismas atenciones, y yo ardía en deseo.. Lo tomé del pelo en busca de sus labios, y lo besé suave, lento, pero intensamente. Pasando mi lengua sobre sus labios, dejando pequeñas mordidas. Él se separó lentamente, mirándome a los ojos por un tiempo, acariciando mi rostro, mi pelo..

"Samanta.." habló al fin, sus ojos brillando con emoción "Mi niña loca.. amada mía, te amo tanto."

Mi corazón explotaba de amor, mis ojos se empañaron con lágrimas de felicidad, y lo besé nuevamente.

"Te amo Armando.." susurré sobre sus labios "desde siempre, y por siempre, mendigo gruñón.  Te amo.."

Armando se acomodó entre mis piernas, entrando en mi lentamente.  Me entregué por completo a él, dejándolo amarme a su modo.  Me hizo el amor como nunca lo imaginé, con adoración, lento, pero intenso.  Lleno de dulces caricias, de besos, nuestras miradas conectadas.  A cada momento demostrándome lo que sentía por mi. 

Era una conexión única, esa la de nosotros, todo a causa de un amor tan inmenso, un amor por fin recíproco.

Ambos alcanzamos las estrellas, y en los brazos de Armando mi dicha era infinita.  No se cuanto duramos en esa recámara, amándonos hasta ya no poder.

La tarde llegó, y después de algunas protestas, pues nunca se había bañado acompañado, logré convencerlo a tomar una ducha juntos, donde después de una inicial pena de parte de él, los besos y caricias no faltaron.

"¿Pizza?" Me preguntó alzando una ceja dudoso al escuchar mi propuesta para la cena.

"¡Pizza!" Dije con una carcajada.

Mi señor gruñón, tan recatado, tan tradicional, no comía esas "cosas de jóvenes", como dijo él, pero yo me encargaría de mostrarle un mundo diferente, enseñarle nuevas experiencias.. sobre todo en la intimidad..

Por que a pesar que el era un hombre maduro, en sus 50 y tantos años, me di cuenta que en esa área era más conservador, y yo más.. ¿aventurera?

Ordené la pizza, y los dos nos acomodamos en el sofá, tomando vino y escuchando música mientras esperábamos.

"¿En serio nunca te diste cuenta lo que sentía por ti?" Pregunté recargando mi cabeza en su hombro.

"Ese noche que te llevé a tu casa.. donde me abrazaste al final, pasó por mi mente. Pero inmediatamente lo descarté, en ese entonces si que eras una niña, y estaba seguro que me imaginaba cosas."

"No.. no te lo imaginaste. Tus hijas se dieron cuenta de mis sentimientos, por eso decidí irme del pueblo."

"¿Qué? Pero si yo ni estaba enterado, y nada pasó.."

Le conté como sucedieron las cosas, y que a final de cuentas no me arrepentía de esa decisión. Maduré y encontré mi propio camino, viví experiencias únicas en otro país, y me desenvolví en mi carrera para regresar preparada y realizar mi sueño de expandir el consultorio, llevarlo a ser el principal hospital de la región.

"Me encanta tu visión, tus planes a futuro." Dijo besándome la cabeza.

"Y en esos planes estás tú." Sonreí acariciando su rostro.

"Una cosa si no me agrada. Ese Octavio.. si sigue insistiendo me lo dirás, ¿cierto?"

Solté una carcajada al ver su expresión de señor celoso, y le dejé un pequeño beso en los labios.

"Octavio es un buen hombre. Pero no es mi hombre, ese es usted, gruñón divino. Creo que después de hoy no le quedará duda que mi corazón tiene dueño."

"Por su bien eso espero.."

"¡La pizza!" Anuncié al escuchar alguien tocar la puerta.

Me levanté emociona, y caminé hacia la entrada a recibirla, Armando detrás de mí. ¡Me moría de hambre!

Pero mi sorpresa fue mayor al abrir y encontrar la hija de Armando parada ahí, con sus manos en su cintura, y una expresión seria en su rostro.

"¿Sorprendidos?" Preguntó alzando una ceja. "Podrían disimular por lo menos. La troca de papá está estacionada enfrente de tu casa desde anoche Samanta."

𝓓𝓲𝓯𝓮𝓻𝓮𝓷𝓬𝓲𝓪𝓼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora