𝙲𝟸𝟿 𝙼𝚒 𝚀𝚞𝚎𝚛𝚒𝚍𝚘 𝚂𝚎ñ𝚘𝚛 𝙶𝚛𝚞ñ𝚘𝚗

344 35 14
                                        

POV Don Armando

Esa niña loca, como siempre, ponía mi mundo de cabeza.. desde el momento que regresó a mi vida no dejaba ni un momento de sorprenderme... pero ocultarme lo que pasaba con mis hijas.. siguiéndoles el juego, guardando secretos, la amaba con todo mi corazón, pero nada de eso era tan fácil de perdonar.

Necesitaba mi tiempo, calmar mi humor, pensar las cosas. Y eso era imposible aquí en esta casa con esas tres escandalosas que a cada rato me venían a preguntar que si me sentía bien, que si necesitaba algo, queriéndome hacer plática cuando aún no quería yo.. ¡no me dejaban respirar!

Desperté esa mañana triste al no sentir el calor de mi Samanta al lado mío como ya era nuestra costumbre... sin sentirla acurrucarse a mi costado aún somnolienta, abrazándola y robándole ese primer beso del día.. suspiré sentándome y tallándome los ojos.

¿Quizá era tiempo de enmendar las cosas.. unir la familia de nuevo?

Pero no.. aún no era el momento de dar mi brazo a torcer.  Mi orgullo no me lo permitía, y esas locas necesitaban recapacitar, darse cuenta que los secretos no tenían espacio en esta familia, y que me dolía que no me tuvieran la confianza para contarme cosas de esta magnitud.

Por que al fin y al cabo, un nieto era una bendición. Jamás juzgaría a mis hijas por quien decidían amar. Ni a Katia por enamorarse de José,  ni a Abigail.. mi dulce Abigail, ¿como fue a pensar que me decepcionaría por que amaba a una mujer?

Si las cosas no funcionaban para alguna de las dos aquí tenían a su papá que nunca las abandonaría.

Fue grande la impresión al enterarme del embarazo de Katia, de la relación de Abigail con Lucía, algo que nunca me imaginé, no lo negaba. Pero al fin de cuentas la felicidad de mis hijas era lo que más me importaba.

Después de darme una ducha rápida y vestirme bajé al comedor. Esta mañana solo se encontraba Abigail desayunando.. Katia estaría en su recámara por supuesto, pero.. ¿y Samanta?

Tomé mi asiento usual al frente de la mesa y comencé a leer el periódico mientras Gertrudis nos servía el desayuno

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Tomé mi asiento usual al frente de la mesa y comencé a leer el periódico mientras Gertrudis nos servía el desayuno.  Pero no me podía concentrar en lo que leía...

"Papá.. buenos días." dijo Abigail tratando de llamar mi atención.

"Hmm" respondí sin despegar mi mirada del periódico.

"¿No me vas a preguntar por ella? ¿No se te hace raro que Samanta no esté aquí, cuando nunca se ha perdido un desayuno con nosotros?" Abigail preguntó.

¿Samanta no se encontraba en la casa?

"¿Qué voy a saber yo? Se habrá ido a la clínica temprano.." Contesté frunciendo el ceño, mi tono frustrado ocultando el pánico que crecía en mi, pues era verdad lo que decía Abigail.

Desde que Samanta vivía en la hacienda siempre desayunábamos juntos, incluso en estos últimos días que por mi enojo.. mi dolor.. no le dirigía la palabra a nadie, y que le había pedido a ella que durmiera en la habitación de huéspedes, con la excusa de que necesitaba espacio para mi recuperación.

Pero la verdad es que ella era mi debilidad.. si la tenía cercas mi enojo se disiparía mas pronto.. terminaría ella con esa barrera que sin querer, sin poder evitarlo, estaba formando alrededor mío de nuevo.

"Esto es en serio papá.  Pasa que Sammy se cansó.  No me quiso decir mucho, pero te dejó una nota en tu despacho."

Olvidando el desayuno por completo salí rápidamente en busca de esa nota. Mis manos temblaban al leer su contenido.

"Mi querido Señor Gruñón..

Se que lo que hice es imperdonable..  que no debí ocultarte cosas.. tener secretos entre nosotros jamás fue mi intención y asumo mi responsabilidad.

Mi única excusa es que esos secretos no me pertenecían, no eran míos para contar, y me sentía entre la espada y la pared.

Te amo.. y amo a esas locas hijas tuyas que ahora son mi familia.

Espero que algún día puedas perdonarme.  Te daré el espacio que necesitas, el que me has pedido, y no te molestaré más.  De nuestro bebé.. de él no te preocupes, te mantendré informado de todo.

- Sam"

"¡Niña loca!" Fue todo lo que pude decir.

Mi mente volaba, los peores escenarios llegando a mi cabeza.  ¿Donde diablos se fue?  Por que si la conocía bien, si se quería alejar de mi, no se iría a un lugar donde fácilmente la pudiera encontrar.

Exasperado, inútilmente tratando de calmarme fui en busca de Abigail.  Mi corazón latía a mil por hora, y mi enojo mas que nada crecía en mi.

Abigail no se encontraba en el comedor, y al entrar a la recámara de Katia las dos hablaban de manera sospechosa, muy juntitas, parando al momento que abrí la puerta.  Como tantas veces de niñas cuando las cachaba en alguna travesura.

"Ustedes tienen algo que ver con esto." No fue una pregunta, sabía muy bien que las tres tramaban algo.

"No se de que hablas papá.  ¿A qué te refieres?" Dijo Katia con una pequeña sonrisa, que más que confirmaba mi sospecha.

"Katia.. Abigail.. mi paciencia tiene un límite" advertí achicando mis ojos. "¿Donde está Samanta?"

"¡Ahhh! Ya recuerdo." Dijo Katia animada.

"Si, si.." siguió Abigail.  "Mencionó algo anoche,  ¿no? ¿A quien era que quería ir a ver?"

"¡Don Octavio! Si es cierto, dijo que quería ir a la Hacienda Arango a visitar a Octavis."

"El abusador ese.." dije entre dientes y salí lo más rápido hacia la hacienda de mi disque amigo, escuchándolas soltar una carcajada al cerrar la puerta detrás de mi.

¡Niña loca! ¿Me quería ocasionar un infarto de verdad esta vez o qué?

𝓓𝓲𝓯𝓮𝓻𝓮𝓷𝓬𝓲𝓪𝓼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora