Todo parecía un sueño, un maravilloso sueño del cual no quería despertar. Mi corazón estallaba de amor y mi cuerpo ardía de deseo.
Don Armando entró a mi recámara conmigo prendida de su cintura, y sin dejar de besarnos quedamos en medio de la cama. Con fuego en sus ojos se puso de pie, quitándose el saco, desabotonando su camisa, y justo en ese momento mi mundo dio vueltas.
Cerré mis ojos fuertemente, cubriendo mi rostro con mis manos y rápido él estaba a mi lado de nuevo, tomándome en sus brazos.
"Sammy.. ¿qué pasa?" Preguntó preocupado.
"Un mareo.. todo me dio vueltas." Respondí respirando profundo hasta que el malestar se me pasó.
"Perdóname... me dejé llevar, aún no estas bien. El abusador soy yo." Me dijo apenado, intentando alejarse pero no, ya era demasiado tarde, a este hombre yo ya no lo suelto.
Con una carcajada, recostándome de nuevo en la cama lo jalé de la camisa para que se acostara a mi lado. Suspiré acurrucándome en su pecho y el puso un brazo alrededor de mi, besando mi cabeza.
"Déjese llevar más seguido.. me encanta." Alcé mi mirada a la suya, tomándolo del rostro. "Abuse de mi, Don Armando." Susurré con una sonrisa pícara.
"¿Por qué tengo la sospecha de que serás tú la que abuse de mi?"
"No me diga que no se muere por averiguarlo.." Susurré, tomándolo del rostro besándolo nuevamente, pero justo cuando todo empezaba a volverse intenso de nuevo el se separó con delicadeza, y yo suspiré, haciendo puchero.
"Condenada... ese puchero no me va a convencer. Mejórate primero, y luego.. ya veremos. Tienes que dormir y descansar para recuperar tus fuerzas de nuevo."
"¿Se queda conmigo?" Pregunté , y me dio una pequeña sonrisa, esa tan hermosa con una pizca de melancolía, que me movía el corazón.
"Te dije eras mía, pero en realidad quien está a tus pies soy yo.. de tu lado no me quiero apartar."
Sentí un nudo en la garganta y no pude responder. Este hombre me mataba, mi corazón era suyo completamente.
Me moría por estar con el, por entregarnos en cuerpo y alma, demostrarle cuanto lo amaba, y era obvio que el sentía igual.. pero aún no me recuperaba del todo, y cuando hace unos momentos mi cuerpo ardía en deseos, ahora me pedía a gritos descansar, dormir unas largas horas sin interrupciones.
Y eso es justo lo que hicimos. Don Armando se quitó las botas y pantalones, quedando solo en bóxers y su camisa, y se metió bajo las cobijas conmigo, abrazándome nuevamente. Con mi cabeza sobre su pecho, escuchando los latidos de su corazón, sintiendo sus suaves caricias en mi espalda, pronto me rendí ante el cansancio, y ambos nos quedamos dormidos.
Horas después, yo desperté primero, y sonreí llena de felicidad al verlo dormir a mi lado, escuchar esos pequeños ronquidos suyos. Me conocía perfectamente, y con el desayuno, y esas horas de descanso, me sentía mucho mejor, lista para..
Mordiéndome el labio nerviosa, ansiosa, comencé a acariciar sus brazos, su pecho, amando como se erizaba su piel. Mi mano bajó más y más, hasta acariciar su hombría sobre la tela.
"¿Qué haces niña?" Preguntó abriendo sus ojos, con su voz agitada, un poco ronca.
"¿No le gusta?" Susurré aparentando levemente, y él soltó un jadeó, confirmando lo que con palabras no podía decir.
Sin esperar respuesta colé mi mano en su bóxer, acariciando de arriba a abajo, sintiéndolo temblar. Pero necesitaba más, sentía unas ganas inmensas de probarlo, de hacerlo mío. Le quité el bóxer, y al sentir mi aliento sobre su hombría su respiración se volvió más agitada.
"Sam.. a mi nunca.." se sonrojó y entendí perfectamente. Don Armando estaba nervioso, a mi hombre nunca lo habían adorado de esta forma, y eso me llenaba de emoción.. ser la primera en hacerlo.
Agachándome pasé mi lengua lentamente de abajo a arriba, hasta tomarlo por completo en mi boca. Don Armando soltó un fuerte gemido varonil que me hizo temblar de deseo. Comencé a lamerlo, a besarlo, succionarlo, adorándolo con todo mi ser, marcándolo como mío, solo mío, y con esos gemidos, esos gruñidos, me confirmaba que ya lo era.
"Sam, ya no puedo más.." jadeó, y subiéndome giró sobre mi, besándome con urgencia, con tanta pasión.
La ropa restante voló por todos lados, y acomodándose entre mis piernas me sujetó de la cintura, y entró en mi de golpe.
Solté un fuerte gemido lleno de placer al sentirlo invadir mi cuerpo, al llenarme por completo, ¡que hombre!
Se quedó inmóvil por unos segundos, nuestras miradas conectadas, y me miró con tanto amor, que sentí una lágrima escaparse. Lo tomé del pelo trayéndolo hacia mi, besándolo, y comenzó a mover sus caderas. Mis gemidos, mis jadeos, morían en sus labios, me llevaba hasta el cielo al sentir nuestros cuerpos chocar con tanta pasión.
Armando era solo el segundo hombre con el que había estado en mi vida, pero él era mi hombre, y la conexión era indescriptible.
Me aferré a él, mordiendo su hombro, dejando pequeños araños en su espalda. En un rápido movimiento giré quedando sobre él, y me miró nuevamente con asombro.
"¿Tampoco te habían echo esto?" Susurré y Don Armando negó en respuesta.
Acomodándome sobre él, uniendo nuestros cuerpos lentamente, me dejé llevar, mis caderas moviéndose con necesidad en busca de ese tan deseado final. Don Armando apretó mis senos, jugando con mis pezones erguidos, y me comencé a mover más rápido, gimiendo sin control.
Don Armando se sentó besándome, apretando mi espalda, sus manos bajando a mi trasero, haciendo mis movimientos más profundos, y con un grito de placer mio, un gruñido suyo, alcanzamos las estrellas, el orgasmo más maravilloso de mi vida.
Caímos los dos rendidos, nuestras respiraciones agitadas, miradas de asombro en ambos. Don Armando me abrazó fuerte, aún temblando, besando mi cabeza.
"Nuestro verano llegó.." susurré después de unos minutos, corriendo un dedo sobre su pecho, notando su piel erizarse.
"¿Cómo así?" Me preguntó con una pequeña sonrisa, la cual yo regresé, y apoyándome en mis antebrazos lo miré, cantando suave la letra de esa canción, que hace años escuché de su boca.
"Que yo soy otoño en tu vida
Y tu eres dulce primavera
No saben que guardo un verano
Que cuando te miro te quema""¿Desde entonces me amas?" Me preguntó con una sonrisa melancólica.
"Ujum.."
"Niña loca.." suspiró.
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𝓓𝓲𝓯𝓮𝓻𝓮𝓷𝓬𝓲𝓪𝓼
Lãng mạnBien dicen que si conoces a la persona correcta en el momento equivocado la vida vuelve a juntarlos de alguna manera. Y así fue mi caso. El hombre de mis sueños, el hombre perfecto, lo conocí cuando yo apenas tenía 17 años, y él ya era un hombre...