El mendigo celular no lo logré encontrar. Intenté caminar de regreso a la camioneta, pero mis fuerzas comenzaron a menguar y a medio camino ya no pude más y caí. No se cuanto tiempo estuve tirada ahí en el suelo, retorciéndome del dolor.
La luz del día comenzaba a desaparecer, todo a mi alrededor obscureciendo poco a poco, y de noche en el monte mi pánico incrementaba cada vez más.
Y cuando pensé que todo estaba perdido, mis esperanzas esfumándose, la voz de mi salvador llegó como música a mis oídos.
"¡Samanta! ¡Samanta!" Don Armando llegó tomándome en sus brazos.
"Don Armando.. ¿en verdad es usted? ¿No estoy alucinando?" Pregunté tocando su rostro sin poder creerlo.
"¡Niña loca! Claro que soy yo, ¿que no te dije que no anduvieras de atrabancada? Y mira nadamas.. tirada en el monte.."
"Ya no me regañe.." sollocé con un puchero, y Don Armando me abrazó fuerte contra su pecho.
"¿Qué tienes? ¿Qué pasa?" Me preguntó preocupado revisándome, y frunció el ceño al ver el piquete en mi antebrazo.
"Me picó un bicho.. lléveme al consultorio." Contesté tratando de controlar mi respiración agitada por el pánico.
"Que consultorio ni que nada. Te llevo al hospital de la ciudad." Dijo cargándome en sus brazos caminando apresurado.
"No hay necesidad de ir hasta la ciudad.. lléveme a mi consultorio, yo se que hacer." Dije con certeza y apresurando su paso pronto llegamos al camino. Me subió a su camioneta y a la velocidad con la que manejaba en unos minutos ya estábamos en mi consultorio.
La noche llegó y Juan y Lolita desde hace tiempo que se habían retirado. Con cuidado Don Armando me llevó al cuarto de examinar. Sosteniéndome de la cintura busqué en el gabinete de medicinas hasta encontrar lo que buscaba. Una inyección con un antídoto a los venenos comunes de los bichos de la región.
La verdad ya no aguantaba el dolor, mi cuerpo ardía y sudaba en frío. Pero con él a mi lado no me podía rendir, él no me lo permitiría. Me ayudó a subirme a la camilla y se me quedó viendo.
"¿Ahora qué?" Preguntó.
"Ahora.. usted me inyecta esto." Dije mostrándole el pequeño frasquito con el antídoto.
"Pero si yo no se hacer eso Samanta."
"Es fácil.. solo siga mis indicaciones." Cerré los ojos respirando profundo, no sabía cuanto más aguantaría consciente. "Ayúdeme, por favor... no puedo sola." Sentí mi voz quebrarse y él asintió tomando mi mano.
"Esta bien. Dime que hacer."
"Primero.. ayúdeme a quitarme el pantalón. Tiene que ser en el glúteo.."
Don Armando alzó una ceja pero no dijo nada. Desabotoné mi pantalón, y con manos temblorosas me ayudó a bajarlo hasta que quedé solo en una diminuta tanga que tenía puesta. Sus mejillas se pusieron coloradas, esquivando mi mirada, y yo traté de no reírme. Tan adorable que era mi señor gruñón.
Preparé la jeringa, dándole las indicaciones, y me acomodé de lado. Don Armando desinfectó el area con alcohol y un algodón, y no pude evitar erizarme al sentir su mano sobre mi piel.. segundos más de lo necesario, y finalmente me inyectó el antídoto.
Dejando salir un respiro de alivio me recosté en la camilla, y Don Armando me cubrió con una sábana. No podía parar de temblar y mis ojos se cerraban, me sentía tan agotada. Lo sentí curándome la herida del piquete, tocarme la frente para checar mi temperatura, y después acariciar mi pelo.
"¿Cómo fue que me encontró?" Pregunté en un hilo de voz, sintiendo que pronto caería en un sueño.
"Al regresar a la hacienda esta tarde vi tu camioneta al lado del camino.. el sol comenzó a bajar y aún no salías.. se como te afecta la obscuridad y fui en busca de ti."
Sonreí a pesar del dolor que sentía, y tomé su mano llevándola a mis labios. Como no amarlo, si con cada acto suyo se robaba más mi corazón.
"Gracias.. por hacerlo. Por siempre estar cuando lo necesito..". Abrí mis ojos y su rostro estaba tan cercas, acaricié sus labios con mis dedos y de repente todo regresó a mi.
Estos labios.. yo los he probado. Él me ha besado. Este hombre gruñón, tan maravilloso, me había besado. Y me dijo que nada pasó, cuando lo que más he anhelado toda mi vida se hizo realidad. Alcé mi mirada a la suya asombrada.
"Mentiroso." Susurré con una sonrisa y cerré mis ojos de nuevo.
"¿Qué? ¿Por qué?" Preguntó confundido.
"Yo sé mi cuento.." Suspiré y no supe más de mi.
Tiempo después poco a poco me fui despertando. El cuarto estaba obscuro, y aún podía ver las estrellas a través de la ventana. Todavía era de noche. Don Armando estaba sentado en una silla al lado de la cama, con su cabeza apoyada sobre sus brazos a mi lado. No me había dejado sola.
Acaricié su cabello, sonriendo al escuchar su pequeño ronquido. Ya recordaba con más claridad esa noche, ese beso mágico, sus caricias, su temor..
Don Armando me quería, tanto como yo lo quiero a él. De eso ya no tengo duda alguna. Mi gruñón tiene miedo, y yo le daría tiempo y espacio. Pero de una cosa estaba segura, tarde o temprano, este hombre será solo mío, y nadie me lo va a impedir.
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𝓓𝓲𝓯𝓮𝓻𝓮𝓷𝓬𝓲𝓪𝓼
Roman d'amourBien dicen que si conoces a la persona correcta en el momento equivocado la vida vuelve a juntarlos de alguna manera. Y así fue mi caso. El hombre de mis sueños, el hombre perfecto, lo conocí cuando yo apenas tenía 17 años, y él ya era un hombre...