I

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¿Gustabo?

Un día mas para Gustabo García.
Un día mas sin saber el porque de las cosas.
Un día mas sobreviviendo a mala gana.
Sin saber porque sigue con vida.

¿Se lo merecía? Era la mayor duda que tenía al despertar cada mañana, exactamente a las 8:30.

Su boca no lograba apestar a saliva, ya que pocas veces dormía a gusto como para sentirlo.
Se despertó solo, se había despertado así desde que Horacio se había mudado a una casa mas grande y Gustabo se mantenía en el mismo departamento alquilado que apenas y lograba mantener en pie con el poco sueldo que ganaba.

Levantó su cuerpo pesado y sin fuerzas, encaminándose al baño donde a mala cara cepilló sus dientes.

"Ya no me queda pasta dental"

No tenía material para desayunar, ciertamente se sentía avergonzado de haberle dicho que no a la invitación de Horacio a vivir con el, habían vivido juntos tantas aventuras y estar un futuro sin amanecer con sus gritos ensordecedoramente positivos lo volvía mas pesimista.

Sin mas rodeos, luego de ponerse su sucia camisa gris que alguna vez fue blanca, su chaqueta roja y pantalón verde, marchó al trabajo.

Su sucio trabajo de mierda. Se sentía tan cansado de estar tan solo respirando ahí.
Soportar los códigos 3, las idioteces que se le presentaban día a día...

...Eran completamente insoportables, se sentía abrumado.

Lo único que podía rescatar, era la presencia y amor incondicional que le brindaba su compañero de vida.

-Muy bien princesas. El día de hoy van a patrullar en binomio, muevan el culo. —Hizo presencia la voz del Superintendente Conway, que al no obtener movimiento como resultado, carraspeo y se arreglo la corbata.


-Ahora.

Menciono con esa voz, la voz que usaba cuando estaba perdiendo la paciencia, la que hacia que los presentes se ahogaran con su propia lengua.
Todos corrieron, menos Gustabo, que buscaba con la mirada a su mejor amigo.

Finalmente lo vió, se veía radiante como el solo podía ser, corrió hacía el con su mejor sonrisa.

-¿Que pasa perro? Vamos a dar una vuelta ¿o que?—Esperó su consentimiento para tomarlo del brazo, llevarlo al estacionamiento y buscar su patrulla correspondiente, con una sonrisa en miniatura.


La cual lamentablemente no tardo en desaparecer al observar como el comisario Volkov aparecía de pronto y se paraba al lado de Horacio.

Horacio hizó un sonido con la boca, nervioso, chasqueando su lengua y haciéndo un silbido.

-Perdóname Gustabo, le había prometido a Volkov que iría con el.

Un casto silencio.

-Claro, no hay ningún problema, ve tranquilo y disfruta.—Dejó un guiño que solamente aseguraba que podía ver Horacio. Como respuesta, sonrió alegremente y se llevó al comisario como si de su pareja se tratase.


Ese día Gustabo García estaría solo.

Se quedó en su lugar sin saber bien que hacer, solo se limitó a buscar nuevamente con la mirada a algún compañero que estuviera en la misma posición que el.
Empezando a sentir el nudo en la garganta que sienten los niños cuando se pierden en los pasillos del colegio, esas ganas de llorar o de pedir ayuda a sus padres porque tienen miedo.

Tenía tanta hambre.

Fue a paso rápido y ágil, esquivando toda sombra que tuviera forma de un ser humano hacia el estacionamiento, tomó el primer patrulla que tuvó a la vista sin importarle demasiado si no estaba en condiciones de ser conducido y arrancó.

No estába concentrado para nada, así que a la mínima que sus ojos se cerraron, su auto se estampó contra un faro de luz.
No tuvó daños ni el ni el coche, fue un choque leve que siempre tenía cuando el iba al volante.
Pero este diminuto incidente laboral basto para sacar de sus descarriladas casillas a Gustabo García.

Otra vez el nudo en la garganta, el amago a sollozar, apretó con rabia y desesperación el volante, hecho su cabeza hacia este y quitó la llave.

La presión en el pecho que pocas personas pueden describir, las ganas de gritar barbaridades o simplemente gritar hasta desgarrar tu garganta, destruir todo lo que se pueda partir en pedazos.

Respiró agitado y dió una pausa sin emitir sonido alguno, solo el cabo de unos segundos le bastó para jalar sus cabellos con fuerza.

El patrulla se mantenía quieto en el lugar, pero luego avanzó lentamente, Gustabo miraba sus uñas medias mordidas que se enterraban en el volante pero intentando mantener la concentración en frente.

Gustabo García no sabía llorar, lo único que salía era el sonido ahogado de miles de palabras que jamás podría decirle a alguien; que se guardarían en lo mas profundo de sus entrañas, lo suficientemente profundo...

El día fue largo, tedioso y aburrido, no tuvó contacto con sus compañeros durante todo el transcurso, no le apetecía.
Solo se encontró con estos al final del día, cuando fue a salir de servicio y retirarse el uniforme. No se despidió de nadie, ni de Horacio, estaba enojado, una rabieta de las suyas, aquellas rabietas que lo harían sentir culpable mas tarde.

Las 12 horas finalizaron, Gustabo cayó tendido en el colchón con la pila de ropa en el borde de este. El sonido de goteras provenientes del baño que eran tan molestas.
No pudo dormir, no fue capaz. No recibió aquel mensaje de buenas noches por parte de su hermano que lo hacían sentir tan seguro.

Las luces se habían apagado y finalmente Gustabo García tambien.

Episode I
End

DepressoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora