Capítulo 14

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La luna reinaba ya entre las nubes, brindando su luz de plata a las calles de Zándar. Desde mi ventana podía ver los carruajes llevando a los nobles y altos burgueses a las distintas fiestas; destino que era completamente diferente al mío.

―El carmín le luce y resalta el tono de su cabello ―expresó Becca.

Caminé hacia el espejo y di una que otra vuelta para verme, sonriéndome  y reafirmando mi deseo de divertirme esa noche; era lo menos que merecía después de haber resuelto el asunto de mi hermano el día anterior. Esa noche no habría baile para mí porque asistiría a la Sociedad de la Fruta Prohibida y disfrutaría de ese ambiente cálido e intelectual que tanto extrañaba.

―¿Usará la máscara roja o la negra? ―preguntó mi doncella, mostrándome ambas.

La primera era de un tono muy similar a mi vestido. De las puntas caían finos lazos del mismo color y perlas blancas la decoraban, dándole un toque delicado a la pieza. Por su lado, los bordes de la negra estaban delimitados por fino encaje, y dos rosas blancas adornaban los laterales que resaltarían sobre mi cabello rojizo. Mi mano mostró mi elección, haciendo sonreír a mi doncella.

―La negra será.

―Lamento haber tardado, señorita Amelia ―Daisy llamó nuestra atención al entrar―. Ian apareció antes de tiempo.

―¿Sucedió algo?

Para mi asombro, ella extendió un sobre rojo hacia mí, muy similar al primero que había recibido por parte de la Sociedad.

―Dijo que es importante porque se lo dio el mismo chico que trajo su invitación al grupo que ya sabemos.

Rasgué el lacre y al sacar la pequeña misiva, identifiqué al sorpresivo remitente con tan solo leer la primera frase escrita en su elegante letra ladeada hacia la derecha:

"Mi estimada lady Suspiros:

Tal vez deba considerar no venir esta noche a la Sociedad, si era lo que tenía en mente, porque puede encontrar cosas que ojos tan inocentes como los suyos no deben ver. O por lo menos no de momento.

Suyo, Asher Blackwood".

―¿Es algo malo? ―preguntó Becca en tono fisgón.

Ignorándola, me senté en la cama y releí la misiva varias veces. No entendía el motivo por el cual Blackwood me habría enviado tal advertencia, a menos que se tratara de sacrificio de vírgenes o rituales paganos. Negué con la cabeza y me reí con disimulo; a veces mi imaginación volaba demasiado alto.

¿Debía o no hacerle caso? Porque si realmente hubiera querido convencerme de no asistir, hubiera descrito con claridad lo que "mis inocentes ojos" no debían ver... y no escribirlo de manera que invitaba a buscar respuestas.

Resoplé, ¿acaso no le había demostrado ya al hombre que mi grado de curiosidad superaba los límites normales? ¡Ese era el motivo por el cual leía sus historias!

―¿Señorita? ―indagó Daisy con preocupación.

―No es nada ―dictaminé al fin y me levanté, tomando una decisión―. Dile a Ian que nos espere en la avenida, iremos en cuanto termine de vestirme.

Daisy asintió y salió de mi habitación para cumplir mi orden.

―¿Está segura de que todo está bien? ―preguntó Becca, pasando la capa negra sobre mis hombros.

La dama de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora