"Aun cuando sus labios estaban en mi boca, podía sentirlos recorrer cada centímetro de mi piel, amándola, venerándola, haciéndola suya y provocando ese calor tan conocido, deseado y que solamente él podía encender. Sus manos acunaron mis mejillas y me mostró la pasión en ese ultramar que yo adoraba, apoderándose de mi alma y subyugando cualquier vestigio de razón.
El aire se entibió y se perfumó con el aroma de ambos, seduciéndonos e incitándonos a deleitar a las estrellas con esa noche de pasión sin igual. Y volviéndome esclava de la vorágine de emociones que se alojó en mi vientre, me lancé a su boca y él respondió a mi ímpetu en una sonrisa, ambos ansiando ser poseídos e idolatrados por las caricias del otro.
Arqueé mi cuerpo buscando su calor, su fuerza y queriendo hacerle olvidar el día, la hora y lo que había fuera de las paredes. Que solo existía yo y nadie más que yo. Que mi cuerpo necesitaba con urgencia las atenciones que únicamente Velkan me había dado y que eran capaces de encender mi sangre de tal manera.
En un momento, me negó sus labios para observarme con fijeza, mientras sus manos ascendían por mis contornos, buscando las cumbres que sabía deseaba saborear, lo veía en sus ojos incendiarios. Entonces sonreí y cerré los párpados, esperando que me liberará de las prisiones de las telas, aguardando el toque tan anhelado de su boca, y diciéndome a mí misma que esa noche las piezas volverían a unirse y harían el amor."
Ese era el inicio de una escena cargada de besos y miradas ardientes que había escrito en la madrugada durante un momento de inspiración, después de los sueños que me habían hecho rememorar las caricias de los labios de Ethan. Mi cuerpo había despertado tan lleno de brío que había tomado pluma, papel y había escrito sin parar. No había importado si tenía alguna lógica o si sería coherente con la escena anterior que había marcado la llegada de Samira.
Habían sido las emociones fluyendo y tomando forma sobre el papel; algo tan maravilloso que no había querido leerlo, pues me daba terror que no fuera tan bueno. Tantos errores en esa escena me habían llevado a sentirme insegura de mi propia capacidad, sin embargo, durante el desayuno me había preguntado: ¿cómo algo tan bonito podía estar mal? Y en dado caso de que así fuera... tendría la oportunidad de editarlo con ayuda de Ethan.
Teniendo eso en mente, había subido a mi habitación y me había encerrado, dando instrucciones a mis doncellas que solo fuera interrumpida cuando el conde llegara a casa para hablar con mi padre, pues quería estar presente. Así, había tomado las hojas de papel, mi fiel pluma y me había sumergido en mis propias letras, asombrándome por las emociones que había logrado proyectar en mí misma, junto con un estremecimiento de satisfacción que me recorrió de pies a cabeza.
No era una escena perfecta, había errores y algunas incoherencias con la escena anterior, muchas de hecho, pero nada que no pudiera corregirse y lo había logrado sin alterar la esencia de los besos y caricias que mis protagonistas estaban compartiendo y que los llevarían al pequeño lecho.
―Bien, ya ha encajado con el final de la parte anterior ―murmuré al terminar de releer, aunque enseguida dibujé una mueca porque lo recién escrito no calzaba de buena manera con mi mejor intento de una escena de sexo.
Maldije al darme cuenta de que, en comparación con los besos compartidos, la cama estaba más fría que el hielo. Dejé la hoja sobre el escritorio y en un prosaico suspiro, acepté que tendría que reescribir todo a partir de ese punto; pero ¿cómo debía hacerlo? Quería fuego, quería pasión, quería amor... que todo eso se reflejara en el papel. Deseaba mostrar una fusión de cuerpos y almas, y nada de lo que había escrito con anterioridad me había dejado satisfecha.
Me levanté y fui a hasta mi armario donde había escondido la bolsa que contenía las incontables bolitas de papel. No le había mentido a Ethan, en verdad lo había intentado y ninguno de esos escritos había resultado favorable.
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La dama de medianoche
RomantikAmelia Harding es una señorita de la alta burguesía de Zándar que guarda un escandaloso secreto: es el rostro que se oculta bajo el nombre de Raymond Hayden, el afamado escritor de romance que es conocido como el Amo de los Suspiros. Sin embargo...