Capítulo 20

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Ethan Ashworth

De golpe, el ambiente en el despacho se volvió pesado e incluso sentí que las paredes se habían movido, haciendo que el espacio se redujera. Todo por sus ojos. Ellos me decían a gritos una petición que no estaba dispuesto a cumplir y se lo hice saber antes de siquiera emitir palabra:

―Si es lo que creo, mi respuesta es no.

―¡Ethan!

―He dicho que no ―volví a negarme y caminé hacia el escritorio de Marcus, buscando poner distancia entre ella y yo.

Por supuesto no me lo concedió.

―No puedes negarte sin darme oportunidad de explicar ―insistió―. Necesito un tutor, alguien que me guíe y me diga qué es lo que estoy haciendo mal.

Apoyé mis manos sobre la superficie de madera, dándole la espalda. ¿Acaso ella comprendía la magnitud de lo que me estaba pidiendo? Si apenas podía controlarme cuando estaba a su lado para no besarla o acariciarla, ¿cómo pretendía que me mantuviera ecuánime mientras le ayudaba a crear una escena erótica para su historia? Sería una tortura tratar de describirle lo que ocurría en el lecho, explicarle posiciones o buscar una forma en la que entendiera lo que un hombre y una mujer experimentaban antes, durante y después de su unión, porque eran momentos muy diferentes que merecían ser descritos con todos sus matices y colores.

Con un demonio, de solo imaginarnos hablando y creando tales escenas, teniéndola cerca y deseosa de aprender... La corriente de excitación me atravesó y se concentró en mi ingle.

―Ethan, en serio necesito esto. ―Su mano delicada se posó en mi brazo y como si fuera magia, toda mi atención descansó en ese punto―. Apliqué los consejos que Blackwood me dio... pero no resultó. ―«¡Maldita sea, que yo te di!» ―. Inicié con la lectura de Sabor a Pasión como bien sabes y, a pesar de sentirme incómoda al principio, lo abordé con mente objetiva: analicé, hice lista de palabras claves y desglosé las escenas para establecer una estructura y patrones. Cuando me sentí lista, traté de abordar mi escena con ánimo y confianza, usando mi propio estilo y lo enriquecí con los nuevos elementos... pero a medida que las tachaduras aumentaron en el papel, me fui llenando de frustración hasta que abandoné... ―Su voz estaba impregnada del fracaso y la desesperación―. Entonces volví a Sabor a Pasión, intentando descubrir cuál era mi error... ¡Hasta traté de visualizar las escenas como lo hice aquella noche en la terraza de la Sociedad!, pero no funcionó y... ―Ella enmudeció cuando me giré abruptamente.

―¿Qué dijiste?

Mia retrocedió un paso en respuesta.

―¿Eh? Yo... Que los consejos no funcionaron y...

―Dijiste que "visualizaste".

Teniéndola tan cerca, detecté el preciso momento en el que se le cortó la respiración. El delicioso color apareció en su rostro y provocó una oleada de placer que arropó mi corazón, haciendo que mis latidos fueran aún más fuertes, casi erráticos al igual que mi respiración que salía por mis labios entreabiertos.

―¿Qué fue exactamente lo que visualizaste, Amelia?

Ella no respondió y antes de que huyera, porque lo vi en sus ojos, mis manos fueron a su cintura y la giré para cambiar de posiciones: ahora era ella quién estaba entre el escritorio y yo.

―Mia, ¿a quién viste esa noche?

―Yo...

―¿Quién fue el hombre que te colocó el collar y te prodigó la caricia secreta? ―Bajé la cabeza, solo un poco, dejando el espacio suficiente para que rechazara mi cercanía.

La dama de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora