Las nubes habían estado amenazando con dejar caer un diluvio prácticamente desde el alba, pero eso no había menguado en nada mi ánimo y mucho menos cambiado mis planes. Con tanto que hacer y contar, no había forma en que mis pies quedaran quietos en un sitio y por ello, antes de ir con la modista a realizar mi gran pedido de temporada, le había enviado una nota a Ellie para planificar una visita a su hogar.
Al regresar a casa me encontré con la sorpresa de su respuesta y esbocé una sonrisa al leer:
"Tiene que ser hoy mismo. El té de la tarde será adecuado para conversar y realizar mis reclamos por tenerme sollozando y suspirando en la madrugada. ¡Te espero!".
Así que, después de tener un almuerzo un poco más ameno con mis padres, tomé una capa que me protegiera de la ventisca fría de la tarde nublada, y salí rumbo a la mansión de los marqueses de Reever, con Becca como mi doncella de compañía. No era la primera vez que iba a ese lugar, pero admitía que me ponía nerviosa encontrarme con el dueño del Palacio de Hielo, llamado así por sus paredes de blanco impoluto y pisos de igual color. El esposo de Eleonor era un hombre elegante y poderoso, no se le podía negar, pero su carácter era... peculiar, incluso podría decirse que callado en extremo, a tal punto de hacerme sentir cohibida porque no sabía si me estaba juzgando o solo le aburría mi presencia cuando nos veíamos.
Di un largo suspiro, esperando que el marqués estuviera fuera de casa o muy ocupado en sus oficios para que apenas cumpliéramos con las formalidades de un saludo, porque tenerlo con nosotras tomando el té mientras su gélida e inescrutable mirada añil me inspeccionaba... De solo imaginarlo me causaba escalofríos.
―La señorita está muy callada ―escuché decir a Becca de repente.
―Solo pensaba en todo lo que tengo por hacer.
―Es emocionante, ¿no es así? ―sonrió―. La temporada iniciará pronto y a eso le sumamos las interesantes veladas que tendrá en la Sociedad. ¡Ah! No puedo esperar para que me cuente de sus aventuras, ¡hasta podría escribir de ello!
―Quizás lo haga... cuando sea una anciana.
―Sus memorias serán muy interesantes de leer ―dijo, moviendo sus cejas, entonces ambas nos echamos a reír. Adoraba el buen humor de Rebecca y su visión tan simple de la vida. Sin problemas, sin complicaciones, solo risas.
El carruaje pronto llegó a su destino y apenas descendimos de él, siendo asistidas por un lacayo, divisé en la escalinata principal del Palacio de Hielo a mi sonriente y querida amiga. En verdad parecía la reina que moraba en aquel lugar, con el precioso vestido violeta que hacía resaltar su blanca piel.
―No tenías que esperar por mí aquí ―la reprendí, después de darle un abrazo.
―Tu nota me dejó tan emocionada que no podía quedarme simplemente viendo las paredes ―hizo una mohína―. Un placer verte, Becca.
―Lo mismo digo, lady Reever ―saludó mi doncella, haciendo una reverencia.
―Bien, vamos adentro. Tú tienes mucho que contar y yo mucho que escuchar.
―Imagino que un delicioso té nos está esperando... ¿con galletas de miel y avena, supongo?
―Desde luego, querida, ¿con qué más lo serviría? ―se rio―. Pero tranquila, también mandé a preparar de chocolate para ti. Las de miel y avena son para mí.
―Muy considerado de tu parte.
De esa forma, entre risas y pequeños comentarios, entramos en el armonioso salón principal, decorado con los más exquisitos jarrones de porcelana fina, y en ellos reposaban flores de distintos colores, pero predominaba entre ellos el lila: el color favorito de Eleonor.
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La dama de medianoche
RomanceAmelia Harding es una señorita de la alta burguesía de Zándar que guarda un escandaloso secreto: es el rostro que se oculta bajo el nombre de Raymond Hayden, el afamado escritor de romance que es conocido como el Amo de los Suspiros. Sin embargo...