Capítulo 8

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"...Volar sola no era la libertad que yo ansiaba, no cuando había experimentado la dicha de hacerlo a su lado. Y aun si el mundo parecía estar en contra, aun cuando lo llamaban traidor, yo seguía creyendo en él porque nadie conocía su corazón mejor que yo. Era una sincronía perfecta, un nexo incorruptible que perduraría por la eternidad y que me permitía sentir en mi pecho la congoja que reinaba en su corazón.

No, ese era un sacrificio que no podía permitir. No para él, que amaba como lo hacía, sin reservas y con toda su alma.

Y mientras cabalgaba por los oscuros prados sin descanso, sin importar el frenético latir en mi pecho, las gotas inclementes que azotaban mi piel, el frío que atravesaba mis huesos o los obstáculos que sabía me esperaban más adelante; yo llegaría a Velkan. Lo haría y lo salvaría porque así... cuando las nubes se despejaran y al fin saliera el sol, únicamente estaríamos él y yo, amándonos, acariciándonos... volviéndonos uno mientras tenía el placer de reflejarme en sus fervientes, apasionados y ardientes ojos... "

―¿Qué...? ―musité y detuve la pluma en seco cuando estuve a punto de escribir: "de oro fundido".

Mi cuerpo se sacudió y dejé la pluma en el escritorio como si quemara. Palmeé mis mejillas con rapidez para despejar tanto el calor acumulado en ellas, como la imagen que se había colado en mi mente sin mi permiso. ¿Por qué? ¡¿Por qué la imagen de Velkan se había diluido y había aparecido Ethan Ashworth en su lugar?!

Si bien Becca había estado insistiendo esos días con el asunto y... bueno, admitía que también había estado remembrando un poco nuestro encantador encuentro en el Palacio de Hielo; tampoco había sido tanto como para usarlo inconscientemente de inspiración.

O al menos eso creía.

Tomé el papel y me atreví a leer lo que había escrito, cediendo a la tentación de completar la frase tal cual la había pensado. Y sin quererlo o haberlo buscado, la imagen se dibujó en mi mente de nuevo por sí sola, como si estuviera hecha de acuarelas. El momento, las caricias suaves, unos labios y... sus ojos. Esos irises viéndome en la oscuridad disipada por pocas velas, adquiriendo el danzante color del fuego y el oro.

Un calor mucho más intenso surgió y no solo se concentró en mis mejillas; se expandió rápido y con furor desde mi pecho hacía mis extremidades. ¡¿Qué estaba pasando conmigo?! ¿Acaso había perdido la cordura? Me abaniqué con la mano y me reprendí mentalmente porque no era correcto tener ese tipo de fantasías... ¡Era lo más indecoroso que había hecho en mi vida! Omitiendo las lecturas de Blackwood, desde luego.

Sacudí la cabeza y mis dedos hicieron crujir el papel al arrugarlo, provocando una incomodidad en mi interior que no me permitió desecharlo. Volví a abrirlo y lo releí, enfocándome en lo técnico para dejar fuera todo pensamiento insensato. Y aun cuando mis mejillas volvieron a tornarse rojas y el calor se hizo presente, tuve que admitir que se leía muy bien y me gustaba. La idea de ampliarlo y dejar entrever al lector lo que pasaría cuando ellos se reencontraran, se me hizo tentadora porque podría volverse un preámbulo perfecto.

Estiré el papel sobre el escritorio lo más que pude y tomé de nuevo la pluma para colocar la descripción correcta de Velkan, sacando a lord Wemberly de mis pensamientos, o al menos intentándolo al musitar: "...de profundo mar", a medida que fueron apareciendo las letras negras, y seguí escribiendo hasta dejar en claro mi intención.

Dejé la pluma en el tintero y volví a releer. Aunque estaba atándome yo misma la soga al cuello, me emocionaba mucho porque se trataba de mi evolución como escritora y deseaba luchar por ella. No sabía cómo lo lograría, pero ya que las puertas de la Sociedad de la Fruta Prohibida estaban abiertas para mí, tendría a mi disposición un mundo de conocimiento amplio que quería usar a mi favor... especialmente si venía de la mano de Asher Blackwood. Así estaría más orientada en lo técnico y me habituaría a ese tipo de escritos, logrando crear las escenas sin problemas... y sin que imágenes inconvenientes se bosquejaran en mi cabeza.

La dama de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora