Capítulo 31

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Si bien el chisme era una actividad en la cual no me gustaba participar, más cuando había sido víctima de varios, debía admitir que en boca de Ellie y Alice parecía un arte. Ambas hacían despliegue de todo su encanto y destreza para que las palabras sonaran más a una noticia adornada, y se picaban la una a la otra para llegar juntas a las conjeturas deseadas.

―Siendo honesta, era algo que se veía venir. ―Ellie bajó la taza―. Lady Margaret le puso el ojo a lord Melford desde su presentación en la velada floral.

―Según recuerdo es un caballero muy apuesto. ―Alice hizo un movimiento con su mano, como si lo estuviera dibujando―: Alto, hombros anchos, ojos verdes muy intensos y un rebelde cabello negro noche.

―Es un engreído ―no pude evitar murmurar, demasiado alto para mi mala suerte.

Escudé mis mejillas rojas detrás de mi taza al escucharlas reír con ligereza.

―Lo que sucede es que lord Melford le ofreció sus atenciones a Mia en algunas veladas y fue bastante...

―¿Casquivano, energúmeno, petimetre? ―Alice sonrió de lado―. No tuve la oportunidad de departir mucho con el conde, pero sí escuché de él y cualquiera de esas palabras lo podrían definir muy bien. ―Nos guiñó el ojo como lo haría su hermano mayor―. A pesar de ello, imagino que lord Berkel debe estar muy satisfecho con el futuro enlace.

―¡Oh, por supuesto que lo está! Después de todo, su hija se ha llevado a uno de los diamantes de la temporada y será la duquesa de Linvale cuando el conde herede el título.

―Debe ser la boda más esperada de la temporada, entonces.

Bajé la mirada a la taza cuando los ojos castaños de Ellie se posaron sobre mí.

―En realidad, querida Alice, la boda que todos esperan es la de su hermano con nuestra Amelia. ―Su mano palmeó la mía―. No hay nada más interesante que una boda por amor en estos días y ellos derrochan miel a donde quiera que van, ¡si pudiera verlos!

―¡Oh, por supuesto que me los imagino! Conozco a mi hermano mejor que nadie. ―Dejó libre una risa musical que me hizo sentir más cohibida―. No se apene, Amelia. ¡Es hermoso! Y también debería estar un poquito satisfecha al saber que su boda será uno de los eventos más esperados, ¡por encima del enlace de la hija de un duque!

―En realidad, me gustaría que fuera más bien un evento íntimo y sencillo porque los preparativos me tienen agotada ―suspiré.

―Y eso que mi madre no se ha involucrado por estar pendiente de Ethel, como pudo ver al llegar.

Hice una mueca, porque aun cuando la condesa viuda no participaba activamente, mantenía estrecha correspondencia con mi madre para que todo fuera perfecto en la boda. La lista de los platillos que se servirían en el banquete la había preparado ella, y había añadido un sinnúmero de nombres a la lista de invitados de los cuales apenas había escuchado mencionar. Y eso que íbamos iniciando... no quería ni imaginar cómo sería el gran día. Por eso, cada vez que me tocaba repasar detalles con mi madre, me parecía más tentadora la idea de fugarme a Warleem con Ethan.

―Bueno, viendo de primera mano lo atareada que ha estado, he decidido perdonarla por haber tardado una semana en venir a visitarme ―se burló Alice.

En esa ocasión, subí la taza para ocultar el pequeño arco en mis labios. Era cierto que los preparativos para la boda me tenían ahogada, sin embargo, no era el motivo principal. Había invertido la mayor parte del tiempo en mi novela y la planeación del nuevo proyecto entre la Ama de los Suspiros y el Erudito de las Sábanas.

La dama de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora