Capítulo 21

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Un desastre. Lo que había empezado como una noche tan maravillosa se había transformado en una horrible pesadilla y yo era la única responsable.

Mi consciencia había sido implacable, recriminándomelo durante toda la madrugada ya fuera en pensamientos o en pesadillas en las cuales el odio de Ethan se convertía en mi tormento. Me despertaba con las lágrimas bañando mis mejillas y así había atestiguado el amanecer desde mi ventana; sumida en la tristeza, el dolor y la comprensión de haber lastimado al hombre que amaba en mi conmoción.

Antes de ese momento, me había concentrado en que Ethan sería un gran esposo por nuestra afinidad y por la atracción que existía entre nosotros. Pero después de haber sentido sus caricias en mi piel, la fogosidad de sus labios que parecían querer alimentarse de mi aliento y la reacción de mi propio cuerpo, buscando el suyo, me di cuenta que lo que sentía por él iba mucho más allá de un mundano "gustar".

Entre beso y beso, y toque tras toque, entendí que yo le había entregado mi corazón sin ningún tipo de reservas. Lo amaba... Lo amaba y por eso mismo me había desesperado tanto al darme cuenta de que por un arrebato febril lo había comprometido. Porque aun cuando habían sido nuestros amigos quienes nos habían descubierto, Ethan Ashworth era todo un caballero y él querría hacer lo que debía... atarse a mí.

Me había sentido atrapada en una situación irreal e irónica, porque ya no era yo quién estaba siendo forzada a casarse, sino el hombre de quien estaba enamorada. Por eso me había negado, porque sabía lo que era estar en esa posición tan desgraciada y me había empecinado en hacerle tomar la salida que le estaba ofreciendo... sin percatarme del dolor que se ocultaba tras la ira en sus ojos hasta muy tarde.

Entre la angustia y el desespero yo... lo había herido al no explicarme.

Ese había sido el gran error que lo había llevado a tomarlo como un rechazo hacia él y ¡¿quién no lo haría, por amor del cielo?! Lo único que quería era tener la oportunidad de disculparme con él y no había dejado de pensar en ello en lo poco que iba de mañana. Buscando alguna solución que me permitiera decirle cuánto lo sentía y aclararle... darle esa explicación que se merecía.

Miré el pequeño reloj sobre mi escritorio y suspiré al ver que era temprano: apenas eran las nueve. Estaba convencida de que él no me buscaría después de haberle dicho tales palabras, así que... lo más lógico y natural sería ir a verlo yo. Sin embargo, no podía aparecerme en su casa y tocar la puerta, no era tan simple. Los chismes de la fiesta no correrían según me había dicho Ellie para quitarme la angustia de que mi padre se enterara y empeorara todo; así que no podía tentar mi suerte de esa forma.

No... era algo que debía idear con calma, aunque tampoco podía dejar pasar mucho tiempo porque eso podría jugarme en contra.

―Quizás pueda interceptarlo en algún lugar ―dije para mí misma, mirando sin mirar por la ventana.

―¿A quién quieres interceptar?

Di un pequeño respingo y cuando me giré, me encontré con los ojos verdes de mi hermano menor que, a diferencia de los de Erick y los de mi padre, derrochaban travesura. Mi corazón se llenó de felicidad y corrí en cuanto él abrió sus brazos.

―¡Ned, que alegría verte!

―Me hago extrañar, ¿no es así? ―Me apretó con fuerza y después se separó de mí, para poner su mano en mi cabeza―. Creo que te encogiste un poco.

Sorbí por mi nariz y me reí.

―Creo que fuiste tú quién se estiró un poco ―dije y sacudí su cabello castaño como solía hacer siempre―. No sabía que vendrías... ¿Cuándo llegaste?

La dama de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora