14. Vuelta A Casa

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Las vibraciones del tren me relajan, el continuo sonido de una rutina abandonada se funde en mis oídos. No sé como actuaremos cuando lleguemos a casa, pero trataremos de ocultar a nuestros padres lo que nos ha pasado. Nos dejaron claro en la reunión que pertenecemos a un grupo secreto. ¿Formo parte de una secta? ¿Se supone que debo hacer algo al respecto? No lo sé.
Varios minutos de silencio y traqueteos de las vías nos hacen reflexionar. Trato de recordar el Cubo. Salimos por una de esas puertas que se deslizan hacia un lado y nos subimos a la vieja autocaravana de Miles. Nos dejaron en la puerta de las Torres de la Esperanza, donde hay una parada de tren. Fue entonces cuando nos despedimos de Miles, Calvin y Lucy. Mi hermana empieza a hablar.
- James, ¿Que vamos a hacer?
- Trataremos de ocultarlo.
- Pero, ¿No vamos a decirles nada de nada?
- Nada, no sabemos que consecuencias puede traernos eso.
- Vale...
-¿Te encuentras bien?
- Estoy nerviosa, no sé que son esas capacidades exactamente. Según esa chica... Caroline pertenezco a un grupo psíquico o algo así.

Unos veinte minutos más tarde, cuando el cartel de Green Waves pasa a toda velocidad por la ventana, el tren comienza a frenar y el vagón provoca un pequeño temblor. Nos ponemos en pie y esperamos agarrados a los tiradores hasta que el vagón para y se abren las puertas. Cuando salimos, una ráfaga de aire roza mi cara, indicando que ya estamos en casa. Un olor a pino y humedad nos da la bienvenida y muchos de los jóvenes bajan las escaleras para esparcirse por las calles, como el agua de la lluvia. En cuestión de minutos, la calle toma su aspecto desolado y nosotros bajamos por el puente y llegamos a la puerta de casa. Ellie y yo nos miramos a los ojos y ella toca la puerta. Un continuo silencio nos da la bienvenida y la puerta se abre sola. La empujo por el pomo y compruebo que no hay nadie detrás de ella.
Entramos cautelosamente y revisamos todas las habitaciones, la casa está vacía. ¿Quién la ha abierto?
Dejamos nuestras mochilas en nuestras habitaciones y tras una ducha, nos volvemos a ver en el salón. La pequeña sala es acogedora, con una chimenea y paredes de imitación de madera. Lo mejor son todos los pequeños marcos de fotos que protegen postales e imágenes de la familia. Echaba de menos el estilo rústico de nuestra casa... Echaba de menos volver a la normalidad y respirar el aire polvoriento. Nuestros padres seguirán en el trabajo, pero la puerta se abrió sola... ¿Es una señal de algo?

Los sonidos de la fábrica hacen que se me erice el vello de la nuca, como si el aire bailase en círculos por toda mi piel, acariciándola suavemente. Esperamos un rato a nuestros padres, pero no aparecen. Finalmente decido bajar al sótano y echar un vistazo por las cajas, que están llenas de trastos y antiguos juguetes. Solo llevo cinco meses viviendo aquí, así que prefiero quedarme en casa en vez de salir, ya que no conozco mucho la zona, aunque tampoco es muy grande. GreenWaves está constituida por doce calles.
Abro la trampilla del pasillo y bajo los peldaños de una escalera de madera que cruje. Cuando enciendo la bombilla vibra un poco, y las telarañas brillan. Cuando bajo el ultimo escalón solo me encuentro con varias cajas y un armario cubierto con una sábana. Me acerco a el armario y aparto la sábana para abrir una de sus puertas, pero hay un gran candado bloqueado cerrando la puerta, qué raro.
La habitación huele a humedad de las paredes y los fragmentos de polvo que se ven con los rayos de luz que atraviesan las ventanas hacen que tenga un aspecto lúgubre. Una pequeña sensación de claustrofobia me sujeta por el cuello e intento tragar para aliviar la presión, pero no puedo, siento que una bola de cera impide el paso de cualquier cosa por mi garganta. Empiezo a correr, subo las escaleras y llego al salón. Ese sótano es muy claustrofóbico, parece que hay algo que me hace sentir incomodo ahí.
Unas horas más tarde nuestros padres siguen sin llegar, y nosotros perdemos las ganas de estar en casa. Estoy sentado en el sofá, cuando de repente algo suena en la cocina, un chasquido. Me levanto rápidamente y me dirijo hasta la cocina. Enciendo la luz pero no hay nada. Nada salvo un pequeño papel enrollado en el suelo. Lo cojo y me vuelvo andando hacia el sofá del salón.

- Ellie. Esto estaba en el suelo de la cocina.

El papel está enrollado y atado con una cinta de color rojo burdeos en forma acabada en un lazo. Ellie se levanta y le doy el papel. Lo desenrolla y lo empieza a leer en voz alta:

"Tras unos días después de haberos incorporado, hoy habéis podido experimentar vuestra primera reacción. La puerta se abrió gracias a vuestra emoción. Esto irá pasando poco a poco, así que debeis acostumbraros a este tipo de cosas. A partir de ahora vuestras capacidades irán creciendo."

- Bueno. Primera señal. - Dice ella. ¿Te apetece dar una vuelta?

Asiento, cojo mi chaqueta y salimos. Pero entonces todo se apaga.




Distorsionados [Editándose]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora