45. Templo

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La vista se me nubla, siento un fuerte dolor en la cabeza y en el estómago. Decido ponerme de pie, pero cuando lo intento me derrumbo sobre el suelo, golpeándolo con mis rodillas. Pierdo la capacidad de sentir y simplemente cierro los ojos. Mil cosas pasan por mi cabeza, y de alguna manera, estoy en un río. Estoy en el río de aquella vez cuando abrí el Infine 101 por primera vez, acostado sobre una mata de plantas. Vuelvo a cerrar los ojos y el infine me da un pinchazo en mi mano, que sube por el brazo poco a poco, como si una serpiente recorriese el interior de mis venas. Cuando llega a la cabeza, no sé si ha vuelto a pasar, lo de teletransportarme, pero el ruido del agua desaparece y el suelo está duro y polvoriento.
Estoy en un sitio totalmente diferente al de la tienda de Kirra. "Esto no es Wonder & Co", pienso, "Ni tampoco el río".
No se cómo, ni por qué, pero he estado aquí antes, de alguna forma yo ya he estado aquí... Y no lo recordaba:
El Templo de los Sentidos.
Las columnas le dan un ambiente lúgubre al templo, pero aún así es precioso. Las antorchas sujetan pequeñas bolas de fuego que iluminan las paredes. Hay un ancho y grande pasillo formado por columnas muy altas que soportan el techo, que calculando, está a veinte metros de mí.
De arriba cuelgan unas enormes lámparas sujetas con cadenas, con al menos unas quince velas en cada una de diferentes tonos de azul. Cada lámpara sujeta velas de un color diferente: Amarillo, verde, rojo, naranja, marrón, violeta.
No sirven para alumbrar exactamente, más bien están ahí de decoración, pero aún así son bastante majestuosas. Se puede ver uno de los extremos del pasillo, que debe de ser la entrada a él. Es una puerta de metal enorme de color bronce con muchísimos grabados e imágenes en ella. Debe de medir aproximadamente de unos seis a ocho metros de altura. Las imágenes que hay estampadas en ella representan muchas escenas, algunas familiares, y otras no tanto. En el medio se puede ver la cara de una persona con los ojos cerrados, sujetando una caja decorada con todos los colores y diferentes tonos de cada uno de ellos, como si se hubiesen juntado todas las luces de las lámparas. Tiene alas en la espalda y cuerpo de león.
Es la Esfinge.
A su alrededor están las otras representaciones: La lluvia de meteoritos, el trozo de estrella incrustándose en cuerpos de distorsionados, personas manejando los elementos... Pero hay algo que me llama la atención. Hay un mapa de nuestro mundo, de todo el planeta Tierra, como esos que salen en los libros de geografía, con todos sus continentes, bañados en océanos y mares, e incrustado encima del mapa está el símbolo, el mismo que me ha perseguido desde el primer día que supe que era uno de ellos, e incluso desde antes, en mi cumpleaños.
Esta vez el cuadrado no está, pero los tres triángulos están ahí, están marcados en el mapa de un color rojo sangre, como si estuviesen marcados con gran importancia.
Cada vértice de cada triángulo marca un punto en el mapa, un lugar. Cuento todos desde el uno hasta llegar al número nueve, pero cuando me fijo mejor veo otro de los puntos justo en el centro del mapa. Diez.
"Hay diez áreas repartidas por todo el mundo, y la nuestra es el Cubo", recuerdo. Esa fue una de las cosas con las que me quedé cuando Calvin me explicaba todo. Nueve zonas repartidas por el planeta y otra justo en el centro del triángulo del medio.
De repente empiezo a oír unos pasos acelerados a lo lejos, como un eco. Suena como si alguien estuviese intentando escapar de algo. Me escondo tras una de las columnas del gran pasillo y alguien entra por la puerta rápidamente. Cuando pasa por el arco, la cierra con gran cautela. No consigo ver su cara, la lleva tapada con una capucha negra que va unida a su túnica. Empieza a caminar y se remanga los brazos. Cuando lo hace, puedo ver un humo rojo salir de sus manos que se desvanece después de unos segundos. Intento permanecer en total silencio y sigo a la figura encapuchada escondiéndome detrás de las columnas.
El pasillo es enorme. Te volverías loco aquí. Apenas hemos andado nada y la puerta de la Esfinge ha desaparecido. En su lugar hay columnas y más columnas.
Debe de ser algún encantamiento para cualquiera que se infiltre en el templo y pueda volverse loco. Sería un buena idea para detenerlo después.
Seguimos andando. Él por el pasillo y yo por detrás de las columnas siguiéndole sigilosamente.
De repente se para. Intento no respirar y hacer el mínimo ruido posible pero me pongo muy nervioso. Lo único que oigo en todo el templo son los latidos de mi corazón, bombeando la sangre por todo mi cuerpo con fuerza.
Me asomo un poco por detrás de la columna en la que estoy oculto y para entonces el chico ya se ha quitado la capucha. Está de espaldas por lo que no puedo interceptar su cara, pero su pelo es corto y está cortado con forma de pico por la parte de atrás. Es de color castaño, con varios mechones rubios repartidos toda la cabeza.
Extiende los brazos y se queda quieto. Entonces una luz sale del techo y parece escanearle.
"Erik Worheimer", dice la voz.
"Nivel de distorsión: Indefinido"
Erik baja las manos y las junta. Sigue saliendo humo rojo de ellas y eso le hace parecer el joven más temible y poderoso de todo el universo.
La luz verde desaparece. Y el otro extremo del pasillo de columnas por fin se hace visible. Era un holograma lo que hacia la sala parecer infinita. Las columnas desaparecen y de nuevo, aparece la cara con los ojos cerrados, sólo que ésta vez es tres veces más grande que la de la puerta. Es la Esfinge.

Distorsionados [Editándose]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora