Ya no más

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Steve se encontraba en la terraza de la torre Stark, contemplando las pocas estrellas que, aun con toda la contaminación lumínica de la ciudad, se dejaban ver. Había quedado con Tony de encontrarse ahí para cenar y celebrar su segundo aniversario. Steve había pasado todo el día acomodando en lugar, preparando la cena (uno de los platos favoritos de Tony) y asegurándose de que todo quedase perfecto. 

Sin embargo, nada es perfecto si Tony no está. Steve ya se estaba preocupando, el castaño ya llevaba poco más de dos horas de retraso y no daba señales de vida desde la tarde, tampoco había contestado los mensajes ni las llamadas del capitán.  Steve esperaba que Tony solo estuviera ocupado con el trabajo o que, en su defecto, hubiera mucho tráfico.

Unos momentos después, el timbre del teléfono, detuvo su tren de pensamientos. Lo tomó y contestó.

—¿Tony? ¿Cariño, dónde estás?

Hola, Steve. Siento no llegar esta noche.

Oh, ¿tienes mucho trabajo? —Tony estos días había estado muy lleno de tareas y cosas relacionadas con Stark Industries, por eso casi no habían estado juntos la última semana, o al menos, eso es lo que le había dicho a Steve. — no te preocupes. Creo que ya se enfrió la cena, pero aún puedes alcanzar el postre.

No, no es trabajo.

¿Pasó algo?

No, creo que no entendiste, Steve. No voy a ir esta noche. —puntualizó Tony.

—¿Qué? — la sonrisa de Steve se borró y su cara se tornó en confusión. —Pero es nuestro aniversario.

Sí, lo sé. Sin embargo, no me esperes más.

¿Pero por qué? Dime, Tony. ¿Estás bien? ¿Sucedió algo? —la voz de Steve se inundó de preocupación.

En la otra línea, Tony hizo un sonido exasperado. —Ya te dije que no, todo está bien.

—Bueno, ¿y entonces? ¿No crees que merezco una explicación? —el capitán frunció el ceño.

Tony suspiró desde el otro lado. —No voy a ir, ni hoy ni mañana, porque quiero que terminemos, Steve. —su voz fue tranquila y lenta, como la que se usa para explicarle a un niño porqué no puede salir a jugar más.

—¿Q-Qué? —Steve sintió un hueco en el estómago. —¿Qué demonios estás diciendo, Tony?

Lo que escuchaste. Ya no quiero estar más contigo.

Steve tomó aire para poder contestar. —¿Por qué? ¿Fu-Fue algo que hice? No entiendo. —su voz tembló. —Yo no... No quiero terminar contigo.

Pero yo sí, lo siento, Steve. No te preocupes, no hiciste nada malo. Es sólo que yo ya no quiero seguir. —Tony continuó con su voz plana. —Así de simple.

¡¿Así de simple?! Dios, ¿por qué no te apareces aquí y hablamos esto con calma? —Steve se pasó una mano por el pelo.

¿Qué parte de "no voy a ir" no entiendes?

—Deja de jugar, Tony. No bromees con esto, ¿quieres?

No es una broma,  cap. 

Hubo un silencio sepulcral por unos seguntos. Steve se sentó y apoyó la cabeza en su mano libre. —¿Entonces es sólo así? ¿Me vas a terminar por teléfono sin más? —en su voz se sentía la decepción, la tristeza.

Sí, Steve, así. No te culpes, tú no hiceste nada, al contrario, eres perfecto.

Bueno, entonces si soy tan perfecto, ¿por qué quieres terminar? —Tony sabía que Steve estaba llorando. Miren eso, él hizo llorar al Capitán América. —por favor, Tony. —susurró.

Por primera vez en la conversación, el tono de voz del genio cambió. Pasó de la calma y tranquilidad, al lamento. —Yo... ya no te amo, Steve.

Esas palabras terminaron de quebrar su corazón. Sintió cómo el piso bajo sus pies se abría, formándose un abismo, un vacío lleno de dolor y tristeza. La inminente caída al fondo, haciéndole trizas. Todo porque el pilar más fuerte que le sostenía, había decidido romperse.

Eres un maldito cobarde, al menos ten la decencia de decírmelo en la cara.

Tony no contestó, e ignorando todo el daño causado, simplemente colgó la llamada.

Steve dejó caer el teléfono de su mano, sus lágrimas dejaron de ser silenciosas y se convirtieron en sollozos rotos. Toda la felicidad y la dicha que había sentido hasta hace tan sólo unos minutos se esfumó. En su pecho, en su corazón, se alojó un sentimiento de abandono, de tristeza y dolor, que difícilmente sería curado.

Metió la mano al bolsillo de su saco, de allí sacó una pequeña cajita de terciopelo rojo, al abrirla, un anillo dorado con un bello diamante, elegantemente diseñano, resplandeció.

Se suponía que esta noche, justo cuando cumplían dos años estando juntos, Steve le propondía a Tony compartir el resto de su vida. Él había estado tan seguro, tan lleno de amor por el castaño. Realmente, amaba a Tony, más que nada, más que a su vida, indudablemente. Siempre se lo demostró, cada día, en cada momento; sin embargo, al parecer no fu suficiente, porque, quién sabe en que momento, el amor de Tony había menguado, apagándose hasta quedar en nada.

Dios, la vida seguro tenía algo en su contra, siempre volviendo su felicidad finita, acabando con todo lo bueno justo cuando más dichoso se sentía.

Cerró la caja y la dejo descuidadamente sobre la mesa, junto a los platos fríos y las velas apagadas.

Salió del lugar, con las manos en los bolsillos, la cabeza gacha, los ojos llenos de lágrimas y el corazón destrozado.

¿Realmente lo mejor de su vida iba a terminar así?

⍟•⎊



Bueno, esto fue sólo una idea que tuve hace poco tiempo y no quise dejarla abandonada. Me gustaría profundizarla más y darle continuación, entrar en el punto de vista de Tony.

No lo voy a hacer ahora, realmente estoy ocupada con el colegio. Por eso aprovecho los pinchazos de ideas, jsjs.

𝐌𝐨𝐦𝐞𝐧𝐭𝐨𝐬 𝐒𝐭𝐨𝐧𝐲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora