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A partir de ese momento, en el que le taparon los ojos, la memoria de Joaquin empezaba a distorsionarse.

No recordaba exactamente que pasaba, o si pasaba antes o después. No solía tener mas de cinco minutos de descanso. Si, por alguna casualidad, las tres o cuatro personas querían descansar al mismo tiempo, simplemente le metían un vibrador y le dejaban temblando en el suelo, normalmente con algún invento para que no se corriera. O le mandaban a mamar un dildo hasta la siguiente ronda. Le resultaba muy extraño hacerlo con mujeres, estando atado por las muñecas, pero normalmente tenía a alguien detrás y no tenía casi que moverse.  
                
-Entonces, ¿esa es tu idea? ¿Sólo eso? No vas a ganar una mierda. -escucho la voz de Emilio, conversando con uno de los hombres. Este rió.  
                
-Claro que si. No seas tan pesimista. Todo va a salir bien.   
               
-Bueno, voy a encargarme de la putita –dijo otra voz.   
                
Joaquin notó como le levantaban del pelo y le quitaban el vibrador. Gimió levemente, agotado. En los últimos ocho minutos, había tenido casi tres orgasmos secos. Estaba acostumbrado a tenerlos, pero claramente prefería poder correrse. Notó como el hombre le penetraba, pegándole a la pared. Quiso gemir, pero una mordaza cubrió su boca antes de que pudiese hacerlo. La mordió. Era una de las que menos le gustaban, la que tenía forma de hueso, como si fuese un juguete de perro. Notó la pared rozando contra sus irritados pezones. Hacía poco que le habían quitado las pinzas, y todavía estaba volviendola circulación. Emitió una especie de murmullo angustioso, retorciéndose.    
               
-No le gusta que le pongan contra la pared. Le hace daño. Bájale al suelo – ordenó Emilio, con un tono neutro, como si lo comentase. El hombre protestó y, sin dejar de embestir a Joaquin, le puso boca abajo en el suelo.   
                
-Me encanta este chico. Es tan pequeñito e indefenso... Me dan ganas de romperle. Seguro que gemiría como una perra, justo como está intentando hacer ahora –. Le quitó la mordaza de la boca, dejando que gimiese libremente. Perdido en el placer, Joaquin casi no escuchaba nada. Le estaban aplastando a él y a su erección contra el frio suelo. -Es un hombre, ¿sabes? Me esta empezando a molestar que le llames perra y puta –. El tono de Emilio ahora sonaba autoritario. Joaquin giró la cabeza hacia ese dulce sonido. El hombre rió.
                   
-¡Pero si le encanta! ¿Verdad que si, puta? – Levantó del suelo a Joaquin, poniéndole de rodillas y embiestiéndole por detrás mientras le sujetaba los brazos. Le agarró de la mandíbula, acercándole a él, y dijo, asquerosamente cerca de su oído -Di que sí. Di que te pone muchísimo –. Joaquin gimió, sin contestar a la pregunta, y el hombre rió de nuevo –. Seguro que podría correrse si le pisas la polla, el puto maso.
                  
Justo a tiempo, la alarma sonó en el móvil de Emilio.    
               
-Se acabó el tiempo, señores. Dos horas y media han tenido, ahora es tiempo de que se marchen- exclamó.

Aliviado, Joaquin oyó ruido de recoger. Pero el hombre seguía embistiéndole. Gimió con fuerza, implorando un respiro. -Se ha acabado el tiempo, caballero – repitió Emilio, irritado. El hombre gruñó.
                  
-Déjame correrme en esta zorrilla. –Joaquin se retorció más.                   
-Has tenido dos horas y media. Es suficiente. – Justo cuando Emilio acabó de pronunciar esas palabras, el hombre eyaculó dentro de Joaquin y se separó, dejándole caer de cara al suelo. Él levantó la cabeza, mirando en dirección a Emilio. Le dolía toda la cara y el pecho.
                  
-A-Amo... –fue capazde murmurar.

Casi antes de acabar la frase, los brazos de Emilio le rodeaban. Nadie había salido todavía de la sala mientras,acuclillado a su lado, Emilio le quitaba la venda de los ojos.Miró directamente a su Amo a la cara y empezó a llorar.
                   
-¡No me gusta! ¡Amo,no quiero que se acerque! iTengo miedo! –balbuceó, entre sollozos.
                  
-Shh, shhh. Estoy aquí. Estoy justo aquí. No tienes que hacer nada, cariño. Mírame, estoy aquí –Le arició con ternura la mejilla. Joaquin le miró a losojos y suavizó un poco su llanto. Emilio le pegó contra él, abrazándole, y miró con dureza al hombre que había estado con él el último.
                   
-Dos horas y media has tenido para disfrutar del cuerpo de este chico, de manera respetuosa. Lo has hecho bastantes veces a lo largo de la sesión.

Pero decidiste que lo mejor era empezar a insultarle, a referirte a él como una chica, al final. No tienes ni puta idea de como tratar a un sumiso.

Pregúntale a la Señora Greta como se hace. La supuesta Señora Greta negó con la cabeza, decepcionada. Como la mayoría de personas que jugaban con Joaquin, era una Dominante con experiencia, o al menos con las cosas claras. El hombre rió con desprecio.
                  
-¡Es un juguete! ¡Una mascota! Está precisamente para que le trate como me salga de la polla.
                   
-Es una puta persona. Es un hombre adulto de veinte años. Deberías enfocar esto pensando también en su placer. Le gusta que le dominen y que le follen entre varios, no que le aplasten contra el suelo y le llamen puta. No le gusta que le hagan daño.

No le gusta que le traten como a una chica. No le gusta que le llamen ni puta ni zorra ni perra ni masoquista. Y si no eres capaz de tratar a un sumiso dentro de sus límites... Mal vamos –. Se levantó, sin dejar de abrazar a Joaquin, que lloriqueaba en su hombro.
                   
–Ahora, caballeros, dama y bestia inmunda, pueden salir.
                 
-Estaba tan asustado...–murmuró Joaquín.
                   
-Todo está bien, Joaquin. ¿Cuanto quieres esperar para la siguiente sesión? ¿Una semana? ¿Un mes? ¿Un año? Está todo bien – dijo Emilio, tranquilizándole mientras le pasaba la ducha por los hombros. Joaquín suspiró.
                
-No lo sé, Amo. Si pudieras darme tiempo...
                  
-¡Por supuesto, Joaquín! Todo el que necesites –le besó suavemente la frente. El agua caía por su espalda. Estaba templada.
               
-Sabes lo que viene ahora. Agárrate a mí –. Obediente, Joaquín abrazó los hombros de Emilio. Su Amo le separó las nalgas y puso la alcachofa de la ducha justo en su agujero. El agua, con bastante presión, se metió dentro de él. Con un gemido, se agarró con más fuerza a Emilio. Rápidamente, este quitó la alcachofa y apagó el agua.
                  
-Shhhhh, ya está. Hay que hacerlo. Así mañana no te dolerá la tripita. Ahora, vas al baño y vienes a la cama. ¿Puedes secarte solo, verdad?

–Joaquin asintió, y Emilio se alejó, en dirección a su cuarto. Se secó con cuidado, tal vez demasiado despacio, después de ir al baño. Sabía que el paso del agua era importante. Si no, podía no expulsar bien el semen y luego tener diarrea. Pero siempre le sorprendía encontrarlo ciertamente erótico. Dentro de la cama, rodeado por los brazos de Emilio y cubierto con el edredón, su erección terminó de germinar, pero él simplemente la ignoró.
                  
-Amo... –susurró.
                   
-¿Mhh?
                
-¿Te parezco una molestia?
                 
-No digas tonterías, Joaquin– murmuró Emilio, pegando un poco mas a Joaquín a su pecho.
                  
-¿Debería gustarme que me llamasen puta, o que me pegaran? ¿Debería correrme si me pisan la...? –Emilio le cortó.
                   
-No. No tienes ni debes hacer nada. Es tu cuerpo, a ti te gusta lo que te gusta, y los demás valen una mierda. Y a mí me gustas tú –. Suspiró, con aire molestó. Joaquin asintió en silencio.



 Joaquin asintió en silencio

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Bri_farfan

Sugar Master || EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora