[18]

506 45 8
                                    

Maratón 1/3

Efectivamente, había tenido una sesión. Había sido intensa, pero un poco más corta que las otras. Sabía que todo el mundo se había ido, pero Emilio no le había permitido parar. Estaba botando perezosamente sobre un dildo, pegado al suelo con una ventosa. Su Amo estaba hablando con un hombre, el cual no había presentado. Parecían ser bastante amigos. Joaquín oyó un poco por encima la conversación, agotado como estaba.
                 
-¿Puedo humillarle? –había preguntado el hombre.
                  
-No tienes pensado tratarle como una chica, ¿verdad? Odia que hagan eso. –La voz de Emilio le tranquilizó. Pero volvió a ser autoritaria –. ¡No te veo montando ese dildo! -Joaquín volvió a botar sobre el consolador, intentando seguir escuchando la conversación
                   
-No, hombre, no. Ya me conoces. Pero, ¿a él le va?
                   
-Cuando yo lo he probado, sí. Pero no soy demaisado duro, y a veces él dice es un poco ambiguo y dice que si cuando quiere decir que no, o viceversa... Tienes que saber diferenciar.
                
-Yo eso no sé hacerlo. No he jugado tanto con él.
                 
-Tú no. Pero yo sí. Voy a estar mirándote súper atentamente. Necesito asegurarme de que no le hacer daño ni nada por el estilo.  Y empieza suave, que te conozco.- El otro hombre rió, y Joaquín oyó dos pares de pasos acercándose a él.  Siguió botando, sin saber exactamente que iba a pasar. 
                 
-Mírate. ¿No te da vergüenza? –El otro hombre le cogió del pelo, levantando su cabeza.  Le acercó a algo y Joaquín abrió automáticamente la boca, pero el hombre volvió a alejarle -. Pareces un niño pequeño que quiere un chupete. Te encanta todo esto, ¿verdad?  -Finalmente, le metió su pene en la boca. Joaquín gimió mientras el hombre le acercaba a su pelvis, metiendo su polla hasta el fondo de su garganta.  Notaba cómo le empezaba a doler la mandíbula.  El hombre rió -. Te has vuelto un maestro.  La práctica hace la perfección, y tú has practicado mucho.  –Chasqueó la lengua -. Menudo espectáculo lamentable estás dando.  –Le sacó de nuevo el pene de la boca, y se acuclilló a su lado, sin dejar de agarrarle del pelo -.  No has respondido a mi pregunta.  Te gusta esto, ¿cierto?  Sabes que yo he pagado por darte por el culo, ¿no? ¿Eso te pone?  - le levantó, sacando el dildo de su culo. Joaquin gimió.  Le dolían los pezones mientras el hombre los toqueteaba, sin retirar las pinzas.  -Venga, puedes hablar.  Gimes muy bien, ¿por que no usas esa voz tan bonita para contestarme?  ¿Te pone vender tu cuerpo?  Ni siquiera a uno, ¡a varios a la vez!  ¿Mh?  ¿Eso te pone?  -Rió de nuevo, dejándole caer al suelo. Joaquín se dio la vuelta, apuntando con su culo a ese hombre y con su pecho al suelo.  Separó las piernas, cerró los ojos, y esperó a que algo se metiera dentro de él, pero su gesto solo provocó mas risas en el hombre. Joaquín se removió, incómodo.  -¿Tan rápido quieres que te folle?  Vas a tener que ganártelo, ¿vale?  -Joaquín asintió.  Una mano se estrelló contra su nalga–.  No te he oído. 
                   
-Vale -murmuró suavemente Joaquín.  El hombre le pegó otro azote. 
                  
-"Vale"?  ¿Qué clase de respuesta es "vale"? 
                  
-Simon –le interrumpió la voz autoritaria de Emilio. 
                 
-Venga, estaba jugando ...
                  
-No te pases, Simon.  –De alguna manera, la voz de Emilio tranquilizó a Joaquín.  Él estaba ahí para cuidarlo.  No tenía que tener miedo.  Lo hacía todo por él.  Para que pueda disfrutar plenamente de su sexualidad.  Notó como algo se introducía dentro de él, y gimió.                            
               
-Mira que bien gimes ... Sería una pena que alguien te lo prohibiera, verdad, Emilio? 

-Una auténtica pena.  –Por el tono de voz de Emilio, le estaba dando permiso.  La pelota, parte de la mordaza que reposaba sobre la clavícula de Joaquín ahora volvía a estar en su boca.  Lo que tenía dentro comenzó a moverse, de atrás a delante y de delante a atrás, embistiéndolo.  Intentó gemir, abrumado por el repentino placer.  Otra cosa se introdujo en su culo, y se le escapó un gemido de dolor.  Ambos objetos eran grandes, y bastante duros.  Sentía que se iba a desgarrar por dentro.  El hombre rió. 

Sugar Master || EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora