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Como no, Joaquin estaba en el regazo de Emilio cuando sonó el telefonillo.  Con pereza, bajó de aquel cómodo lugar para que su Amo pudiera levantarse. 
                   
-Ve a vestirte –le indicó este, pero Joaquín no se movió -. No me gusta que otros Dominantes miren mi propiedad sin permiso. Ve a vestirte –repitió Emilio. Joaquín obedeció, retirándose mientras Emilio iba a recibir a los invitados. 
                  
Eran solo Louis y Harry, osea que no se necesita poner muy elegante.  Una camiseta (de Emilio, obviamente. Era tres tallas mas grande, pero no se notaba nada) y unos pantalones vaqueros (un poquito apretados, no iba a perder la oportunidad de poner un poquito nervioso a su amado novio) sería perfecto para la ocasión. Se miró al espejo.  Siempre solía recordarse un poco más corpulento, y al mirarse al espejo se sorprendía de encontrarse delgado y pequeño.  Su pelo, desordenado y con casi dos centímetros de raices negras, le tapaba las orejas. Sus pezones resaltaban en su pecho, plano y casi sin músculo. Su cadera era pequeña, pero su cintura era diminuta. Su piel era pálida, como siempre. Y tenía una expresión como si le hubieran pillado a las dos de la mañana comiendo helado en el suelo de la cocina, sorprendido y haciendo un puchero.  Sonrió frente al espejo. Sus pómulos se elevaron y sus ojos se entrecerraron. Dejó de sonreir. Levantó su camiseta, mirando más de cerca su esquelético abdomen. ¿Por qué narices no podía ganar un poco de peso? ¿O músculo? Algo, algo que le diera un poco de volumen a su cuerpo. Entre la palidez y la delgadez, parecía una hoja de papel.  Se dio la vuelta, mirando su trasero. Ahí si que había volumen. Joaquín estaba convencido de que era porque Emilio le follaba demasiado.  Estaba convencidísimo de que, de alguna manera, el sexo con Emilio había hecho crecer su trasero. Oía voces conversando en la distancia. Pero siguió mirando su trasero.  Levantó su camiseta de nuevo, para ver su espalda. Veía el elástico de su calzoncillo, cosa que, extrañamente para él, Emilio resultó muy atractivo. Solo con ver un trozo de ropa interior, su querido novio se ponía en modo cachondo. Siguió mirando su espalda. Sus vértebras podían distinguirse sin problemas.  "La caja torácica tiene forma de corazón había oído una vez de pasada", y, sorprendentemente, nuestra espalda sería la parte de arriba. La gente suele pensar que el centro de nuestro pecho se hunde, pero, de hecho, abulta. Sin embargo, los pectorales confunden". ¿Quién había dicho eso? ¿Fue esa chica dibujante amiga de Azul? Ah, le estaba dando muchas vueltas. Su caja torácica tenía forma de... rectángulo hundido, suponía. Y sus pectorales no confundían, porque no tenía.
                  
-¿Estás mirándote el culo en el espejo? –le preguntó Emilio, entrando en la habitación.- Joaquín se sonrojó y bajó su camiseta inmediatamente.
                   
-No, yo solo ... –Emilio le abrazó, cortándole. 
                  
-Está bien. Puedes mirar tu culo todo lo que quieras.
                  
-¡No me estaba mirando el culo! -Repitió Joaquín. Emilio rió y le depositó un suave beso en la frente.
                
-Deberíamos ir a ver a los invitados, ¿no? ¿Qué estabas haciendo aquí?
                 
-No sé como puedo gustarte –murmuró Joaquín, hundiéndose más en brazos de Emilio. Este rió de nuevo. -Esa es mi frase o soy el pervertido perturbado degenerado treintañero al que le va el BDSM. Tú eres un chico muy guapo y tierno y adorable y listo y ... - Joaquín le interrumpió, riendo.  -Venga, vamos con los invitados.
                   
Louis y Harry, al parecer, se estaban divirtiendo en el salón.  Louis estaba muerto de risa, intentando conservar un poco de orgullo, mientras que el ojo verde le atacaba a cosquillas.  Le susurró algo al oído, y Louis rió más.  Le pegó una toba en la nariz, y Harry volvió a atacarle, con más agresividad.  Joaquín casi se cae del sofá, retorciéndose entre carcajadas.                           
               
-Emilio, salvameee -consiguió balbucear. 

-¡Emi, ayúdame!  –Le dijo al mismo tiempo Harry. Emilio se veía en un dilema.  Podía ayudar a Louis a escapar de las garras de su temible y cruel novio, o podía ayudar a Harry a torturar a su pequeño e indefenso novio. Por supuesto que escogió la segunda opción. Louis estaba al borde la muerte, acosado por veinte dedos que no dejaban desatendido ni un milimetro de su abdomen.  Se retoció, pataleó, imploró ayuda de Joaquín, que se limitó a mirar la escena mientras se reía. Finalmente, Harry le indicó con un gesto a Emilio que parara y abrazó a su novio .  Louis suspiró, aliviado de han librado de las cosquillas. Joaquín se sentó en el sofá enfrente de donde Louis y Harry estaban. Emilio fue a preparar algunos aperitivos para picar, dejando al trio calavera a conversar. 

Sugar Master || EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora