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Horas antes :

-Bueno, lo dejamos aquí por hoy. Lo retomaremos la semana que viene -dijo Emilio, concluyendo la reunión. Sus compañeros de trabajo, los altos cargos de la empresa, empezaron a recoger sus cosas. Un chico se acercó a él, con el pelo negro peinado hacía atrás.

-¿Qué? ¿Ya te he convencido de que soy lo que necesitas en esta empresa? -Emilio sonrió, guardando sus documentos en su carpeta.

-No se te da nada mal. - Dobló la carpeta y le dio un golpe en la cabeza a Diego con ella -Pero que no se te suba a la cabeza. -Diego rió, pero poco a poco, borró su sonrisa.

-Tal vez debías echarle un ojo al corcho de la oficina. Hay algo que puede interesarte.

Emilio, haciéndole caso, salió de la sala de reuniones. Un teléfono sonaba en la zona de cubículos. Miró el corcho, donde se anotaban todas las citas, las reuniones, las visitas a clientes. Y había una zona de comunicaciones con los altos cargos, que solía estar vacía, ya que Emilio resolvía los problemas al instante. Solían decir que estaba en su despacho, vigilando el corcho, y en el momento en el que ponías el papel con la chincheta, ya estaba a tu lado, preguntándote que pasaba. Pero, en medio de la zona de comunicaciones, rosa y fosforito, había un post-it. Y, sobre el post-it, con letras grandes, negras y subrayadas:


EMILIO OSORIO = MARICÓN.


Suspiró, retirando el post-it del corcho y metiéndoselo en el bolsillo. No era que mantuviera su orientación sexual en secreto ni mucho menos, pero separaba estrictamente su vida laboral de su vida privada, y su orientación sexual era algo del ámbito privado. Ese día, Joaquín había quedado con unos amigos cerca de donde trabajaba Emilio, y habían ido juntos. Se habían despedido con un beso. Tal vez alguno de sus trabajadores les había visto. No era como si le importara que le vieran, pero de ahí a escribir "Emilio Osorio=maricón" hay un paso, o dos o tres.

Emilio se acercó a Valentina, que le miró por encima de sus gafas. La gente decía que las secretarias occidentales eran mas eficientes. Él no sabía si eso era cierto, pero Julia era productiva a más no poder.

-Veo que lo has visto -comentó, obviando el objeto del que hablaban -.No he visto quién ha sido.

-¿Podrías pasarme los formularios de los señores Rivera, Vilte y Cárdenas? - preguntó. Julia sonrió, y sacó un archivador de debajo de su mesa. Emilio empezó a pasar las hojas, buscando primero la letra R.

-¿Has reconocido la letra? -Emilio no contestó, comparando el post-it que tenía en la mano con las respuestas del archivador. Asintió, y cerró el archivador.

-Rivera,está en el cubículo 27, ¿verdad?

-Sí. Pobrecito. -Emilio siguió sin contestar, caminando a buen ritmo hasta el cubículo de Andrés Rivera.

-¿Señor Rivera? -preguntó, asomándose por la puerta.

-Sí, soy yo. ¿Pasa algo, señor Osorio?

-Sí. Me gustaría que recogieras tus cosas. -Él le miró, confundido.

-¿Que recoja mis cosas, señor Osorio? ¿Por qué?

-Sí. Bueno, verá, señor Rivera, en esta empresa no toleramos las faltas de respeto, ni la discriminación ni los actos de odio.

-¿Y eso que tiene que ver conmigo?

-La gente suele olvidar que los gays somos personas, ¿sabe? Algo parecido le ha pasado a usted. Se ha olvidado de que, aparte de homosexual, soy su superior y la máxima autoridad en esta empresa. Sé que fue usted quien escribió eso. Sé que todo el mundo sabe lo que ponía. Está siendo despedido, señor Rivera. No se moleste en venir mañana a trabajar. Voy a preparar su finiquito.

Sugar Master || EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora