Casi al mismo tiempo, pero mucho más lejos, unos coquetos pies se escondieron dentro de las sábanas de seda. Pilar estiró los brazos y se giró sobre la cama, notando la suave caricia del colchón contra su piel desnuda. Abrió los ojos, y vio que la chica seguía junto a ella. No había sido un sueño. Era real. Una belleza europea de tintes casi apocalípticos, que le había dado una santa follada que no olvidaría en lo que le restara de vida.
Admiró la tesitura de la piel. Los sensuales labios azucarados, y el cabello corto que le cubría parte de la cara. Pilar se sonrojó al recordar las deliciosas cosas que sucedieron en su habitación, y su pecho dio un brinco acelerador cuando se dio cuenta de que podría volver a repetirlo.
Se acercó hacia Elena, y la besó.
Al principio, la amazona no sintió nada. Con el pasar del tiempo, se dio cuenta de que Pilar reclamaba su atención, así que despertó y la tomó de la cintura para colocarla sobre ella. En esa posición tan dominante, la colombiana besó apasionadamente a su amante, y descendió con prontitud hasta la intimidad entre sus piernas. Elena separó las rodillas, y luego las juntó para atrapar la cabeza de la chica entre sus fuertes muslos.
—Lame —le ordenó, y Pilar aceptó la propuesta, ansiosa por demostrarle a Elena que podía darle tanto placer como ella se lo había brindado por la noche.
Llamaron a su puerta justo cuando ya tenía tres dedos dentro, y bebía de los néctares que florecían de aquella apretujada hendidura. Gruñendo, Pilar se colocó una bata y abrió.
— ¿Qué demonios estás haciendo? —Preguntó Norma, una de sus amigas—. ¡Carolina te busca!
— ¿Qué? Pero ¿qué hora es?
—Hora del partido, y todas te están esperando. Es un caos. ¡Dios, Pilar! ¡Date prisa!
Zafira sonrió sin alegría al ver que Elena y Pilar se acercaban a la cancha. Todas ya iban vestidas con los apretados uniformes para el voleibol, mostrando tanta belleza que los chicos que estaban cerca no podían apartar la mirada.
— ¿Te arriesgaste por el equipo o qué? —preguntó la morena.
—Vamos —le dijo, pellizcándole las mejillas—. Sólo probé un poco de carne extranjera. Y parece que dio resultado.
— ¿Lo sabías? ¿Sabías que provocarías esto?
—Quise arriesgarme.
— ¿De qué hablan? —preguntó Leonore.
—Mira, al otro lado de la cancha.
María estaba echa mierda. Le dolía la cabeza igual que si hubieran usado su cráneo para sacar clavos. Estaba tan mareada por el sol que le costaba mantenerse de pie, y le dolía la espalda de una forma horripilante.
—Estoy cruda, maldita sea —masculló para sus adentros.
Por la madrugada, mientras Pilar y Elena se mataban sobre el colchón, con sus sudorosos cuerpos en contacto, mordiéndose, besándose y penetrándose sin cesar, María había decidido dar rienda suelta a su malhumor con una y otra bebida de la barra.
— ¡Esa cabrona! ¿Qué le pasa? Se lleva así a Pilar y cree que no vamos a hacer nada...
—Tranquila —le aconsejó Yolanda—. No te hagas ideas tontas. De seguro sólo están caminando por allá.
— ¡Cállense! Ustedes saben lo que siento por Pilar. Si ella no me hubiera mandado a la fregada, yo estaría con ella ahora.
—Mejor no pienses en eso —fue la sutil advertencia de Estela—. Y deja de beber.
— ¡Dame otra puta copa!
Tomó sin medirse, sopesando su mar de amores, y además de eso, imaginando todas las deliciosas y pervertidas cosas que su amor platónico estaría haciendo con esa güerita flacucha y pálida. ¿Es que todas las hijas de Sarah eran tan horribles?
—Otro trago.
— ¡Suficiente! —gritó Estela, y se ganó una agria mirada de parte de la capitana del equipo.
—Yo no me meto en tus asuntos. Ábrete ¿sí? Fuera.
Gruñendo su desacuerdo, Estela y Yolanda se fueron a dormir. Su elección sólo molestó más a María. Había programado una cálida velada relajándose con sus dos mejores amigas, y la muchacha que la ponía como loca. Ahora, no tenía a nadie. Sólo su trago. Bebió y bebió.
—Fue fácil, y delicioso —dijo Elena, sintiéndose orgullosa de sí misma.
—Eres una torpe —gruñó Leonore—, pero fue una buena jugada.
El partido dio inicio, con un equipo latino altamente dividido. María no podría ni atrapar la pelota. Pilar ya se imaginaba su boda con Elena. Yolanda y Estela estaban tan decepcionadas de su capitana que se negarían a obedecerla y no tolerarían sus gritos.
Del otro lado del campo, la amazona Elena sonrió victoriosa.
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La mansión de los placeres lésbicos.
Teen FictionLady Sarah es dueña de una mansión, una mansión con un propósito: Reunir chicas de diferentes lugares pero con una característica que las une: el deseo de dar rienda al deseo lésbico. Pero cada una a la vez acarrea sus propios problemas, desde una...